Kara se sentía contrariada, una parte de ella estaba emocionada por ver a Laroy, era de las pocas personas que sabía hacerla reír, sin embargo, sabía que no estaría de acuerdo con su misión, ni mucho menos que estuviera poniendo su vida en peligro; además de que el tener que lidiar con las mellizas detestables le provocaba nauseas, usualmente esto no le importaría a Kara, pero tenía que ser amable ya que requería un favor de ellas y eso le ponía los nervios de punta, y para poner la cereza del pastel, tendría que fingir extra si no quería que hicieran preguntas que la podrían exponer, lo que significaba que Kara tendría que estar en su mejor comportamiento, y eso era tan posible como que los humanos habitaran Plutón.
Después de casi tres meses sin una noche de sueño continúo, Kara se levantó sorprendida de que había pasado la noche sin moverse. Se sentía descansada y fresca, algo a lo que ya estaba desacostumbrada. Su ropa se encontraba tiesa, pero por lo menos estaba seca. Se sentía extrañamente alegre y llena de energía, por lo que se dirigió a poner café.
Miró su celular, eran casi las siete de la mañana y si quería que su día rindiera era mejor despertar a los cabezas de chorlito; sirvió tres tazas de café, las puso en una bandeja junto con sobres de azúcar sintética y se dirigió a la habitación contigua.
— Buenos días, chicos— ¿chicos? ¿qué era? ¿un programa infantil? —Hey, ustedes, sacos de músculos y huesos, es hora de levantarse —añadió intentando recuperar su mala actitud.
— Jay, hay una momia en nuestra habitación —dijo Rik sin abrir los ojos. Tenía su mejilla presionada contra la almohada y el cobertor cubría todo su cuerpo.
— A menos que quieras una ducha con café caliente, te recomiendo que te ahorres tus comentarios amargados —Kara caminó hasta la pequeña sala y colocó la bandeja en la mesa. —Hice café para que se despierten, tomen en cuenta que nunca hago algo así por alguien, así que considérense afortunados —Jay se levantó de la cama, con los ojos entrecerrados le dedicó una sonrisa adormilada, sus rulos estaban tan despeinados que le daban un aire salvaje, Kara se perdió unos segundos imaginando cómo sería pasar la manos entre ellos.
— Gracias Kary— estaba tan pérdida en su fantasía que se le olvidó que odiaba que la llamaran así.
— ¿Qué le hiciste? ¿Lo envenenaste? —dijo Rik incorporándose, a diferencia de Jay, el usaba sus pantalones. La voz de Rik hizo que saliera de su ensoñación.
— Puedes estar tranquilo, si te fuera a matar no sería con algo con lo que no puedo torturarte— le aseguró. Se sentó en uno de los sillones y comenzó a tomar su café. — Tendremos que salir pronto, por lo que propongo que pidamos servicio al cuarto y desayunemos aquí. Después podemos tomar un taxi y nos dirigiremos al apartamento de Laroy.
— ¿Así es como esto va a funcionar? ¿Tu diciéndonos que hacer? —preguntó Rik sentándose en el sillón vacío.
— Si
— ¿Pueden esperar por lo menos a que termine de amanecer para comenzar a discutir? —cuestionó Jay mientras se acercaba al teléfono.
La recepción se había encargado de pedirles un taxi por lo que no tuvieron que salir a buscarlo, Kara le dio la dirección al conductor y se dedicó a releer el diario de Lea. Estaba preocupada por su libro de conjuros, pero fue un enorme alivio cuando encontró el diario en su bolsa, junto con su laptop y cargadores. Por lo menos había rescatado lo más fundamental.
Rik iba en al asiento de copiloto, al momento de abordar estuvo a punto de sentarse a su lado, pero recordaron la petición de Jay por lo que dejó que éste se sentara atrás con Kara. Jay comenzó a entablar una conversación casual con el conductor, preguntándole sobre el clima, deportes y cosas por el estilo. Rik y Kara rodaron los ojos y los ignoraron el resto del camino. Jay pagó al taxista y se despidió efusivamente.
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La Conjuradora
FantasyKaralynn no sabe que perdió al amor de su vida, ni siquiera recuerda su existencia, sin embargo, algo en su interior se siente vacío. Después de la desaparición de su madre, Kara tiene que adaptarse a su nueva vida como Conjuradora: entre ayudar a l...