Prólogo

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Esta ha sido, por mucho, la noche más espantosa desde que estoy en Alemania. Y no tenía hora para terminarse aún.

La lluvia me salpica entera mientras traslado mi peso de un pie al otro ¡¿Por qué me traje las botas nuevas si sabía que tendría que pasar por esto?! Mi chaqueta de jean no es precisamente impermeable y empiezo a tiritar de frío. Solo ruego porque Juliet se dé por vencida para que pueda tomar un taxi, llegar a casa, quitarme estas malditas botas y darme un baño caliente antes de que me agarre una gripe de campeonato. Pero llevamos aquí veinte minutos y ni rastro de Neuer.

Estamos todas a la salida del estacionamiento del Allianz Arena, un lugar que había jurado no pisar en mi vida, dado mi fanatismo por el Borussia Dortmund pero Juliet es mi mejor amiga, hoy es su cumpleaños y no me puedo negar. Ella ni parece enterarse de que llueve a cántaros, su largo pelo rubio luce medio andrajoso por el agua pero aún se le ve una expresión animada. Alarga la mano para que me una a todas las fanáticas enloquecidas.

—¡Lena, llueven hombres!—me grita, mientras el portón se abre dando salida a los jugadores a bordo de sus autos lujosos.

—¡Aquí solo cae agua!—replico, de mal humor.

Normalmente me encanta el futbol, sobre todo cuando veo jugar a mi club. Pero esta noche estoy sobrepasada. Si al menos Neuer se presentara de una buena vez para firmarle a Juliet un autógrafo como prometió... ¡Los otros jugadores sí se han tomado la molestia de atender a sus fans a pesar del clima!

De pronto un Audi RS6 Avant aparece en dirección a la salida y mi amiga chilla de felicidad, al fin podremos irnos. Ella extiende la mano en dirección al coche pero nos pasa de largo bañándonos de los pies a la cabeza. "Tremendo error, Herr Neuer" pienso con rabia. Sin mediar advertencia tomo la piedra más pesada que puedo cargar y la arrojo con todas mis fuerzas en dirección a su auto, con tanta buena puntería que le destroza una de las luces traseras. El auto se detiene de inmediato y retrocede mientras Juliet palidece y yo estoy preparada para tomarme a golpes con él, de ser necesario.

—¡Oye, basura!—le golpeo los vidrios con los puños mientras mi amiga me pide que lo deje como está—¡Te estoy hablando a ti, Neuer, maldito engreído! ¡Le prometiste un autógrafo a mi amiga, idiota!

La ventanilla desciende lentamente para dar paso a la cara del jugador de futbol más ingrato del planeta Tierra, rojo de furia por supuesto, pero esboza una leve sonrisa de compromiso mientras le firma a Juliet su bendita playera y la felicita por su cumpleaños. Ella resplandece de alegría y parece haberse olvidado que estuvo a punto de hacernos el vacío y dejarnos ahí paradas como un par de idiotas.

—¡Gracias por ser tan atento con tus fans!—le digo en un tono cargado de ironía.

No me responde y el vidrio se levanta a medida que sale pitando de allí, salpicando un charco junto a la acera y aunque retrocedo de un salto me baña de los pies a la cabeza, "¡Menudo imbécil!" pienso, aunque la sonrisa de Juliet lo compensa todo; sus ojos verdes brillan con una alegría inefable.

—¡Amiga, gracias por todo!—me abraza con fuerza—Te prometo que cuando Manuel y yo nos casemos te pedirá una disculpa pública, lo voy a obligar.

¡Brincos dieras! Juliet tiene un verdadero problema con la realidad si de verdad piensa que el tarado ese se volverá a mirarla. Y no porque ella no sea hermosa, que de hecho lo es, sino porque se cree un elegido, el último hombre sobre la faz de la Tierra. Podría ser más amable, aprender de los otros, yo no había tenido ni un problema cuando en mi último cumpleaños conseguí que TODOS los jugadores del BVB firmaran mi playera. Neuer no es más que un arrogante. Y no es la primera vez que Juliet se lanza a perseguirlo por media Alemania, con resultados más bien cómicos que darían para una sitcom que de seguro sería muy exitosa, ya tengo hasta el título: "Wag's for dummies" o "Deutschland's Next Dumb Wag". Voy a venderle mi idea a alguna cadena televisiva.

—Ya tienes tu autógrafo, ahora vámonos a casa, por favor. Tengo entrenamiento muy temprano mañana.

Ya me muero de ganas de llegar, darme una ducha y meterme a la cama.

—¡Eh, ahí hay un taxi! ¡Taaaaxi!—Me abalanzo hacia el bordillo mientras el vehículo se detiene.

Me inclino junto a la ventanilla del taxista, con el pelo chorreándome por la cara.

—¡Hola! ¿Podría llevarnos primero a Schwabing y luego...?

—Lo siento. No te puedo subir—responde el hombre, cortante, echando una mirada hosca a Juliet.

Lo miro desconcertada.

— ¿Qué significa eso?

— ¡Que no voy a subirlas así, están empapadas!

—Pero...

—Es mi taxi y son mis normas. Ni borrachos, ni drogas ni gente mojada. —Y antes de que pueda replicarle, se aleja calle abajo. Le grito indignada.

— ¡Esto es...discriminatorio! ¡Es ilegal! ¡Es...!

Balbuceo hasta quedarme sin voz. Echo un vistazo alrededor, la mayoría de las muchachas y fanáticos que estaban allí ya se han dispersado y Juliet se ha refugiado bajo un pequeño alero de una garita de vigilancia. Nunca vamos a encontrar un taxi. Vamos a quedarnos aquí clavadas toda la noche.

Tengo los pies llenos de ampollas y, además de empapados, congelados...

—¡Taxi! —grito desaforadamente, casi antes de divisar a lo lejos la luz amarilla. Se acerca con el intermitente parpadeando—. ¡No se vayaaa! —Me pongo a hacerle señales frenéticas—. ¡Aquí! ¡Aquí!

Tengo que tomar ese taxi. Tengo que pararlo. Con la chaqueta sobre la cabeza, echo a correr por la acera, patinando sobre el asfalto y chillando hasta quedarme ronca.

— ¡Taxi! ¡¡Taaaaaxi!!

¡Sí! ¡Está frenando, gracias a Dios! Por fin. Voy a llegar a casa, me daré un baño y olvidaré este día nefasto.

—¡Aquí! —grito—. ¡Ya voy! ¡Un seg...!

Para mi consternación, en la acera veo que un grupo de chicas se dirige hacia el mismo coche.

—¡Es mío! —les grito mientras llego corriendo—. ¡Es mío! ¡Lo he visto yo! ¡Ni lo piensen! ¡Ay! ¡Ayyyyyyyyy!

Incluso mientras mis pies resbalan en el asfalto mojado, no termino de entender que es lo que sucede. Lo veo todo en cámara lenta como si mi cerebro se estuviera deteniendo. He patinado con esta porquería de botas de suela lisa. Me he resbalado como una niña de meses. Manoteo desesperadamente el aire tratando de encontrar sujeción y pierdo mi bolso en el camino...intento poner las manos para frenar la caída pero es demasiado tarde.

¡Ay, pero que mierda!

Mi cabeza va directo hacia el bordillo de la acera y no puedo evitarlo. Esto me va a doler muuuucho mañana...


Amor, recuérdame || Manuel NeuerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora