CAPITULO III

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Su racha de buen sueño le duró tan solo una semana.

Después de encontrar el diario de su madre no había hecho ninguna otra cosa más que leerlo, incluso cuando iba al baño lo llevaba con ella; estaba obsesionada. Los únicos momentos en los que se despegaba de él era cuando se sentaba a comer con Julissa o si había algún paciente a quien debía atender; por un extraño motivo no deseaba contarle sobre el descubrimiento a su tía. Al principio se había dicho que era porque no quería que la fuera a regañar por invadir la privacidad de su mamá. Los diarios eran bastante importantes en la vida de las Conjuradoras, gracias a ellos se podían hacer nuevos descubrimientos y el conocimiento familiar pasaba a través de ellos.

Pero iba más allá de eso, admitir que había estado leyendo el cuaderno más personal de Leandra se sentía como si tuviera que compartirla, y por más ilógico que pareciera, quería tenerla para ella sola. Estaba conociendo otro lado de su madre, el cual nunca había visto. Ante ella siempre se había mostrado tranquila, serena y capaz; al lado de Leandra, Kara se sentía como la persona más insegura del planeta. ¿Cómo había podido mantener la calma en todo tipo de situaciones?

Encontraba divertido cada vez que la mencionaba en su diario, la mayoría eran quejas, pero aun así resultaba entretenido recordar esas anécdotas a través de los ojos de alguien más. La primera entrada del diario era hacia casi un año, y no había mucho que contar. Hablaba sobre su vida cotidiana, solo mencionaba a algún paciente si era un casi extraño o fuera de lo usual.

Cada entrada no era más de media cuartilla; Lea no había sido de muchas palabras, por lo que no le sorprendía que incluso en su diario no se explayara sobre sus sentimientos y pensamientos. Rápidamente la percepción de su mamá comenzaba a cambiar, dándole una forma real, más humana.  Supuso que tendría que haber más diarios, según le había dicho alguna vez, su abuela le había inculcado el hábito de escribir sobre la vida, y había empezado desde edad temprana.

-          ¿Cómo serías a los 17 años? – preguntó al aire mientras se ponía su pijama — seguramente tu les decías a tu hormonas cómo comportarse y no ellas a ti.

Ahora que Jules se encontraba impartiendo el curso de las Conjuradoras Aprendices tenían de nuevo un rutina establecida; no importaba si no hubiera dormido, tenía que levantarse y a las 9:00 am desayunar con su tía, después de arreglar la cocina— había decidido que era más sencillo limpiarla cada vez que la utilizaran para evitar otro desastre como el de los platos rotos— tomaba un baño y se volvía a encerrar en su cuarto mientras que Julissa hablaba por Skype con Louis, su novio. El resto de la mañana, si había algún paciente Kara lo atendía y si no, volvía al diario.

A la hora de la comida, usualmente iban a la cafetería donde había visto a Jay y a Emalia, ya que después de comer Jules se iba directo al salón de clases para preparar la lección del día –aunque ya la supiera de memoria— Kara daba una pequeña caminata por el pueblo, especialmente por las calles pequeñas que no estuvieran muy concurridas.

Varias veces se había encontrado con el chico escalofriante de los ojos azules, Alrik, pero ambos eran lo suficientemente educados y se ignoraban mutuamente, por lo que no le causaba mucho conflicto, asumiendo que hubiera por lo menos tres metros de distancia entre ellos.

Una vez que había terminado de colocarse sus pijamas se dejó caer boca abajo en su cama, con el diario entre sus manos y reanudó su lectura:

5/2/2015

Nuevamente Karalynn huyó de la casa.

Tuvimos una discusión sobre su falta de compromiso con el legado familiar, reconozco que mis palabras fueron duras. Pero, ¿era necesario hacer tanto drama? Los vecinos se enteraron. ¿Cómo puedo ayudar a tener el control de su vida, si ni siquiera puedo controlar a mi hija?

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