Capítulo 11

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Me despierta el ruido del teléfono fijo.

   —¿Hola? —contesto, con una rosquilla en la otra mano.

   —¿Ali? —dice la voz de mi madre al otro lado de la línea.

   —Mamá —exclamo—¿Cómo vas con el viaje? ¿Todo bien?

   —Sí, todo va muy bien. Regresaré el martes en la tarde —dice— ¿Y tu hermana?

Seguramente durmiendo.

   —Oh, está ocupada haciendo el desayuno. ¿Quieres que la interrumpa?

   —No, no. Bueno, me tengo que ir, nada de fiestas.

   —Claro, hasta luego.

Y cuelga.

Bien, mi madre viene el martes, dentro de dos días.

Subo a mi habitación, arreglo un poco todo, aunque claramente no hay nada fuera de su lugar. Arreglo la mochila para mañana, reviso algunas tareas y toqueteo las cosas del escritorio aunque estén en su lugar. No tengo nada qué hacer y aún son las siete de la mañana.

Decido tomar una ducha mañanera, hoy tengo energía de más.

Al salir, mi teléfono suena.

   —¡Aliccea! —saluda James.

   —¿Cómo conseguiste mi número? —me pellizco el puente de la nariz—. Eso no se acerca ni remotamente al italiano.

   —Buongiorno —vuelve a hablar—. Bien, ya. ¿Qué tal tu ducha mañanera?

¿Qué? ¿James me está espiando? Me acomodo la toalla y me acerco a la ventana para verlo, no hay nadie. ¿Tendrá cámaras? Busco con la mirada cualquier cámara que pueda haber en mi habitación pero no veo ninguna.

   —Perfecta —respondo tranquilamente.

Termino la llamada. Me seco el cabello y me visto. Voy a la habitación de mi hermana.

La encuentro riéndose frente al ordenador. El nombre de James está en la parte superior de la pantalla, ella le dijo que tomé una ducha. Me jugaron una broma.

   —¿Te diviertes? —inquiero detrás de ella.

Da un respingo y suelta una carcajada.

Para compensarme, Angie me prepara el desayuno y lo lleva a mi habitación. Debo reconocer que es muy buena cociera, sobre todo cuando se trata de comida francesa del siglo pasado.

Me paso la mañana del domingo viendo algunos capítulos de mis series favoritas y comiendo. Evito pensar en el beso que le di a Cameron y la verdadera razón por la que lo hice. ¿Quería hacerlo?
Una parte de mí piensa que sí, otra, se niega rotundamente a aceptarlo. No sé qué creer, Cameron es tan misterioso y raro, un día lo ves y al siguiente no, un día sonríe y al otro no.

«A quién le importa —me repito para tranquilizarme—. Sólo fue un inocente beso.»

No puedo evitarlo y tecleo en el ordenador su nombre. Cameron Wester.
No aparece nada sobre él, nada fuera de lo común, ni siquiera tiene cuenta en Facebook. Un link llama mi atención. Está entre las últimas direcciones web con el título: La dinastía del clan Winston  y los jikins.
¿Qué tiene que ver esto con Cameron?
Un vistazo rápido no haría daño, después de todo fue hace casi un siglo. Cuentos de hadas, me digo.

En la mente de AliciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora