Capítulo 6

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Despierto y no estoy en mi habitación. No sé dónde estoy. Pero es un lugar lujoso.

Temo que desmayarme y despertarme en lugares desconocidos se me haga una costumbre.

Estoy acostada en una cama y no es la mía, pero es tremendamente cómoda.

Examino la habitación en la que estoy. Es grande y el techo es alto; las paredes son de color hueso y otras son grises. Una puerta de madera muy grande está al fondo. Hay un aparato médico que mide algo y suena, también hay suero y... y está conectado a mi brazo izquierdo.

Cameron entra por la puerta. Un momento, ¿qué hace él aquí?

—A juzgar por tu expresión, supongo que ya estás mejor -dice sonriéndome.

—¿Dónde estoy? —le pregunto mirando a mi alrededor.

—Bienvenida a mi humilde morada —contesta extendiendo los brazos.

—¿Ésta es tu casa? —pregunto sorprendida.

—No. Sólo duermo, como y vivo aquí. ¿Será mi casa? No lo sé, dímelo tú —dice sarcásticamente.

Qué molesto.

—¿Por qué estoy aquí? ¿Me drogaste? —le pregunto alarmada y él ríe.

Su risa llena toda la habitación y me siento mejor. Su risa es muy linda.

—No, claro que no —contesta negando con la cabeza—. Bien, dejaré que te recuperes un poco más y asimiles todo esto ¿de acuerdo? En el armario hay ropa, por si te quieres cambiar la sucia que llevas puesta ahora y, ¡ah! La ducha está lista, por si quieres ducharte, claro —añade sonriendo.

Asiento y él sale por donde entró.

Cuando lo vi por primera vez, nunca creí que fuera capaz de ser tan amable, tampoco creí que lo vería sonreír y reír conmigo y no de mí. Después de todo supongo que no es tan malo.

—¡Cameron! —le grito.

Él aparece rápidamente frente a la puerta. Casi parece alarmado.

—¿Qué pasa? —pregunta mirándome.

—Nada, sólo quería saber, ya sabes, ¿¡por qué tengo un suero!? —le pregunto y el ríe.

—¿No recuerdas nada? —pregunta serio.

La verdad es que no recuerdo qué pasó.

—No mucho, todo está borroso. Lo último que recuerdo es que estábamos buscando hongos en mi casa ¿los encontramos? —él se acerca y me mira como si fuese una niña.

—Sí, los encontramos —responde sonriéndome tiernamente.

—¿Qué hora es? —pregunto frotándome los ojos.

—Hum —se da la vuelta y levanta un reloj de mesa que está en el buró a mi derecha y dice como si nada—: las tres de la mañana.

¿¡Las tres de la mañana!?

—¿Cuánto tiempo llevo aquí?

—Ocho horas.

—¿Y mi hermana? ¿Mi madre? ¿Jenn? ¿Saben que estoy aquí?

—No. Aunque seguramente tu hermana ya lo sabe —dice escupiendo las palabras como si fueran veneno—. Por otro lado, tu mamá no lo sabe, piensa que estás en casa. Llamó hace unas horas.

—¿Por qué piensa eso?

—Tu hermana le dijo que estabas durmiendo —contesta.

—¿Por qué hizo eso?

En la mente de AliciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora