La tormenta

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No quería aparecer por la casa temblando y bañada en lágrimas. ¡¿Qué iba a hacer ahora?! No solo estaba embarazada sino que tampoco sabía quién era el padre de ese niño que esperaba. Tarde o temprano tendría que aclarar las cosas, no solo por ellos, también por mí: no podría vivir de aquí en más con la incertidumbre de la identidad de mi futuro hijo.

Me alegré de contar con Stephany, que llevaría a Oliver de vuelta a casa y me daría así una pausa para tranquilizarme y pensar. Detestaba la idea de volver junto a Manuel, no porque sintiera algo por Robert (de hecho ninguno de los dos me inspiraba gran cosa), sino porque vivíamos una mentira. Años de desamor.

Tenía un puzzle entre las manos que no sabía por dónde empezar a armar.

Me deslicé de puntillas en la casa para no hablar con nadie y me tomé un baño de espuma de lavanda, así me relajaría un poco y me desharía del peso con el que había cargado todo el día. El agua no tardó en volverse lila.

Parecía que me había dormido cuando me despabilaron los golpes en la puerta.

—¿Quieres que vaya por Oliver?—preguntó Manuel

—No será necesario, Stephany lo traerá en un rato.

Él sacudió la cabeza, vacilante, y consultando su reloj.

—Pasan de las cinco, ya debería estar aquí.

—De seguro se entretuvieron jugando y se les pasó la hora—repuse—Voy a llamarla.

Tomé el móvil y busqué el número de Stephany.

"El numero solicitado no corresponde un abonado en servicio", dijo una grabación. Eché una mirada a la pantalla, tal vez me equivoqué al pulsar. No, era el mismo número con el que me había comunicado todo este tiempo. Volví a intentarlo un par de veces y el resultado fue el mismo.

Quizás te equivocaste al guardarlo—dijo Manuel, y aunque yo sabía que eso era imposible, intenté una vez más.

Salí rápidamente de la tina y me vestí. Iría yo misma a buscarlo. Mientras me acercaba a la casa me pregunté el motivo por el que aún Oliver no había regresado a casa. Stephany y su marido eran de confianza pero no entendía todo ese asunto con el teléfono. Tal vez lo había perdido...

Al ver el BMW negro estacionado frente a la casa di un suspiro de alivio. La inquietud que sentía se disipó al oír una risa infantil y, más tranquila, toqué el timbre de la casa. Poco después una mujer alta y de largo cabello rubio me abrió la puerta con Ian en brazos.

— ¡Lena, que sorpresa! ¿Cómo estás?

Vestía de manera muy elegante, un traje pantalón color beige, una blusa de seda color melocotón y no dejaba de echar vistazos a un iPhone. Me puse nerviosa aunque ya debería de estar acostumbrada a que otras personas me conocieran y yo no.

—Eh... hola... vine por Oliver ¿Stepanhy está en la casa?

—Soy yo, Lena...—la mujer me miró con el mismo aire lastimero de los demás.

—No... a ver... me refiero a Stephany Binder, la madre de Ian.

—Pero soy yo, Stephany...la esposa de Fredi... ¡Lena, tú me conoces! Me empiezas a asustar ¿Por qué mejor no llamamos a Manuel?

Empecé a temblar de la cabeza a los pies y todo me daba vueltas.

—Oliver... ¿Dónde está? Yo lo traje hoy... ¡¿Dónde está mi hijo?!

—Cálmate, no hemos visto a Oliver hoy—la rubia empezaba a agitarse.

—¡No puede ser! Yo lo dejé aquí con Stephany —me dirigí al niño—¿Dónde está Oliver, Ian? ¿Sabes dónde está?

Amor, recuérdame || Manuel NeuerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora