Capítulo 5

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Son tres, sólo faltan tres horas para que venga Wester.

Voy a la recámara de mi madre para avisarle que vendrá mi compañero de laboratorio hoy.

Entro a su habitación y veo su bolsa de viaje en la cama. Está inclinada sobre un cajón buscando algo desesperadamente; no se ha dado cuenta de que estoy aquí.

—¿Vas a salir? —pregunto, haciendo notar mi presencia.

—Oh, sí —contesta volteándose hacia mí—. Olvidé decírtelo cuando regresaste del instituto.

Mi madre sale y viaja frecuentemente por su trabajo de abogada. Ahora que ya es reconocida por el país siempre la llaman para atender casos.

—¿A dónde?

—A California —contesta con pesar.

—¿A que hora sale tu vuelo? —pregunto rogando que salga a las siete para no quedarme sola con mi compañero.

—En cinco minutos —dice y recoge su bolsa. Me da un beso fugaz y baja las escaleras—. ¡Te llamó cuando llegue! —grita desde abajo.

Escucho el coche de ella encenderse y la veo partir desde la ventana.

Estoy en la sala de estar de abajo leyendo. Angie ya está aquí y parece no preocuparse de que mamá no esté en casa.

Dios, parezco una niña pequeña.

Suena el timbre, alguien está afuera.

¿El timbre funciona? Hace dos años que ese timbre no funciona.

Angie baja y me queda mirando con desaprobación.

—¿Qué? Estoy leyendo, no puedo atender la puerta mientras leo —le digo.

—¿Y luego qué sigue? ¿Saldrás a cazar demonios? —pregunta sarcásticamente.

—Demonios no, ¡pero hongos sí! —le grito mientras se aleja para abrir la puerta.

Angie entra con cara de pocos amigos.

—Tu amigo está afuera.

¿Mi amigo?

Me quejo y me levanto. ¿Por qué me interrumpen tanto?

Voy a la puerta y me encuentro con mi molesto e irritante compañero de clase. Ya estoy harta de verlo y tenerlo cerca.

—Ya, vamos. Acabemos con esto —resoplo.

Lo dejo en el porche mientras busco un frasco para poner los hongos que vamos a recolectar. Encuentro uno de buen tamaño y salgo, paso frente a él y me dirijo al patio trasero.

—Cazadora de hongos ¿eh? —dice Wester rompiendo el silencio.

—Cállate —digo poniendo los ojos en blanco—. A propósito Wester, ¿cómo te llamas?

-Cameron —contesta secamente.

Cameron Wester.

Decido no hablar más. Puede que no me agrade pero entiendo lo incómodo que es hablar de algo que no te gusta. Tal vez tenga algún pasado triste o algo parecido.

Llegamos a la zona arbolada y comenzamos a buscar.






Después de una hora estoy cansada, no hemos encontrado nada y Cameron no es de mucha ayuda que digamos.

—Ya, paremos. No vamos a encontrar nada, es inútil; llevamos una hora aquí perdiendo el tiempo.

—¿Ya viste detrás de ese tronco? Me pareció ver pedazo de corteza con algo en él —dice.

¿Y por qué no va él? Todo lo tengo que hacer yo. Reviso el tronco y ¡joder! Está lleno de hongos. Malditos hongos ¿por qué no hablan? ¿Por qué no me dijeron que estaban aquí antes?

—Todo este tiempo supiste que habían hongos aquí ¿no es así? —le digo realmente molesta y me acerco más a él—. ¿Qué pretendes, Cameron? —le pregunto acercándome más a él—. ¿Qué ocultas?

Él da un paso hacia delate eliminado el espacio que había entre nosotros.

—¿Qué pretendo? —su voz es calmada y suave, demasiado—. No lo sé, Alicia. ¿Qué pretendes tú? —me pregunta acercándose aún más a mí.

Un escalofrío recorre mi espalda cuando él pone una mano en mi cintura y me pega aún más a su cuerpo. Es una sensación digna de disfrutar.

¿Qué estoy pensando?

—¿Qué intentas hacer? —pregunto y me alejo lentamente, poniendo espacio entre nosotros.

Cameron me observa un momento y luego se aleja bruscamente.

—Bueno, creo que ya hemos terminado. No te olvides de llevar los hongos mañana —es lo último que dice y luego se va.

Me quedo parada, sola en el bosque detrás de mi casa, viendo cómo se aleja mi insoportable y misterioso compañero de clase.

Es la segunda vez que me hace esto. Es la segunda vez que se va dejándome parada. Es la segunda vez que veo cómo se aleja. Y es la segunda vez que corro tras él...

Corro tan rápido como puedo, corro tan rápido para alcanzarlo.

—¡Espera! —le grito justo cuando está por entrar a su auto. No será un Jeep Commander como el de Patch, pero no está mal.

Él me observa fijamente como si no creyera que estoy aquí.

—¿Qué pasa contigo? ¿Por qué siempre haces lo mismo? —le pregunto.

Él se límita a encogerse de hombros y luego contesta:

—¿Por qué no lo haría? Después de todo sólo soy tu odioso compañero de laboratorio —contesta y logro notar cierta molestia en su tono de voz.

—¿Te molesta que piense eso de ti? Tal vez mi opinión sería más positiva si no fueses tan arrogante —replico molesta.

Ahora resulta que la culpa de esto la tengo yo; yo no tengo la culpa de que él sea un idiota.

—Alicia —susurra y se acerca a mí. Nuevamente me siento extraña, esta sensación es extraña—. Alicia, yo... —sus palabras flotan en el aire—. ¡Cuidado, Alicia! —grita y es lo último que escucho.

En la mente de AliciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora