CAPITULO 17: ¿TEMOR?

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Y después de aquella noche, no quiso amanecer con ella, verla despertar...ni mucho menos besarla deseándole una bonita mañana. Tenía miedo. ¿Miedo alguien como él? Que había pasado por las peores cosas de la vida, que había enfrentado los golpes más bajos y las experiencias más sucias... ¿él? Sí...le parecía tonto, estúpido, una completa broma, pero no había nada más verdadero que aquello: Obed García tenía miedo. De ella. De Diana. De lo bien que se había sentido anoche. De lo increíble que había sido tener sexo con ella. De lo estupendo que fue besar la, tocarla, sentirla...estar en su cuerpo por pequeños minutos...escucharla gemir, respirar, pidiéndole más. De lo hermosa que era...aparte de tener un hermoso culo, unos buenos senos, preciosas caderas y más...era muy bonita. Tan sutil. Tan mujer. Con un increíble carácter. Con unos ojos preciosos. Con una sonrisa increíble. No, no podía ser cierto...no podía creerse que era la primera vez que pensaba eso de una mujer. Se rió en su sitio. Hacía muchísimo frío. Se abrazó por sí solo...cuanto le hubiera gustado que ella lo abrazara en ese momento. Respiró hondo y marcó el número de uno de sus colegas en ese teléfono público, al mismo tiempo que cerraba la puerta de la cabina telefónica para hablar con más privacidad.


- ¿Aló? – le contestó él. La voz de Castelan no había cambiado en nada.

- Habla Obed. – le afirmó él.

- No te había reconocido. – admitió Castelan, mientras se aclaraba la garganta. – he tratado de contactarte toda la puta semana... ¿sabes? Tengo que hablar contigo.

- Bueno, ya estamos hablando.

- Sí eso... - se hizo un silencio entre los dos. Obed esperó a que su colega empezara a contarle, lo conocía desde siempre, y definitivamente algo le pasaba en ese momento. – vas a decir que soy un cabrón.

- Joder Castelan, he dejado a Diana sola... ¿me dirías de una vez? – le exigió Obed.

- Ya... - susurró al otro lado de la linea. – tengo el dinero de mi secuestrada... - empezó a contar. – no ha quedado nada en sus tarjetas, absolutamente nada. – continuó.

- Ajá...

- Pero no podré hacer más...

- ¿A que te refieres?

- No me pidas que la mate. – dijo Castelan. Entonces Obed comprendió lo que pasaba.

- Yo tam...

- No puedo Obed. – admitió su colega. – se me hace imposible... se que no te he fallado en ninguna misión, que siempre las he terminado pero... no puedo con ella...

- ¿Por qué? – le preguntó Obed.

- Estoy enamorado.

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