Capítulo 21

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Hace media hora que estoy esperando a Jenn.

Esta semana se me ha pasado volando. Tuve que pagarle diez dólares a James para que dejara de llamarme pastelito. No he visto a Tyler desde aquel día, cuando fui de compras. Angie no está. Mi hermana está demasiado enfrascada en la fiesta y no tengo idea de por qué. Me preocupa Tyler, no al punto de no poder dormir pero sí al punto de quererlo ir a buscar. Ya no me lo topo tan seguido como antes, y tampoco viene a casa. Siento que no lo veo en años... Por otra parte, me alegra saber que Juancho está bien. Creo que eso le quita peso a lo de Tyler. Cameron está cuidando bien de la iguana y le ha comprado un montón de cosas. Me parece que ya le tiene cariño.
Escucho el sonido del claxon del auto de Jenn.

Me subo a su coche y la saludo. Hoy hace un poco más de frío que otros días. Jenn lleva una sudadera con la bandera del Reino Unido, que alguna vez fue mía, un día se la presté y hasta ahora no me ha devuelto; por mi parte, llevo una cazadora que me mantiene caliente. En fin, tampoco pienso pedirle la sudadera a Jenn. Ahora que su auto está en circulación de nuevo, ya no tenemos que depender del auto de su madre o de Angie, o incluso de James. Usábamos su Audi como si fuera nuestro... hasta que decidió cobrar por las horas que lo usábamos.

En la radio suena una canción que Jenn tararea al tiempo que tamborilea con los dedos en el volante al ritmo de la canción. Conduce en silencio y después de un rato aparca en un parque. Nos bajamos y Jenn decide sentarse en una banca cerca del pasto. Abre una bolsa de papas fritas y me ofrece. La acepto con gusto. Nunca terminaré de entender cómo Jenn puede llevar comida a donde sea sin que nadie se dé cuenta. Es una gran virtud para cuando vamos al cine...

-Alicia, quiero que vayamos a Portland. Tú y yo solas -dice, rompiendo el silencio-. Ya casi cumples diecisiete y todo será diferente. Además, Portland no está muy lejos de aquí.

¿Qué puede cambiar en unos días?

-Angie me pidió que te dijera eso, lo de que será todo diferente cuando tengas diecisiete -aclara y se encoge de hombros despreocupadamente-. Como sea. Hace unos días lo hablé con tu madre y con..., y con Tyler -añade, cautelosa. Como no digo o hago nada, ella continúa-. Él está bien. Está estable, Al. Le hace mucha ilusión que vayas.

Siento una punzada de dolor cuando me llama como él, cuando usa su sobrenombre, siento lo mismo cuando cualquiera que no sea él lo hace. Nunca creí que algo así me afectara tanto.
La miro. Sus ojos parecen decirme la verdad. Tengo cierta molestia por saber que Tyler ha hablado con ella y no conmigo. Nunca había pasado esto. Siento que se aleja cada vez más, que nada volverá a ser como antes por mucho que lo intente.
Suelto un largo suspiro y asiento.

-Nuestros padres están de acuerdo con esto -dice y luego se echa a reír-. Bueno, nuestras madres -se corrige con una sonrisa.

No puedo evitar sonreír también.
Tiene razón.
Ni siquiera tenemos padres, qué irónico. Estoy empezando a sospechar que en este lugar nadie tiene derecho a tener un papá. Tal vez sólo Ashley... Aunque pensándolo bien, ni siquiera sé si es su verdadero padre.

-Hagámozlo -digo.

Mi mejor amiga me sonríe abiertamente y se levanta de un brinco. Con actitud de decidida y algo parecido a la valentía, nos encaminamos hacia Portland. Después de todo, mi madre está al tanto de esto. No puede llamarme la atención. Ella le dio permiso a Jenn.



















-Dijiste que estábamos cerca -me quejo.

Veo cómo Jenn pone los ojos en blanco.

-Yo dije que no estábamos lejos de Portland -dice. Me lanza una mirada asesina y continúa hablando-. Además, si no te hubieras puesto en plan de «Quiero ir a MacDonal's aunque no haya pasado no una hora», ya estaríamos llegando.

En la mente de AliciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora