La almohada que Kara había puesto para dividir la cama, no había cumplido su función, ya que uno de los dos había roto el límite establecido, y para su sorpresa, había sido ella. Cuando abrió sus ojos, su visión borrosa tardó unos segundos en reconocer la habitación del hotel, movió su mano y se sobresaltó al sentir que estaba tocando a alguien. Rápidamente giró su vista, y se dio cuenta que estaba recargada en el pecho de Jay; empezó a rodar para regresar a su lado, pero cuando se movió, Jay puso su brazo sobre ella, atrapándola bajo su cuerpo.
— ¿Parece que te gusta romper los límites? —preguntó Jay adormiladamente. Kara sintió su corazón latir con prisa, con toda su fuerza se quitó el brazo pesado de Jay y rodó hasta su mitad.
— No es mi culpa que tuviera que compartir mi cama, simplemente estoy acostumbrada a dormir a mis anchas —explicó mientras se sentaba en la cama. Jay también se sentó y le sonrió.
— ¿Ya se despertaron los tortolitos? —Kara se encogió de hombros. Se levantó y comenzó a preparar café, Jay se acercó a ella, le quitó la cafetera de las manos y le dijo: —No te ofendas, pero tú café te queda muy cargado, ¿te molesta si lo preparo esta vez yo? —nuevamente se encogió de hombros y se dirigió al baño para cambiarse.
Había recibido otro texto de Laroy hacía veinte minutos, indicándole que en media hora los recogería en el hotel. Se apresuró a colocarse su ropa de tres días, y su pelo lo recogió en un chongo alto. Salió del baño y le dijo a Jay que se visitera.
Ambos abrieron la puerta del cuarto contiguo y encontraron solo a la mujer durmiendo plácidamente.
— ¿Dónde diablos está Rik? —preguntó Kara. Jay recogió su ropa y se vistió con prisa; salieron de la habitación cinco minutos después, aún sin rastro de Rik y sin haber probado el café.
— Quizá podríamos comprar un poco de café antes de emprender al camino a casa de las gemelas —sugirió Jay mientras bostezaba y Kara asintió. Cuando llegaron al vestíbulo, ambos se maravillaron al ver que el sol había salido y no había una sola nube en el cielo.
— ¡Buenos días! —anunció Rik entrando por la puerta principal del hotel. Traía en sus manos cuatro cafés, le entregó uno a ambos y se dirigió al recepcionista — ¿podrías entregarle este café a la chica en la habitación 516? Dígale que fue un placer conocerla y qué tenga una buena vida —el recepcionista lo miró confundido, pero Rik no le dio tiempo de nada, se giró y regresó al lado de Jay.
— Alrik —empezó a decir Jay, pero en ese momento el Lincoln negro se estacionó a fuera del hotel y Laroy salió del auto.
— ¡Laroy ha llegado! ¡Vámonos a los bosques! —exclamó Rik con excesiva alegría. Jay suspiró y caminó atrás de él, mientras Kara aun perpleja le dio un largo sorbo a su café, intentando asimilar el día que le esperaba. Aprovecho que estaba sola para mandar una foto a Julissa, hasta ahora solo le había mandado mensajes de texto.
Siempre educado, Laroy los saludó y expresó su alegría por el buen día que hacía. Kara supuso que esa había sido la razón por la que Ayla había pospuesto la visita, con estos rayos de Sol su poder sería mucho más fuerte y habría mayor probabilidad de éxito.
En el camino no hubo mucha plática ya que Laroy iba escuchando Iron Maiden con un volumen alto, mientras que cantaba con una voz gruesa y sacudía su larga cabellera. Poco antes de llegar a la casa, la música cesó y Laroy se dedicó a peinar su cabello en media coleta. Kara pensó que quizá hubiera sido mejor quedarse en el hotel y analizar el libro prestado, pero recordó a la mesera y un escalofrío le recorrió la espalda. Además de que, muy a su pesar, adoraba ver el ritual de las Nerta.
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La Conjuradora
FantasyKaralynn no sabe que perdió al amor de su vida, ni siquiera recuerda su existencia, sin embargo, algo en su interior se siente vacío. Después de la desaparición de su madre, Kara tiene que adaptarse a su nueva vida como Conjuradora: entre ayudar a l...