Iniciaron las clases en el nuevo colegio. En el bus escolar íbamos: yo, mi hermana, Rodrigo, Juliana y otros niños y niñas con los que apenas si llegamos a hablarles. Yo cursaba tercero de primaria, mi hermano primero de secundaria, Rodrigo cuarto de primaria y Juliana primero de primaria.
Al llegar al colegio, Rodrigo me acompaño a mi nuevo salón de clases para indicarme donde estaba y como llegar a el, pero claro como él era un chico "grande" no lo podían ver conmigo, —al menos eso fue lo que me dijo después de clases en el bus escolar— así que apenas si entre al salón, mire hacia atrás, y vaya sorpresa, él ya se había marchado. En ese momento fue la primera vez que me sentí tan solo, sin lugar a donde ir para esconderme o pedir ayuda. La cantidad de ojos que había mirándome me aterraba, y tantas caras nuevas atentas a todos mis movimientos me hacían sentir vulnerable, desnudo, sin escapatoria, ni lugar donde esconderme. No conocía a nadie y tenía miedo de no agradarles o que cualquier cosa que dijera les molestara... Sin embargo hubo un rostro que de entre todos los que flotaban en ese mar nuevo y turbulento no dejaba de sonreírme, aún hoy recuerdo esa mueca en su cara, que parecía una sonrisa pero no era nada más que una amenaza, un reto, como si se tratara de un depredador mirando a su presa.
De repente todo ese mar se calmo, ese rostro se mimetizó con los demás y ya todos habían dejado de mirarme, se habían concentrado en algo que había tras de mí, sin advertirlo algo áspero y grueso me tomó de la mano, me llevo al frente de toda la clase y dijo:
—Buenos días clase, les presento a el nuevo miembro de nuestro curso —era una voz estentórea y grave, parecía la propietaria de esa cosa con la que mi mano fue apresada, y a la que algunos valientes se aventuraban a llamar mano— su nombre es Daniel y nos acompañara de ahora en adelante durante, y por el resto del año, Daniel, ¿quieres compartir algo con nosotros?
—Eh... a sí, te te tengo 9 años —dije, y ese rostro diabólico me volvió a sonreír, sin lugar a dudas debía cuidarme de su dueño—.
—Que bien Daniel, pues aquí casi todos tienes tu misma edad, salvo David —dijo la maestra, y de repente ese rostro dejó su maldita sonrisa y se levantó, al verlo me di cuenta que al lado de él yo era un corderito listo para ir al matadero y alimentar a su depredador, sí que era toda una bestia— pues aquí lo tienes, tiene 11 años pero también puedes jugar con él, es algo grande en comparación contigo, pero es muy amigable y todos lo queremos mucho, ¿verdad clase?
—Si —dijeron todos los niños al unisono, como si fuesen robots programados con anterioridad para decirlo cada vez que alguien hablara del portador de esa estúpida sonrisa—.
—Hola, mi nombre es David —dijo mientras me tendía la mano, seguía con esa mueca en la cara. El silencio era inescrutable, los demás alumnos al ver a ese ser de pie y sonriendo de una forma tan enfermiza, se tornaron pálidos y asustados, me miraban con lástima, como quien mira a un ternero justo antes de ser sacrificado— espero que seamos buenos amigos.
—¿No le vas a responder Daniel? —dijo la maestra— mira que hacer amigos tan rápido es muy difícil y mucho más sí el chico que quiere ser tu amigo es más grande que tú.
—Sí, seamos buenos amigos David —dije con tono alegre mientras le tomaba la mano y le sonreía de vuelta—.
—Que bueno ver que ya tengas un amigo Daniel —dijo la maestra mientras nos sonreía, y ambos apartamos la mano a la vez— bueno clase, vayan a sus asientos mientras le asigno a Daniel su nuevo pupitre.
Después de haber experimentado por primera vez esa sensación de sentirme como una presa, me dije a mí mismo que esa era la primera y ultima vez que alguien provocaba ese sentimiento en mi. Y mucho menos lo iba a tolerar viniendo de otro ser humano... o bestia.

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Las partes de Dany
Fantasy¿Cómo recuperas una parte de ti? Sólo puedes fingir que todo está en su lugar. De otra manera es casi imposible, si, leíste bien, casi. Porque hay una forma de recuperarla, pero corres el riesgo de perder muchas más ¿Aún así quieres intentar? Pu...