CAPITULO VII

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Jay quería golpear a su amigo más fuerte que nunca en su vida. ¿Estaba de broma? Habían conseguido llegar hasta aquí, y ahora que todo dependía de él, se comportaba de esta manera.

—     ¡Llama a tu suegro! Es su hija, y él no se está arriesgando, lo menos que puede hacer es pagar nuestro viaje. No sé tú, pero creo que necesitaré una compensación económica por pasar tiempo con esa escalofriante niña.

—     Ya te dije que accedió a pagar solo una parte, yo tengo algo de dinero pero no lo suficiente, ¡vamos Rik! Hace tres días me estabas presumiendo la cantidad estrafalaria de dinero que estabas ganando reparando coches de colección.

—     Es mi dinero, ¿en verdad esperas que lo gaste todo en una misión suicida en una persona que ni siquiera me gusta? —cuestionó sarcástico mientras tomaba de su taza de café. Se encontraban en un pequeño restaurante cerca del centro del pueblo, tenían menos de media hora que habían llegado, y no habían dejado de discutir.

—     ¡Estamos hablando de Emalia!

—     Exactamente.

—     ¡Mierda, Alrik! —gritó Jay.

—     ¿Qué más quieres? Estoy aquí arriesgando mi vida y quieres que gaste el dinero que he hecho con el sudor de mi frente, ¿te parece justo? —escupió mientras cruzaba los brazos.

—     Te voy a pagar todo.

—     Eso si sobrevivimos.

—     Vamos a vivir, y una vez que Em esté...

—     ¡Con un carajo, Jay! ¿En verdad no lo ves? ¿O eres tan estúpido en creer que en verdad tenemos una oportunidad?

—     No es eso.

—     ¿Entonces qué?

—     ¡NO PUEDO PERMITIRME PENSAR, NI POR UN SEGUNDO, QUE ESTO ES TODO! —gritó Jay, silenciando todo el restaurante. Jay murmuró una maldición y se tranquilizó. Continuó hablando en voz baja: —si me permito pensar, que todo esto es en vano, que Emalia en verdad está perdida por siempre, no puedo ni comenzar a explicar el vacío que me inunda. Así que, llámame estúpido... pero no me rendiré hasta tenerla conmigo...—se levantó y abandonó el establecimiento.

Alrik golpeó la mesa, esto era absurdo. ¿Qué era tan fantástico sobre ella? Sí, claro era guapa, pero no lo suficiente como para volver a alguien loco de remate, ¿Inteligencia? No lo creía, había intentado mantener conversaciones con ella y era técnicamente imposible.

—     Debe ser una diosa en la cama —murmuró para sí mismo tomándole su café.


...

Karalynn había dormido tan solo dos horas, y no seguidas

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Karalynn había dormido tan solo dos horas, y no seguidas. Se encontraba en el comedor, con una taza de café y escribiendo en su cuaderno miles de garabatos. Su tía la miraba sobre su hombro mientras hacia el desayuno, y tenía miedo. El mal genio de su sobrina solo se acentuaba aún más cuando ella no dormía, y por las ojeras debajo de sus ojos solo podía temer lo peor.

La ConjuradoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora