Capítulo 2

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20 de junio 04:00 a.m.

Eran las cuatro  de la madrugada y Jason no pegaba ojo, pensaba en la reunión que habían tenido ese mismo día. Miró a su hermana Yoana que tampoco podía dormir esa noche, ni el resto de noches hasta que apareciera el camión, la única vía de escape de Las Plantaciones. La cabaña era una habitación simple, construida con barro y materiales del vertedero, como todas las de la villa. Los días de lluvia eran horribles, estas casas improvisadas se derrumbaban y muchas familias se quedaban sin cobijo. El invierno era insoportable y el verano interminable, todos los días en Las Plantaciones eran duros.

-Aquí no se vive, solo sobrevivimos.

-¿A caso sabes lo que es vivir?-preguntó Yoana desde su saco de dormir.

-No, pero lo quiero saber. Mamá siempre contaba esas historias...

-Ella tampoco vivió, las historias que nos contaba eran de nuestros tatarabuelos. Ellos sí tuvieron suerte.

Jason alargó el brazo y cogió la mano de Yoana, aunque no había luz la miraba fijamente, la admiraba. Adoraba su carácter y el coraje que mostraba siempre para seguir adelante. A Yoana se le hizo un nudo en la garganta. Si la huida no salía bien, no podría proteger a su hermano. Él tenía 16 años, era muy alto, moreno, sus ojos eran grandes y tenia las pestañas largas, algunas pecas sobre su nariz y unos labios que cualquiera envidiaría. Eran dos gotas de agua. Trabajaba en la construcción, se encargaba de mantener las cabañas en buen estado y reconstruir las que se habían derrumbado. En Las Plantaciones solo los menores de 12 años estudiaban, y no precisamente matemáticas, sino el "Manual de Danilo", cómo debes comportarte, la importancia del trabajo duro, el respeto a las autoridades y su versión de la historia de la humanidad. Sin embargo, su madre les había enseñado mucho más con algunos libros que guardaba enterrados en la cabaña, por supuesto estaba prohibido y lo tenía que hacer a escondidas. 

6:00 a.m

A las seis de la madrugada sonaron las trompetas. Todo el mundo en pie, media hora más tarde entraban en sus trabajos. Los hermanos se levantaron y siguieron con la rutina. Se asearon con el agua que recogían todos los días del depósito de la villa, desayunaron algunos pedazos de pan duro y compartieron un vaso de leche, las reservas se les acababan. Yoana se despidió de su hermano. Se colocó el sombrero de paja que la protegería del abrasador sol. Trabajaba en el campo de hortalizas y se ocupaba de quitar las malas hierbas.

 El guarda encargado de su sección solía molestarla constantemente, hasta que ella se hartó y colocó un saco de zanahorias en su casa, avisó a los soldados en una carta anónima y estos lo detuvieron durante dos meses acusado de robo. Cuando volvió a su puesto, Yoana le susurró al oído: "¿Te han gustado las zanahorias? La próxima vez será peor, pero como nos vamos a llevar bien, no habrá próxima vez. Si tu me ayudas, yo te ayudo". El guarda no se atrevía a enfrentarse a ella desde entonces.  Aprovechando esta situación empezó a robar parte de la cosecha que,  en algunos casos, regalaba a las familias más necesitadas. Los soldados no se percataban del robo ya que el guarda declaraba los kilos que faltaban como: "cosecha perdida por plaga".

Al llegar a las puertas de los huertos, Yoana se puso a la cola para firmar, con este sistema controlaban las horas trabajadas de toda la población.  La gente hablaba sobre la necesidad de que llegaran los alimentos pronto, algunos ya no tenían reservas. La cola avanzaba rápidamente.

-Mira a quien tenemos por aquí-se sorprendió el comandante Julio. Un hombre de unos 35 años, estaba al mando de Las Plantaciones- No te metes en lios desde hace...

-Cuatro meses y dos días exactamente-contestó y el rostro del comandante se volvió turbio.

-¿Te ríes de mí, Yoana? No puedes contestar a tus superiores ¿No te lo enseñaron?

Campamento ÉpsilonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora