Capitulo I

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Un nuevo Comienzo

Londres 1888

La joven profesora Catherine Smith llevaba dos magníficos años trabajando en un internado para señoritas ubicado a las afueras de Londres. Allí se encontraban sus dos grandes amigas Fanny y a las que quería más que nada en el mundo

Una visita inesperada cambió por completo sus perspectivas. Una excelente oferta había llegado, le habían ofrecido un puesto como institutriz en la casa del Vizconde Havisham en Londres, él era un viudo que tenía a su cargo una hija a la cual deseaba entregarle los mejores cuidados y educación. Ella no tenía otra opción más que aceptar ya que desde la muerte temprana de su padre sus únicas expectativas en la vida consistían en trabajar como institutriz

El día de su partida había llegado, se despidió con lágrimas en los ojos de sus queridas amigas de toda la vida. Era una decisión difícil, pero - ¡debo hacerlo! - se repetía a sí misma constantemente, en su corazón sabía que esto era lo correcto. Mientras se trasladaba de camino a Londres un día abrumadoramente lluvioso, rememoró su único encuentro con su nuevo empleador, Lord Daniel Havisham quien a pesar de ser un hombre muy guapo que aparentemente no superaba la barrera de los 35 años, tenía un semblante que lo hacía demasiado severo para su edad. Era viudo y tal vez había amado demasiado a su esposa - cosa que le parecía de sobremanera romántica y algo que jamás le podría ocurrir a una institutriz, las institutrices por lo general se quedaban solteras- meditaba apenada.

Después de unas horas de viaje en carruaje con una lluvia incesante, que volvió su estado aún más melancólico, por fin el coche habia estacionado frente a una hermosa Casa Blanca ubicada en el distrito de Mayfair. El cochero la ayudo inmediatamente a bajar, mientras la puerta de la casa se habría por donde se asomaba una mujer de mediana edad en un impecable vestido negro, que caminaba a su encuentro. La mujer era el ama de llaves como efectivamente le comentaba el cochero, la mujer la invito a ingresar y la dirigió por el pasillo mientras se presentaba como la señora Grey.

-Un placer conocerla, mi nombre es Catherine Smith.

-Mejor ingresamos a la casa para que puedas comer algo y descansar, ¡debes estar agotada! – respondió la señora Grey.

-Se lo agradecería mucho, pero debo ocuparme de mi equipaje primero.

-No te preocupes por eso Francis se hará cargo- se dirigió al cochero- Francis te podrías encargar por favor del equipaje de la señorita.

-Por supuesto, señora Grey- respondió Francis.

. Ambas mujeres se encaminaron hasta un salón de tonos rosa pastel donde abundaban los toques femeninos y las flores, ahí sentada bordando se encontraba una señora muy elegante de no más de cuarenta años. La señora Grey realizo las presentaciones informándole que estaba frente a la Vizcondesa viuda Lady Elizabeth Havisham, madre de Lord Daniel Havisham.

Buenas tardes Milady- dijo Catherine haciendo una reverencia.

Buenas tardes, señorita Smith- respondió la mujer que le pareció muy elegante y hermosa.

se hicieron los respectivos saludos y la señora Grey se retiró ordenando a una de las criadas que trajeran el té porque Lady Elizabeth había invitado a Catherine a tomar el té con ella mientras le hacía ciertas preguntas de rigor.

Mientras ambas cenaban, lady Elizabeth le hizo preguntas sobre; su edad, familia y trabajo. Las respectivas a la familia, eran las que más le dolían. Pero supo salir con hidalguía sobre ese asunto. Decidida a cambiar el rumbo de la conversación pregunto

- ¿Cuándo podré conocer a mi nueva alumna?

-Me temo que a esta ahora mi pequeña princesita está dormida. Su padre es muy estricto con el horario- respondió con dulzura.

- ¡Por supuesto Milady! no me había detenido a pensar en la hora- dijo excusándose, cuando sabía perfectamente, que eso era lo más lógico.

Terminada la cena lady Isabel le solicitó a una de las doncellas que le indicará el camino a su dormitorio. En el momento, que entro en la que sería su habitación los próximos meses, encontró un cuarto blanco, muy hermoso y diferente a lo que estaba habituada.

Después de media hora y tras acomodar un poco de su vestuario, se encontraba al fin acostada en la suave cama. Durmió plácidamente con el consuelo de que todo mejoraría.


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