Capítulo 1

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20 de junio. 02:00 a.m.

El campamento Épsilon se encontraba a 15 kilómetros de Las Plantaciones, una villa encargada de las labores agrícolas para abastecer al ejercito de Dante. Yoana calculó que tardarían más de dos horas en llegar refuerzos desde el campamento, y aunque pudieran comunicarse rápido por radio, sería demasiado tarde para que lograran atraparlos. 

Cada semana llegaba a la villa un camión con comida y se repartía entre la población. Es cierto que cultivaban hortalizas, legumbres, frutas... pero estaba totalmente prohibido consumirlas. Desde Las Plantaciones salían cargamentos de alimentos frescos, y sin embargo, entraban a alimentos en mal estado, las sobras de los campamentos militares y las ciudades ricas.

La directiva de Danilo decía que no todos los ciudadanos tenían el mismo derecho para alimentarse, construyeron una pirámide social; en la base estaban los campesinos, esclavos que se encargaban de la ganadería y la agricultura, después estaban los soldados y algunas ciudades y, en la cúspide, Danilo y sus allegados. Los soldados se encargaban de repartir la cosecha.  Meses atrás el camión empezó a retrasarse un día o dos, hasta que pasó a ser dos semanas. Las familias se veían obligadas a fraccionar los alimentos, ingerir menos cantidades diarias para poder sobrevivir hasta la llegada de más reservas. Trabajaban horas extra para conseguir más comida, pero resultaba inútil, con suerte obtendrían una manzana más. Les habían inculcado que aquella era la única fórmula para que la especie humana sobreviviera. Era cuestión de suerte nacer en una villa esclava o en un campamento militar.  

Yoana había perdido a sus padres siete años atrás, cuando su hermano Jason apenas tenía nueve años. Intentaba cuidar de él lo mejor que podía, pero cada vez era más complicado, las leyes de la dictadura eran asfixiantes.

-¡Eh Yoana! Céntrate, explícanos qué has pensado-dijo Martínez impaciente. Ella lo miró con dulzura intentando ocultar su preocupación.

-No podemos saber qué día vendrá el camión, pero si sabemos a qué hora-dijo mirando a cada uno de los presentes.

-Las 12-aclaró Jason.

- Exacto, a plena luz del día. Lo fácil va a ser robar el camión, lo difícil viene después. Tenemos que escondernos en algún lugar del bosque y con tanta luz ...-dijo Yoana.

-¡Se os olvida que tampoco conocemos el bosque!- gritó Devon. Martínez le tapó la boca y Jason miró por la ventana para asegurarse de que ningún soldado lo había escuchado.

Eran las dos de la madrugada. Había toque de queda a las nueve y todo tipo de reuniones estaban prohibidas. La cabaña de Devon era perfecta para incumplir todo lo anterior; se encontraba en la parte más alta de la villa, se podía controlar la situación desde allí. El barrio era como un laberinto, lleno de calles oscuras y callejones sin salida, ideal para una escapada. Devon vivía solo, tenía 24 años y trabajaba en la sección de legumbres. Era corpulento, de piel pálida y pelo negro intenso; sus ojos, un poco rasgados, eran de color gris muy oscuro; sus labios delgados dibujaban una amplia sonrisa perfecta. No tenía familiares, nadie sabía su historia. Había estado implicado en varios escándalos con los soldados y guardas, pasaba días en la celda de comisaría, donde conoció a Yoana. Tuvieron algo parecido a una relación pero descubrieron que solo había amistad entre ellos y la atracción fue desapareciendo con el tiempo.

-Lo siento...  

- Quien no quiera hacerlo, que no lo haga-dijo Martínez-pero yo voy a salir de aquí aunque me cueste la vida.

-El plan es sencillo, no habrá problemas-dijo Jason clavándole la mirada a Devon- Yo no abandono.

-Ni yo, pero sigo pensando que es una locura. Tenemos un buen plan, pero cuando salgamos ¿qué? No sabemos qué nos vamos a encontrar fuera. Espero que no lloréis.

-Nadie va a llorar Devon-dijo Yoana levantándose-Estoy cansada de trabajar para nada, cansada de ver cómo se llevan nuestras cosechas y luego que nos traigan la fruta podrida. Cansada de ver en la televisión de la plaza los discursos patrióticos de Danilo. Estoy harta de soldados corruptos, harta de ver cómo se pasa la vida de mi hermano entre alambradas. No me da la gana seguir así ¿Lo hacemos o no?

Todos asintieron.

-Pues cuando a parezca el maldito camión seguid el plan- dijo con rabia. Le hizo una señal a su hermano para salir de la cabaña y Martínez lo siguió-Buenas noches Devon-Salieron con sigilo y no tuvieron problemas para llegar a sus cabañas.

Martínez también vivía solo, muy cerca de los hermanos. No media más de 1'75 y era delgado. Tenía el pelo rizado castaño y unos bonitos ojos marrones miel. Aparentemente era muy endeble, pero solo eso: "aparentemente", ya que en realidad tenía una agilidad que impresionaba. Prueba de ello era que había incumplido casi todas las leyes de Danilo y jamás lo habían descubierto. Con solo 17 años de edad podía presumir de haber vivido historias propias de un comic. Sus padres cayeron enfermos al igual que los padres de Yoana, infectados por la "Fiebre roja", que no tenía cura.

Yoana, Jason, Devon y Martínez tenían algo en común: no dejaban a ningún familiar atrás. Podían escaparse sin temer a las represalias.

Campamento ÉpsilonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora