CAPITULO II

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Después de una semana de encierro voluntario, Kara se sentía atrapada. Había acabado las siete temporadas de la serie que estaba viendo, había leído dos novelas y había desempacado cada una de sus cajas.

Usualmente no le molestaba estar sola, pero con Jules iniciando el curso, se sentía aburrida y sin ningún propósito. Sabía que no podía posponer eternamente lo que su tía le había dicho, pero solo pensarlo le causaba un hoyo en el estómago. Decidió que sería bueno salir por un momento y tomar aire fresco, un poco de vitamina D para su pálida piel no le caería mal.

Se recogió el cabello en una coleta alta, tomó su cartera y salió de la casa. Estuvo dando vueltas por diferentes calles, escuchando música en su celular, sin aterrizar ningún pensamiento en particular. Había aprendido a ignorar las miradas curiosas de la gente a su alrededor, pero parecía que se habían duplicado, Kara supuso que era por las clases de Julissa que la atención había incrementado.

Entró a una cafetería que no tenía mucha gente, e inmediatamente se arrepintió al ver al chico Golden dirigirse hacia ella.

-          ¡Hey!— saludó el chico mientras se levantaba de su gabinete, donde estaban una chica y un hombre sentados, Kara observó a la chica rubia que estaba sentada a su lado que la miraba fijamente — ¿cómo estás? No te había visto por el pueblo últimamente.

-          He estado invernando –murmuró mientras metía sus manos en los bolsillos de la sudadera. — ¿No trabajas hoy?

-          La tienda de herramientas es un negocio familiar, puedo tomarme algunos días libres –explicó sonriendo encantadoramente, a Kara le recordó a un niño pequeño. — ¿Vienes a comer?

-          No, solo quería oler los alimentos –respondió automáticamente. Pensó que el chico se molestaría, pero solo se río más fuerte.

-          Tienes razón, pregunta estúpida. Por favor, come con nosotros –pidió señalando hacia su mesa. Inmediatamente su corazón se aceleró y su voz interior le decía: corre, idiota, huye.

-          Oh, no, realmente solo...

-          ¡Vamos! Mi novia se muere por conocerte –Kara sintió como se paralizaba mientras Jay la empujaba suavemente por la espalda. La chica rubia se levantó de su asiento y le sonrió ampliamente, sus ojos la recorrieron de arriba hacia abajo y Kara no pudo evitar pensar que seguramente estaba rompiendo toda la imagen ideal que tenía de ella.

-           Es un placer finalmente conocerte, Karalynn, ¿cierto? –se acercó y la abrazó fugazmente. Kara ahogó un grito de ayuda y torció sus labios intentando sonreír— lo siento, estoy muy emocionada. Hemos oído tanto de ti.

-          Ella es Emalia –la presentó su novio— es una aprendiz. Quizás eso ayuda a explicar su emoción— Kara la miró con mayor atención, intentando recordar si la había visto anteriormente.

-          Oh, ¿tomaste el curso con Julissa?

-          Hace cinco años –comentó mientras se volvía a sentar— cuando terminé la preparatoria me inscribí. Nunca logré conocerte, tu tía nos explicó que preferías quedarte en casa –hizo una pausa y después añadió: —veo que eso no ha cambiado – estaba diciendo algo que era cierto, sin embargo eso no le quitaba las ganas de pegarle un puñetazo en su perfecta nariz. — Tus ojos son sorprendentes, ¿es algo que corra en tu familia? Creo que si quisiera tener un defecto, me gustaría que mis ojos fueran de distintos colores –Kara la miró con el ceño fruncido.

-          No, no es de familia. Me teñí un ojo de negro, y el otro lo dejé igual, me pareció que sería un defecto increíble— respondió sarcásticamente. La sonrisa de Emalia se desvaneció lentamente, y un silencio incómodo abordó la mesa.

La ConjuradoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora