Epílogo

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"Pero si tú me domesticas, entonces tendremos necesidad uno del otro. Para mí, tú serás único en el mundo. Para ti, yo seré único en el mundo."

"El principito" Antoine de Saint-Exupéry

Volvió a casa, claro. Era lo que debía hacer, fue lo que deseaba. Dudas tuve, las tengo y las tendré siempre, pero, más allá de lo obvio, del factor económico y legal, de todo aquello que parece ajeno e inútil pero está mucho más incrustado en mí de lo que estoy dispuesta a creer, sentí que me necesitaba, que me AMABA, así con mayúsculas, y eso siempre es bueno, la hace a una olvidar, hasta empezar a perdonar. Pero no es solo Manuel, soy yo.

Es raro, siempre hay algo que nos sorprende. Empezando por mí misma. Y por Manuel, que ya no es el mismo, es mucho mejor. Nuestra casa, eso sí, ya nunca más fue igual; nunca estaremos solos del todo, pero eso ya no nos asusta. Al contrario. Sabemos muy bien lo que va a pasar. Sobrevivimos.

Me despertaron sus caricias. Sus dedos tibios paseándose por mis piernas, abriéndose camino en medio, provocando una reacción química inmediata. Sentía sus labios gruesos y calientes en mi cuello.

— Guten Morgen meine Schatz...

—Buen día...—no puedo evitar suspirar cuando sus dedos encuentran el lugar correcto—Me encanta despertarme así...

Todavía es como las primeras veces, el deseo no se aquieta sino que es aún más brutal, salvaje, egoísta...

—Me gustas así, tan mojada...

—Me alegra que todavía te guste.

Siento algo duro y caliente contra mis muslos, sonrío, puedo imaginarme que es. Mordisquea mi hombro, eso me hace moverme.

-Quieta- murmura.

Por detrás, agarra mis pechos con sus manos, siento su respiración en mi cuello y ese perfume... En ese preciso instante me inclina ligeramente hacia adelante y hunde su miembro dentro de mí.

—¿Te gusta...?-—susurra en mi oído.

Me encanta, pero las palabras no me salen a causa de lo agitada que me encuentro, además de excitada, está siendo un desgraciado porque sabe que no puedo gritar, pero me gusta... siento sus dientes clavarse en mi cuello luego succiona. Jadeo, se hunde más profundo, entra sale una y otra vez con un ritmo armónico. Tira de mi pelo, lo que hace que mi cuello ceda más ante su boca...

—Voy arriba—le pido. Y él no se hace de rogar.

Clava sus dedos en mis piernas para acelerar el ritmo, manteniéndose en ese punto...placentero, levanto más mis caderas, siento que muerde uno de mis pezones. Tengo que apretar los labios con fuerza. Se acerca a mi rostro, roza mi boca con sus labios y por fin, me besa colando su lengua en cada espacio libre de mi boca.

El orgasmo me hace temblar entera, me lloran los ojos de tanta intensidad en cuanto se acostumbran a la luz de la mañana, veo esa boca entreabierta esos ojos azules endemoniados de placer. Palpita dentro mío y me da esa imagen tan erótica que siempre aprecio, su orgasmo.

—Tengamos otro bebé—susurra junto a mi oído, con un último dejo de voz.

—¡Sí, claro!—me río—Yo lo llevo cuatro meses y medio y tu cuatro meses y medio, de preferencia los últimos.

Tengo 36 años y cero ganas de estar embarazada. De lo único que tengo ganas es de disfrutar de nuestra pareja, ahora que los niños son grandes y el futbol ya no es una prioridad en nuestras vidas.

Manuel es como el vino, mejora con los años, es todo lo que yo había soñado que sería: el hombre que todas envidiarían, un buen marido y amigo, mejor amante y un padre excelente... aunque demasiado exigente y celoso. Lo cierto es que, a pesar de que, pasamos momentos pocos agradables, sabía que lo volvería a elegir, una y mil veces más. Esa conexión, esa atracción única hacia Manuel era un sentimiento caprichoso, que no respetaba conveniencias ni cuestionamientos.

Amor, recuérdame || Manuel NeuerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora