Sin Salida

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Mandé salir a todas las empleadas a gritos. Sabía que querían ayudar y estaban preocupadas, pero yo quería estar sola. Rebusqué en los armarios hasta dar con los saquitos de té, pero me encontraba sin cesar con cosas del niño: biberones, chupetes, vasitos entrenadores, bolsas de golosinas y cajas abiertas de galletas.

Con movimientos torpes me preparé una taza de té y regresé a la sala oscurecida, aguardando a Manuel. Bebí de un trago pero me quemé y sentí deseos de arrojar la taza lejos para hacerla añicos. Me observé las manos que tanto me habían sorprendido cuando desperté del golpe, casi dos semanas atrás, y noté que me había roído las uñas, las cutículas estaban lastimadas y sangrando pero el dolor me apaciguaba por momentos. No había recibido aún suficiente castigo. Estaba muriendo de cansancio pero sabía que no podría dormir.

¿Qué se proponía esa mujer? ¿Qué pensaba hacer con Oliver? ¿Lo estaría cuidando? El corazón se me retorcía de dolor imaginando el sufrimiento de mi hijo, que no dormía solo, que nos necesitaba.

—¡Dios mío, no dejes que le haga daño!—recé en voz alta—¡No lo puedes permitir!

Jessica Weber, así habían dicho que se llamaba. Fredi y Stephany la habían contratado hacía poco más de un mes y parecía muy eficiente y de confianza. De hecho, siempre había visto que trataba a Ian y a Oliver con mucho cariño, como una autentica madre. ¿Pero acaso no me había mentido desde el principio? Ella sabía por lo que estaba pasando, sino ni siquiera hubiese intentado hacerse pasar por una persona a la que se supone que conozco. ¿Cómo podía lastimar a un niño pequeño de esa manera? Oliver nos llamaría, preguntaría por su mamá y su papá, lloraría y nos echaría de menos...nunca se dormía sin nosotros.

Presioné la mano contra mi boca para sofocar el llanto, porque cuanto más lloraba más impotente me sentía. ¿Dónde estaría Manuel? ¿Adónde podría haber ido si ya pasaba de medianoche?

Traté de recordar más detalles pero todo parecía tan normal. Jessica jamás me había tratado como las otras, siempre parecía alegre y sincera, atenta y amable. "Todo estaba planeado", pensé con amargura. Me habían engañado con mucha inteligencia.

El sonido de mi móvil me hizo dar un repingo. Era un SMS, de un número desconocido.

"Μέγαιρα quiere tus lágrimas"

Lo busqué en Google. Megera era una de las tres Furias de la mitología griega, la más terrible, pues es ella la encargada de castigar todos aquellos delitos que se cometen contra la institución del matrimonio, especialmente los de la infidelidad. Sentí un nudo en la garganta.

Nunca le había prestado mucha atención a Facebook pero me conecté a su buscador y localicé varios perfiles con ese nombre. Me decidí por uno que me llamó la atención, totalmente vacío, sin foto de perfil ni publicaciones ni amigos, salvo por una foto: era de una fiesta del Bayern de muchos meses atrás, según la fecha de subida, podía notarse que se había tomado desde un ángulo superior y aumentada varias veces para poner algo en evidencia: Lewandowski estaba muy escondido en un rincón besando a una mujer que no era Anna, era yo.

Sentí miedo.

Marqué el número de la detective que había hablado conmigo.

—La secuestradora se ha puesto en contacto conmigo.

—¿Le ha hablado?

—No, me ha enviado un mensaje de texto—tragué saliva—Escuche, hay algo que necesito decirle y debe ser en privado...es muy urgente.

Quedó en encontrarse conmigo a primera hora en un bar del centro. No quería hablar en la casa, pero si una fan loca de Manuel había secuestrado a mi hijo podría tener que ver con el hecho de que tuviera una aventura con Robert. Debía decírselo a la policía.

Amor, recuérdame || Manuel NeuerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora