"Así que... Se jodió la cosa"
La había dejado encerrada, a base de candados y barras de seguridad que solo un experto de la CIA podría descifrar y claro...él. Después de retirar el dinero de Diana lo había colocado en un botín que guardaría bajo siete llaves en alguna parte del pequeño departamento. Sin embargo, había dejado el dinero suficiente para la comida que necesitaba, sin mencionar alguna ropa de segunda que le compraría a su chica, tanteando, pues no se sabía su talla. Y después de algunas horas...había vuelto a casa.
- Mierda – se dijo a sí mismo al abrir la cerradura. Cerró la puerta y observó a Diana con una sonrisa radiante sobre el diván, con una lata de cerveza en la mano.
- Vaya, llegas y ya insultando...
- No te lo dije a ti, es que... ¿estás borracha?
- ¿Yo? – preguntó ella sorprendida, al mismo tiempo que soltaba una carcajada. La lata de cerveza revotó, cayendo al suelo.
Obed negó con la cabeza, tiró el botín sobre la pequeña mesa y con la otra mano tendió la pizza que había traído.
- Te dejo apenas una hora y haces esto. – la reprendió. – te he traído ropa y comida. – dejó la bolsa de ropa sobre el diván. – no puede ser...eres peor que una niña pequeña, te has tomado mi colección de Heineken... y ni siquiera... - cuando se detuvo, se percató de que hablaba solo.
La vio tendida, tenía los ojos levemente cerrados en un descanso profundo. Bonita. Muy bonita. Quizá había sido por algo que había terminado eligiéndola a ella de entre esas cinco mujeres. Quizá alguien intentaba decirle algo. Pero no quería ponerse a pensar en eso, al contrario, después lo notaría. La cargó entre sus brazos, intentando no despertarla. Los borrachos eran más duros que una piedra, pero aún así tuvo cuidado. Sus manos se aferraron a los muslos de ella, teniéndola con firmeza. Caminó hasta la habitación, abriéndola con una mano, sus músculos se tensaron cuando tuvo que acostarla sobre las sábanas en el suelo. 'Toda mi colección de Heineken'... pensó. Y una leve sonrisa se expandió entre sus labios.
- Lo lamento... - le dijo ella. Abriendo los ojos suavemente. Obed se tensó.
- ¿Por qué?
- Por tomarme tu colección.
- Da lo mismo.
- Pero dijiste que te molestaba.
- Ahora te digo que me da lo mismo. – intentó irse, apunto de colocarse de pie, sintió las tibias manos de Diana tomar le el brazo.
- No te vayas... - le pidió en susurros. El la miró a los ojos, era inevitable no hacerlo cuando lo necesitaba...se sentía tan bien cuando la miraba tan intensamente. – vamos, quédate... - murmuró ahora, acariciándole los bíceps. Obed lo sintió exquisito. Observó las pequeñas manos de Diana acariciarle el brazo. Joder ¿de qué me manera lo hacía que lo ponía tan tenso?
- ¿Para qué? – le preguntó, sin querer saber la respuesta, tan solo deseaba quedarse ahí mismo.
- No lo sé... - Diana lo empujó hasta ella, esta vez para que se acostara a su lado. Obed cayó tendido. Las fuerzas se le habían ido. De pronto se encontraba hechizado por ella y sus penetrantes caricias. – tal vez para que me digas tu nombre.
- Pensé que lo sabías... - dobló los brazos y los colocó bajo su cabeza. – Obed, Obed García.
- ¿Y por qué lo de ayer? – preguntó ella.
- ¿Qué cosa?
- Te detuviste.
Y una cosa era cierta. Los borrachos eran los más sinceros del mundo.
- Tú no querías... - le respondió sin sobresaltarse. No valía la pena molestarse de nuevo.
- ¿Cómo lo sabes? - Ella dio vuelta. Cayendo sobre el torso de Obed. Él volvió a posicionar sus ojos sobre los de ella. Esta vez sí tenía tantas ganas de hacerla suya. Tantas. Muchísimas. Le deseaba con toda su puta alma. Se relamió los labios. Necesitaba hacer suyo cada centímetro de su boca.
- ¿No es así? – le preguntó. Su brazo izquierdo le abrazó la cintura por detrás. Haciendo que sus cuerpos se junten más esta vez. Los senos de ella quedaron atrapados entre el torso de Obed.
- No... - le respondió ella. Mierda, ¿lo decía solo porque estaba ebria? O porque... ¿en verdad lo sentía así? – Obed... - una oleada de deseo se apoderó de él cuando la escuchó decir su nombre. Se la imaginó gritándolo ahora. Con la garganta ronca. Gimiendo. Duro. Al ritmo de sus caderas. Cubierta en sudor. Dándoselo todo. Hasta la última gota de su dulce sexo. - bésame... - le pidió. Y sí. Mil veces sí. Diana... lo estaba volviendo loco
ESTÁS LEYENDO
HELP ME?
CasualeSolo un suspiro y su vida cambio, solo una sonrisa y su corazón se enamoro. -CRAYON-