CAPITULO XII

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Se habían despedido de las gemelas después de que Ayla se disculpara por la ofensa de Nayra, Kara solo guardó silencio y asintió, después de haber regresado del bosque, Ayla se había encargado de sanar sus costillas rotas y sus raspones, por lo que no podía permanecer molesta.

— Por lo que vi —había comentado Laroy cuando aún no llegaban a la casa de las hermanas—Jay estaba intentando un poco más que solo mantenerte de pie —se había mantenido en silencio casi todo el recorrido, pero Kara lo conocía demasiado bien como para creer que se quedaría sin hacer preguntas.

— Si quieres que te dé explicaciones, te quedarás decepcionado —hizo una pausa para tomar aire lentamente, aun le dolían sus costillas—y no es porque no me plazca, como usualmente sucede, es porque en esta ocasión, en verdad no tengo idea que ocurrió —Laroy la miró divertido. — ¿Qué?

— Kara, ¿te has estado engañando a ti misma? —Kara lo miró interrogante —No soportas a ningún ser humano que no sea Jules o yo mismo, sin embargo con él logras reírte, incluso lo dejas tocarte. Y tus sonrisas no macabras se dejan ver en tu cara cuando lo ves, ¿por qué intentas negarlo?

— ¿Negar qué?

— ¡Que te gusta!

— ¡No! —refutó como niña emberrinchada. Laroy sonrió ampliamente. Ella guardó silencio y dejó que la realidad se asentara. Muy bien, le gustaba Jay, ¿ahora qué?

— No significa que sea importante, solo que te gusta su compañía, su presencia, quieres pasar tiempo con él, y que continúe amaneciendo en tu cama.

— ¡Laroy! —gritó Kara escandalizada, causando una punzada de dolor.

— Calma, si te alteras afectarás a tus ya rotas costillas. Y antes de que lo preguntes, Jay lo comentó mientras esperábamos a que regresaras —Kara se quedó pasmada. ¿Jay les contó eso?

— Pero... él... las gemelas...

— Afortunadamente, fui el único que estaba prestando atención, por lo que los demás no saben de tu error confundiendo el pecho de Jay por tu almohada—Kara se sonrojó fuertemente, respiró un par de veces hasta tranquilizarse. Miró al cielo nublado y suspiró.

— ¿Qué tengo que hacer? —preguntó en voz baja. Laroy la observó unos segundos, y se sorprendió al ver lo vulnerable que Kara parecía; ella era fuerte, e independiente, sin embargo el ser Conjuradora genética había robado experiencias que cualquier chica debía vivir. Le dio un beso en la coronilla y dijo:

— No creo que haya mucho por hacer —Kara lo miró con el ceño fruncido—Alrik dejó muy en claro todos los motivos por los cuales cualquier relación sería imposible, y para tu mala suerte, Jay pareció creerlos —Kara volvió a bajar su mirada, y observaba como las pequeñas flores volvían a erguirse una vez que dejaban de pisarlas.

— Tienes razón, como siempre pero...

— Sin embargo—la interrumpió con una sonrisa ladina— no hay nada más excitante que hacer lo prohibido, ¿no crees? — dijo guiñándole un ojo.

Kara le devolvió la mirada, y segundos después la sonrisa. Una de las lecciones más importante que le había enseñado su madre era a no llorar antes de que le pegaran, por lo que no se preocuparía que pasara con Jay; lo más importante en su vida en ese momento era recuperar los recuerdos que Lea había robado.

— ¿Lograste descifrar algo del libro? — cuestionó Laroy cuando estaban a unos metros de la cabaña.

— Hice el conjuro pero no he tenido oportunidad de revisarlo —explicó molesta.

La ConjuradoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora