Capítulo 25.

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Maratón por el cumpleaños de Ritchie.

Durante toda la tarde George y yo paseamos por los jardines del castillo, mientras este me hablaba acerca del sanador misterioso, me había dicho que lo había conocido cuando este intentaba robarle un par de plantas de su jardín, George intentó quitarle la cabeza con la espada, pero en palabras del propio George: "Cuando vi sus ojos sentí un calor proveniente de mi pecho, y sabía que no tenía que hacerle daño", en fin, George le ayudó a recoger sus plantas y lo acompañó hasta su casa, que era de las más pobres de todo el pueblo. 

   Se habían presentado, y el chico, que se llama Richard, le había dicho que él intentaba ayudar a las personas con sus remedios, y que quería la planta para ayudar a un bebé para quitarle la fiebre, lo que solo enterneció más a George. Desde ese día George había estado plantando plantas medicinales para que Richard fuera a recogerlas cuando las necesitara. 

    Después de contarme su muy cursi historia de amor, yo le platiqué a George acerca de como había descubierto que le gustaba a John, los besos en el establo y el regaño de mi padre -Eres mi mejor amigo, y te apoyo si es que quieres escoger la corona antes que a John o viceversa, mientras seas feliz puedes hacer lo que quieras- me había dicho, antes de que se marchara a su casa, argumentando que Richard iría a visitarlo. 

   Volví a internarme en el castillo, sin saber que hacer ahora. Ahora no tenía un plan para obtener el trono, quizá esperar a que mi padre muriera sería una buena opción, pero sinceramente, estaba demasiado bien de salud como para esperar que muriera de pronto, además de que sería demasiado cruel desearle la muerte a mi padre solo para quedarme con el trono, aunque fuera un cascarrabias, seguía siendo la única familia que me quedaba. 

   Llegué hasta mi habitación, y dudé un momento acerca de si debería de entrar a la habitación de John para hablar con él ¿Qué le diría? Quizá hubiera reconocido mis sentimientos con George, pero era completamente diferente llegar con John y decirle "Hey, me gustas, cójeme", no, era algo más complicado que eso. Tenía que idear una buena forma de decírselo, quizá pudiera usar las clases para intentar dárselo a entender, si, eso era una buena idea. 

    Comencé a planear la mejor forma para declararle mis sentimientos a John por la mañana, en cuanto Cynthia llegó corriendo por el pasillo -¡Paul!- me gritó, tuve el impulso de decirle que me tuviera más respeto (Ahora parece ser que a todo el mundo le da por tutearme) pero al ver la expresión de angustia que tenía en el rostro, sabía que algo no iba bien. 

   -¿Qué ha pasado?- pregunté, comenzando a preocuparme por John -¡Han atacado de nuevo! ¡Y tu padre envió a John con una tropa!- gritó, haciendo que mi corazón comenzara a galopar, John era un idiota con la espada, eso lo había demostrado hoy, ni siquiera estaba listo para desarmarme a mi, mucho menos podría tener una oportunidad con todo un ejército de jacobitas -¡Corre a los establos! ¡Prepara mi caballo!- 

   Cynthia volvió a salir corriendo en dirección a los establos. Yo entré a mi habitación y tomé mi casco y mi escudo rápidamente, colgué mi espada en mi cintura mientras le rezaba a todos los dioses por qué no fuera demasiado tarde y John ya estuviera muerto. Salí de mi habitación, dándo un portazo y comencé a correr hacia los establos, en cuanto giré para la escalera de caracol, dos guardias se interpusieron en mi camino, tomándome de ambos brazos -¡Suéltenme, idiotas!- grité -Lo sentimos, príncipe, pero su padre nos ha ordenado que no lo dejemos salir del castillo bajo ninguna circunstancia- 

    -¡Pero están atacando el reino! ¡Debo de ir a pelear!- entre ambos hombres me levantaron del piso y comenzaron a arrastrarme de vuelta a mi habitación, y por más que yo pataleara para liberarme de ellos, no conseguía aflojar su agarre. Ambos me metieron a mi habitación a la fuerza, haciéndome caer al piso. -Lo sentimos, príncipe- se disculparon, mientras salían de mi habitación. Escuché claramente como colocaron un tablón en la puerta y se alejaron. -¡Déjenme salir! ¡Tengo que ir!- grité a todo pulmón, esperando que Cynthia o alguien que no hubiera recibido las instrucciones de mi padre, me abriera. 

    -John...- susurré, una vez que la desesperación se apoderaba de mi. Tenía que salvarlo para poder decirle lo mucho que lo quería. 

With a little luck. [McLennon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora