Capítulo 28.

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Dustin

     Lo primero que distingo al abrir los ojos es la melena castaña de Emery, siento sus dos piernas enrolladas en una de las mías, mi brazo izquierdo sigue en su espalda bajo el peso de su cuerpo, creo que despertamos de la misma manera que nos dormimos, y no puedo imaginar nada mejor.
     A causa del sonido de su respiración deduzco que aún no se ha despertado y yo tampoco tengo ánimos de despertarla ya que eso significaba separarme de ella.
     Me tomo la libertad de peinarle delicadamente el cabello con los dedos hasta que puedo llegar a ver su rostro, tiene la mejilla apoyada en mi hombro y sus manos en mi abdomen, parece tranquila y luce encantadora con los ojos cerrados y la boca ligeramente arqueada en una mínima sonrisa.
     Recordar la expresión que tenía ayer hace que se me estruje el corazón, luego de escuchar toda su historia me sentí muy culpable por haberle preguntado sin embargo me hizo sentir bien saber que se desahogó conmigo, me sentí especial, como si ella me tuviera la confianza suficiente para contarme su atormentado pasado.
     Siento el gran gran deseo de tocar sus labios con mis dedos, de acariciarle la mejilla, de abrazarla aún más fuerte... Ella se revuelve en su lugar de repente abre los ojos y de inmediato se lleva las manos al rostro se frota la cara y levanta la vista para mirarme, entonces su rostro se enrojece un poco y a mi se me escapa una sonrisa.

     —Buenos días —le digo.

     Ella me sigue mirando sin decir nada, en ese momento parece reparar en cómo de juntos nos encontramos y de inmediato desenreda sus piernas de las mías y levanta la espalda del sillón, rápidamente levanto mi brazo el cual está totalmente dormido.
     Emery se levanta del sillón, se dirige a la cocina y me mira desde allí.

     —Dije buenos días —vuelvo a decir enderezandome hasta quedar sentado.

     —Buenos días —responde, su voz suena adormilada y un poco más grave de lo usual. —Yo... creo que me iré a dar una ducha.

     —¿Te acompaño? —la pregunta sale tan atropelladamente de mis labios que incluso a mi me sorprende.

     Ella se me queda mirando como si tuviera dos cabezas y dice:

     —¿Te volviste loco?

     —Solo estoy bromeando —trato de que suene a una disculpa.

     ¿Qué mierda acabo de decir y por qué? Sone como un maldito degenerado.
     Ella solo asiente, se dirige hacia donde imagino que será su habitación y un momento después entra en el baño con las manos cargadas de ropa.

     Maso menos media hora después, la ducha deja de escucharse y luego veo a Emery saliendo por la puerta del baño, con el cabello mojado cayéndole por los hombros y vestida formalmente con Jeans negros y una blusa blanca. 

     No tengo lo que podría describirse como una mente sana, es más, cada vez que estoy con Emery se me pasan por la cabeza mil pensamientos que a veces como hace un momento, se me escapan de la boca.

     —Eh... —dice ella, entrando a la sala.—¿Quieres desayunar o algo?

     —Más bien diría almorzar, son las una del mediodía.

     Emery abre grandemente los ojos y acto seguido suelta una risa, yo me uno a ella y ambos permanecemos así, riéndonos de algo que ni siquiera tiene gracia.

     —Creo que dormimos demasiado —le digo.

     —Así es —concuerda.

     Luego de eso el ambiente se hunde en un silencio tenso, no sé qué decir exactamente y ella parece de lo más incómoda.

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