Divergentes

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La noticia de nuestra separación no sorprendió a nadie. Y hasta hubo un sector de la opinión pública que lo festejó. A pesar de mi ascendencia alemana la mayoría me consideraba una sudamericana cazafortunas que había atrapado a uno de los mejores jugadores del mundo con el gastado cuento del hijo.

Después de la Euro Manuel partió de vacaciones a Grecia, como todos los años y yo me reuní con él en Marbella más tarde, para que pasara parte de ese tiempo con Oliver.

Como la parte más incomoda del embarazo ya había pasado me concentré en el trabajo. Antes de conocer a Manuel ya había hecho prácticas en Allianz, uno de los grupos aseguradores y proveedores de servicios financieros más importantes del mundo, y me interesaba recuperar ese vínculo. Había conocido a Oliver Bäte, el CEO, en una de las tantas fiestas del Bayern y no tuvo problemas en asignarme un puesto. Tuve que aceptar que las influencias de Manuel me perseguirían de por vida, tanto para bien como para mal.

—¿De cuántos meses estás?—me preguntó una compañera de la oficina.

—¿Estamos en septiembre ya?—el tiempo se me pasaba volando desde que trabajaba—De cinco meses y medio. Creo que nacerá en Navidad.

—¿Y ya sabes qué es?

—No quise saberlo, pero ya tengo un varón. Me encantaría que fuese niña.

Muy en el fondo sabía que llevaba una niña. Había empezado a comprar vestidos y zapatos en secreto, y hasta había elegido el nombre.

Le di una ojeada a mi reloj. El entrenamiento de la mañana había terminado, así que llamé a Manuel para ponernos de acuerdo con los preparativos del cumpleaños de Oliver, que sería en dos semanas. Quedamos en almorzar en Sausalitos, porque mis últimos antojos consistían en comida mexicana a cualquier hora.

—¿Estás segura de que puedes comer eso?—preguntó con gesto raro, al ver que daba cuenta de un plato lleno de jalapeños rellenos de queso.

—Últimamente no quiero otra cosa, detestaría que mi bebé nazca con cara de chile jalapeño. No lo voy a privar de nada—me encogí de hombros.

— ¿Haremos la fiesta en la casa?—cambió de tema.

—Me parece lo mejor. Será más privado para todos. En un local de juegos estaremos acosados por la prensa y quiero tranquilidad en el cumpleaños de mi hijo.

Manuel estaba algo nervioso. Esquivaba mi mirada la mayoría de las veces. Yo lo conocía demasiado bien. Quería decir algo pero no encontraba valor o no creía que fuera el momento correcto. Prefería tomar el toro por las astas.

— ¡Suéltalo!—dije, de repente.

—¿De qué estás hablando?—se revolvió incomodo en su asiento. La comida ni la había tocado.

— ¡Lo que querés decir!—señalé su plato—¿Te vas a comer eso?

— ¡Lo que querés decir!—señalé su plato—¿Te vas a comer eso?

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Amor, recuérdame || Manuel NeuerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora