La Casa de los Gritos se veía a lo lejos, entre los árboles tras los cuáles se habían sentado Sirius y Lily. El tocón ancho y robusto que les servía de asiento se hallaba algo empapado, posiblemente por las lluvias de esa semana y por la propia humedad del otoño escocés, así que Sirius Black sacó su varita y lanzó un hechizo para impermeabilizar la madera y que así no pareciese que Lily y él se habían meado encima.
La pelirroja estaba notablemente más tranquila, aunque alguna que otra lagrimita solitaria bajaba por su mejilla de vez en cuando y ella corría a hacerla desaparecer con la manga de su abrigo. Después de esfumarse de las Tres Escobas teniendo cuidado de que James no les viese, Sirius la había llevado hasta allí porque muy poca gente se atrevía a acercarse a la Casa de los Gritos – gracias a su amigo Remus -, pero la había metido entre los árboles por si aparecía algún curioso, que tampoco sería raro.
Él, por su parte, no sabía muy bien qué decir, así que se mantenía a una distancia prudencial, con las manos en los bolsillos y los labios hechos un mohín. ¡Joder! ¡Estaba demasiado alucinado después de saber que a Lily Evans le gustaba James! En fin... Lily siempre había ignorado a su amigo, lo había rechazado sin compasión alguna y nunca había dado muestras de que aquello fuese a cambiar. Era cierto que en el último año había habido un acercamiento, o se habían hecho más amigos, pero Sirius nunca había visto más que simple amabilidad por parte de Lily hacia James. Una amabilidad que la pelirroja brindaba a todo el mundo. Sirius había pensado que James tan solo había empezado a caerle simpático sin más.
El muchacho la miró después de situarse junto a ella, y dio unos cuántos pasos vacilantes hasta sentarse a su lado. Odiaba no saber qué hacer, pero es que nunca había sido el pañuelo de lágrimas de ninguna chica. ¿Debería preguntarle algo? Movió las piernas nerviosamente y frunció los labios una vez más, suspirando para ganar tiempo. Luego miró a Lily, que se sonaba la nariz con un pañuelo de tela de color rojo que había sacado del bolsillo de su abrigo verde.
- Estarás pensando que soy una estúpida... - Murmuró ella al cabo de unos minutos que parecieron horas.
Sirius la miró de reojo y Lily sorbió por la nariz, tomando aire a continuación y calmándose por fin mientras pestañeaba para disipar las lágrimas que se condensaban en sus pestañas.
- No pienso eso. – Contestó Sirius suavemente – Solo es que... Joder, estoy alucinando. En fin, nunca pensé que el memo de James pudiese llegar a gustarte de verdad. Sé que alguna vez he bromeado con ese tema, pero solo eran eso, bromas.
- Eso no ayuda, Sirius. – Lily alzó las cejas lanzándole una mirada asesina.
El chico suspiró, levantando las palmas de las manos al cielo.
- Está bien, está bien, lo siento. Pero a ver, entiende que me haya quedado un poco... Pues eso, flipado.
Lily apretó el pañuelo entre las manos y bajó la vista hasta sus rodillas.
- ¿Y... desde cuándo te gusta? ¿Desde hace un par de semanas?
Quería saberlo todo. Tenía la necesidad de saberlo todo. Lily tomó aire, parpadeó y, retorciendo aún nerviosamente el pañuelo rojo entre sus manos, le contestó con voz débil:
- Desde finales del curso pasado.
- ¿¡Desde finales del curso pasado!? – Sirius abrió los ojos de par en par y miró a Lily sin dar crédito a sus oídos – ¡No me jodas, Evans!
- ¿¡Qué!? – Exclamó Lily a la defensiva, bajando el rostro con vergüenza.
- ¡Pues que estamos en noviembre! Vamos, que podrías haberle insinuado algo a James en todo este tiempo... Es un poco cortito a veces, pero creo que lo habría pillado.
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Memorias de Hogwarts
Fanfiction"La primera vez que Lily Evans cruzó su mirada con la de James Potter no sabía muchas cosas. No sabía que sería un calvario asistir con él a clase. No sabía que preferiría quemarse en el infierno a tener que entablar una conversación con él. Tampoco...