CAPITULO VI

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No fue difícil localizar el domicilio, vivían a tan solo un par de cuadras de la calle principal, cuando menos lo pensaron se encontraban estacionados frente a una casa blanca de dos pisos, moderna y normal.
Cuando el rumor se había esparcido sobre que una familia de conjuradoras genéticas se mudaría al pueblo, mucha gente había asumido que habitarían una de las casas a las afueras, que tenían varios años abandonadas y que usualmente se usaban para las leyendas de terror que los adolescentes contaban entre ellos.

—     Esto es decepcionante —anunció Jay cerrando la puerta de la camioneta.

—     Lo sé —coincidió Rik. — ¿Dónde está la mansión escalofriante que se supone que iban a habitar?—su corazón comenzó a latir con fuerza, se sentía incómodo cerca de la conjuradora; cada vez que la veía algo en su mente le advertía de un peligro inminente, la misma sensación que da caminar solo por un callejón después de medianoche, solo que peor. La había visto en un par de ocasiones, siempre sola y caminando sin rumbo. Cuando la veía a la distancia no parecía aterradora, e incluso podía percibir la tristeza que irradiaba de ella, pero cuando intentaba acercarse, lo volvía a invadir la sensación de pánico y terminaba alejándose.

Tocaron el timbre y salió una mujer de cabellera rubia hasta la cintura, ojos cafés que reflejaban amabilidad, no parecía mayor de 35 años. La habían visto un par de veces caminar por la cafetería y habían oído hablar sobre ella en las calles, sabían que se trataba de la Conjuradora maestra.

—     ¿Los puedo ayudar? —su voz era suave y cálida, denotaba cortesía, pero desconfianza al mismo tiempo. Seguramente no estaba acostumbradas a recibir visitas por la noche.

—     ¿Aquí vive Karalynn? —preguntó Jay con una sonrisa tímida.

—     Sí, pero el horario de consulta ya acabó.

Justo en ese instante, Kara en su habitación se alarmó al sentir una energía fuerte y dominante, era la misma sensación del día de la cafetería y del ataque.

—     ¿Un Cazador? — murmuró mientras se acercaba a su ventana; pudo distinguir a dos chicos: el Golden Retriever y al que parecía vampiro en depresión.

Julissa miraba a los chicos con cautela, había visto al rubio en varias ocasiones y estaba segura que se trataba del mismo que le había causado un ataque de ansiedad a su sobrina el primer día que se mudaron, no sabía si debía dejarlos entrar; estaba cansada, los últimos días habían sido estresantes por la ausencia de Kara, y éste ultimo día lo había sido por su presencia.

—     Sabemos que es tarde pero tenemos una emergencia, realmente necesitamos su ayuda —explicó Jay. Julissa decidió que lo mínimo que Kara tenía que hacer después de desaparecer por varios días, era ayudarlos.

—     Pasen, mi nombre es Julissa, soy la tía de Karalynn—abrió la puerta y les guío por un pasillo largo hasta el interior de la casa, los llevó hasta el comedor. — Tengo que advertirles, mi sobrina no es un encanto y puede que por ser tal la hora, será aún peor.

—     Pensé que ya habías superado lo de la Nutella —terció Kara que estaba sentada en la barra de la cocina, usando pantalones de pijama extremadamente amplios y una blusa ligera de tirantes. Tenía su pelo sujeto en un chongo alto y varios mechones de cabello cubrían su cara. Jules la miró sorprendida, tenía toda la noche encerrada en su habitación y se había preparado para tener que convencerla que bajara a atenderlos.

—     Sigo molesta, no por la Nutella pero porque ahuyentaste a dos estudiantes con tus comentarios —y porque desapareciste por cuatro días añadió en su mente.

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