CAPITULO VIII

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— ¿Sabes que hay un límite de peso para el equipaje? —cuestionó mientras arrastraba las dos maletas hacia el mostrador, Rik fulminó con la mirada a Kara, ¿estaba loca? Pregunta estúpida, por supuesto que lo estaba. ¿Cuánto pesaba su maleta?

— Tranquilo, no me excederé— aseguró Kara.

— ¿Estás segura? —preguntó Jay.

— Si, son 25 kilos de límite. Quizá se pasa por un kilo o algo así, pero no será problema—respondió Kara encogiéndose de hombros. Llegaron al mostrador de la aerolínea y esperaron un par de minutos en silencio. Jay fue el primero en avanzar y subir su maleta. — Rik, ¿cuántos kilos crees que llevas en tu maleta? — preguntó Kara casualmente.

— 15 o 16, ¿por qué?

— Solo estaba pensando en que si me excedo de peso puedo meter algunas de mis cosas en tu equipaje.

— ¿Ah sí? ¿Sin un por favor?

— Rik, no seas ridículo, tendría que pagar extra y...

— Emmm, chicos—interrumpió Jay—me he excedido de peso—ambos lo miraron sorprendidos.

— ¿Y?

— Quieren que pague extra.

— ¿Por un par de kilos? Yo hablaré con ellos—exclamó Kara. No era posible que por un poco de extra kilos fueran a cobrar.

— Es más que solo un par—soltó Jay mirando al suelo.

— ¿Cuánto peso tu maleta? —cuestionó Kara.

— 37 kilos.

— ¿Qué? ¿Qué es lo que estas cargando? ¿El cadáver del dinosaurio Barney?

— ¡No! Eso pesaría muchísimo más—argumentó Jay ganándose una mirada molesta de Kara.

— Y yo preocupándome por la chiquilla—terció Alrik mientras se apretaba la nariz— Dime que dejaste todas las pertenencias de Emilia en la camioneta—suplicó. Jay lo miró con un sonrisa ancha.

— ¿Emalia? ¿Pertenencias? —preguntó una confundida Kara — ¿Por qué trajiste sus cosas?

— Porque seguramente cuando salga de la Nada querrá utilizar sus cosas —ambos lo fulminaron con la mirada — ¡no se molesten! Estoy siendo un buen novio, eso es todo.

Rik y Kara se miraron y ambos tenían la misma mirada asesina en sus ojos, Kara iba a decir algo pero la gente en la fila comenzó a decir que se movieran, y a empujarlos.

— Tengo una idea—anunció Kara —síganme—salieron de la fila y los dos chicos siguieron a Kara en los pasillos del aeropuerto.

— ¿A dónde vamos?

— Al baño.

— Gracias, pero no tenemos ganas de ir—respondió Rik. Kara se detuvo afuera del baño de chicas y le dio un golpe  en la cabeza.

— En momentos de estrés tus comentarios sarcásticos no son bienvenidos. No, no, simplemente tus comentarios no son bienvenidos—dijo Kara en voz baja, sorprendiéndose a sí misma usando una de las frases de una mamá; Rik le sonrió falsamente. —No sé porque no se me había ocurrido antes, puedo hacer un pequeño conjuro que encogerá nuestras maletas, las metemos en una bolsa y listo. Nos ahorramos trámites, peso extra y no tenemos que cargarlas.

— ¿Nos hiciste arrastrar estas maletas por todo el aeropuerto y hasta ahora esto se te ocurre? —cuestionó Rik.

— ¿Me reclamas a mí? No soy yo la que trae un cadáver cargando.

La ConjuradoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora