CAPITULO 2: ELLA.

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"El silencio también puede lastimar"

Abrió una lata de RedBull y se la tomó completa. Para luego estrujar la bebida y tirarla al suelo. Sus músculos estaban tensos, en especial los bíceps, pero que bien se veía igual. Guapo. Guapísimo. Traía los pantalones a la cadera, algo que le hacía sentir relajado, justo como necesitaba sentirse en ese momento. Caminó de un lado para otro, tomándose la última lata de RedBull, hasta que por fin la puerta de ese descuidado departamento, que había rentado por unas horas, empezó a sonar. Sin más demora abrió la puerta de un jalón dejando entrar al departamento a su "manada", cuatro chicos igual de atractivos o menos, cada uno traía consigo una cazadora de cuero. 

- ¿Dónde están? – le preguntó Castelan a Obed, él solo se limito a señalar la primera puerta del pasillo de habitaciones. Sin siquiera hablar. Los cuatro hombres que habían entrado caminaron hasta la habitación, en donde cinco chicas se encontraban inconscientes. – Vaya, vaya...- rió Castelan, al observar a las cinco mujeres sobre el suelo. Guapas. Sensuales. Jodida mente provocativas. Una de ellas sobre todo, le llamó la atención. - ¿a cuál me llevaré? – preguntó riendo de nuevo, y el sollozo de una de ellas se escuchó fuertemente. – Shh...- dijo colocando su dedo índice sobre sus labios.  

  - Tú escoge. – le indicó Obed

- La quiero a ella. – señaló con el dedo a una de las dos rubias que sobresalían entre las cinco. Todas empezaron a sollozar, completamente asustadas. Obed la "ayudó" a pararse y se la entregó a Castelan como si se tratase de una lata de cerveza.

- Yo quiero a ella... - intervino Dann, señalando a la morena de en medio. Obed hizo la misma acción, quitándose de encima a dos de las cinco mujeres. 

 - Yo quiero a la última. – señaló Osvaldo, Obed se acerco a la chicha y la ayudó a ponerse de pie, y se la entregó igualmente a Osvaldo, ahora quedándose con solamente dos mujeres.

- Yo a ella. – sentenció Tonny señalando con la punta del dedo índice a Diana. Fijándose minuciosamente en el bonito escote que tenía en su blusa.

- No. – negó Obed. – ella es mía.

- ¿Y desde cuando tú eliges?  

- He hecho la mayor parte de esta jodida misión. Lo justo sería que yo me la llevara. – le dijo Obed. De alguna manera su sentencia tenía fundamento, pues Diana manejaba más cuentas bancarias que las demás.

- Vale, vale...- contestó Tonny, fastidiado. – me llevo a la otra.

Y al cabo de dos minutos, cuatro hombres tenían a cuatro mujeres junto a ellos. Cuatro secuestradas. Con la intención de hacer que cada una de ellas, roben a sus propias familias accediendo a las cuentas bancarias de estas. Cada hombre se iría con una de ellas a distintos lugares del mundo. Para no poder ser encontrados jamás. Y volver con las manos llenas de dinero, con las secuestradas... muertas.

Obed cerró la puerta, su destino era Landres. Partiría de Las Vegas esa misma noche, antes de que se hiciera pública la desaparición de Diana y empezaran las investigaciones. Se volteó, ahora se escuchaba tan solo el apacible silencio entre los dos. Sentía los bonitos ojos de la chica sobre él, observándolo...observándolo todo el tiempo. "¿Qué más quieres mirar nena?" Sonrió "Tal vez más abajo..."

- ¿Qué miras? – le preguntó. No obtendría respuesta, pues Diana traía la boca tapada. Se acercó a pasos lentos hacia ella. Pudo darse cuenta de lo asustada que estaba cuando sintió que empezaba a temblar, cada vez que se le acercaba más y más. - ¿Por qué el miedo? – le preguntó, y soltó el pañuelo que ataba sus labios. Soltó un respiro.

- ¡Déjame salir de aquí imbé...

- Hey, hey... - posó sus manos sobre los labios de la chica. Ella, al no poder defenderse solo se quedó callada. – No se insulta al jefe guapa...

- No me llames guapa. – le pidió ella. Cabreada. Obed sonrió. "Bonito carácter..."

- ¿Y cómo te llamo? - aprovechó que aún se encontraba atada de manos y pies. - ¿desperdicio de la humanidad?

- Van a encontrarme. – le dijo ella. Y eso pareció molestar a Obed más de la cuenta, cambiándole por completo el ánimo.

- ¿Te piensas que es fácil muñeca?

- No me llames muñe...

- Te estoy hablando. – le dijo firme. Diana se quedó callada. – no lo es conmigo ¿vale? Acostúmbrate. Ningún estúpido policía va a encontrarte mientras estés conmigo. Estás con el mejor, – de pronto una leve oleada de deseo invadió a Diana al escuchar esas palabras. Observó a Obed, embelesada por esos enormes ojos marrones que recién empezaba a ver. Caramelo, y un cabello tan oscuro como la noche, una combinación perfecta con su piel. Unos bíceps ligeramente cubiertos por capa de sudor. Unos labios rosados, deliciosos con solo verlos. – el mejor secuestrador de todos ¿me has oído? – la miró a los ojos. – Y te irá mejor si no intentas nada nena, no querrás conocerme de verdad... - le advirtió. - alístate... – le dijo por última vez.  

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