CAPITULO V

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En el camino de regreso a casa, Kara se detuvo en una pequeña tienda y compró un café grande; quizá había exagerado, no tenía razón alguna de haber tirado el jarrón enfrente de la clase de Julissa. Además del café, agregó unas galletas de chocolate y goma de mascar, pagó al trabajador y retomó su camino.

El aire frío en su rostro había ayudado a que se calmara, había prometido ya no desquitar sus emociones con su tía especialmente cuando estaba molesta, pero el bote de Nutella fue la gota que derramó el vaso, había tenido un par de días horribles, estaba cansada y confundida.

El aire fresco jugaba con su pelo y lo hacía bailar con él; suspiró fuertemente mientras recorría las calles del que ahora era su pueblo. Finalmente el sol se había ocultado, y las familias se encontraban en sus casas, probablemente cenando y conviviendo; a pesar de apenas tener un par de semanas viviendo aquí, a una gran parte de esas personas había ayudado, a algunos les eliminó una enfermedad terminal, a otros les ayudó a no perder su casa debido a una hipoteca mal manejada, a otros tantos les había indicado el camino para encontrarse con el amor y a alguno que otro les advirtió sobre una mala decisión que estaban a punto de tomar. 

Al ser una Conjuradora genética, no tenía que pasar por el entrenamiento de las aprendices, sin embargo, ella había tenido que tomar sus votos a una temprana edad, en cuanto tuvo conciencia de lo que era y lo que podía hacer. Nunca pudo ser egoísta, pensar en ella primero, consentirse un poco; era vital siempre pensar en los demás, su don era un servicio comunitario que cualquiera podría utilizar, excepto ella misma.

Cuando utilizaba la naturaleza como su fuente de poder podía realizar pequeños hechizos, siempre y cuando su intención no fuera egoísta y tuviera una buena causa. Era una línea muy delgada, que repentinamente la cruzaban por accidente muchas Conjuradoras.

Para llegar a ser una Conjuradora experta, más que tener poder, se debía tener sabiduría; muchas cometían el error de pasarse toda su vida buscando una fuente de poder, en lugar de buscar la sabiduría para saber elegir una fuente correcta.

Al haber crecido en una familia de Conjuradoras había aprendido rápidamente, sabía qué utilizar cómo fuente y con cada día aprendía a canalizar de mejor manera, tanto su madre como su abuela la habían enseñado durante toda su vida, preparándola para convertirse en la sucesora que ellas tanto deseaban, alguien que mantuviera la reputación de su familia. Alguien que las llenara de orgullo.

Finalmente llegó a casa, se dirigió inmediatamente a su cuarto y cerró la puerta. Se recostó en su cama, y sacó nuevamente el diario de su mamá; las hojas ya se encontraban gastadas de todas las veces que las había leído en los últimos días.

— Vamos mamá, deja de escribir mierda y di que fue lo que hiciste— murmuró abriendo el cuaderno en la página que se había quedado. Se incorporó y se sentó en el pequeño escritorio que tenía en su cuarto mientras bebía el café y comía sus galletas.

Después del destierro de su madre rara vez la había mencionado, Julissa continuaba diciendo que había fallecido, y cuando se refería a ella hablaba de un ser muerto.
No, Leandra no estaba muerta. Se encontraba en el limbo de las Conjuradoras: su último conjuro le había ganado el boleto de salida. Se negaba a aceptar que su amada hermana había roto la única regla, después de generaciones y generaciones de Conjuradoras devotas y sabias, se había roto la dinastía.

Un mes antes del conjuro final, como lo llamaba Kara, Lea había escrito lo siguiente:

15/05/2015

Lo haré, he tomado la decisión.

Esto no tiene una solución más que lo que tenía pensado, es mucho peor de lo que temía. No es nada bueno. Nada. Quizá mi hija me odie por lo que haré, pero si algún día llega a recordar, entenderá que fue por su bien. Nuestra misión es demasiado importante como para permitir que siga en riesgo. Tengo que empezar a preparar el conjuro, requerirá mucho esfuerzo, y tendré que utilizar la Fuente Directa para realizarlo. No estoy segura que me lo perdonen, pero no puedo quedarme de manos cruzadas.
Lo haré, he tomado la decisión.

La ConjuradoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora