Antes y ahora, la maldición del sueño, y el anhelo del despertar

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A veces me pregunto: ¿por qué será que tú me inspiras tanta inspiración?
Tú, quien siempre me mimaba y me hacía sentir especial, acompañada por tu cálido rostro en expresión de risa, y tus ojos achinados transmitiéndome felicidad.

Pienso en lo duro que es para mí verte hoy en día en la situación en la que estás.
Pienso en las veces en las que me reconocés y me sonreís como solías hacerlo antes, pero que al verte a los ojos, ya no te encuentro.
Y pienso en que, como si todo esto fuera un estúpido sueño, de repente te despertarás y me reconocerás del todo. Reconocerás a todos. Despertarás de todo este sueño, de toda esta maldición.
Te despertarás y estarás confundida, pero no perdida, porque sabrás que estás, finalmente, en tu hogar. Observarás todo y preguntarás qué ha sucedido en todo este tiempo, y te sorprenderás de todo el tiempo que ha pasado, de todo lo que he crecido.

Tu pequeña Luli ha crecido, Baba. Ya no le da pedacitos de pan a las palomas, ya no se hamaca en la plaza Gomensoro, ya no compra la cajita feliz ni come en Mcdonalds. Ya no toma Coca Cola ni come banana para curar sus dolores. Ya no va a visitarte al apartamento 201 del edificio Aumy ni se queda a dormir en la cama doble mirando una película en la gran tele.
Ya no ayuda a Selva a decorar sus ricas tortas. Ya no baila frente a los variados espejos, sobre la beige y suave alfombra del suelo.

Pero tu pequeña Luli, ya grande, sí que le da pedacitos de su alma a las personas que quiere, y se hamaca bien alto en la bella vida que vive.
Ya no necesita comprar cajitas felices, porque se las gana con solamente ser ella. Para curar sus dolores toma las herramientas que le otorgan sus experiencias, y se come los aprendizajes que rescata de ellas.
Ahora, va a visitarte al apartamento 126 del Hogar Israelita, y se queda a mirar tras una gran pantalla a su querida abuela.
Decora con ricas tortas a la selva de la vida y hace de ella un dichoso baile, reflejado en su propio espejo.
Ojalá te despertaras y te enorgullecieras de todo lo que he logrado, Baba, ojalá.

Y tú, en la actualidad, cantando como si nada hubiera pasado, como si nada pasara. La música te trae de vuelta a la vida, a la memoria; te hace presente.
Y tus manos temblando. Yo las sujeto bien fuerte, intentando que se sientan en casa, que se sientan seguras y en calma. Les digo que no tengan miedo, que no se van a caer.

Y tu mirada: perdida en el horizonte. Tus ojos: vacíos. Tu gran sonrisa: transmitiendo felicidad. Pero tu rostro está en la pobreza, al igual que tu memoria, porque tus ojos no sonríen más, ni reconocen su ubicación.
Ya no vas a la sinagoga de la NCI a cantar y entusiasmarte con las canciones al lado de Dubón. Ya no recibís a tus hijos y sus familias todos los sábados para almorzar, ni preparás las mesas de los jaguim para compartir lindos momentos familiares.
Ya no transmitís alegría en los cumpleaños y reuniones familiares porque ni siquiera estás presente en ellas. Ya no cocinás tu típica torta helada de dulce de leche, la cual deleitaba a tantas lenguas.
Ya no pensás, siquiera. Ya no hablás con coherencia. Ya no controlás tus acciones ni tus palabras. Ya ni podés seguir el hilo conductor de una conversación por más de dos frases. Ya no te acordás de lo que hiciste o dijiste hace cinco segundos atrás, ni reconocés a todas las personas que te van a visitar.
Ya no hacés tantas cosas...

Pero increíblemente una cosa sí hacés, ya que tu memoria afectiva sigue en pie.
Si por un segundo, sólo por un segundo, reconocés con alguno de tus sentidos (tus oídos, tus ojos) a una persona muy querida, o algo que te haga acordar a los buenos tiempos, repentinamente volvés. Volvés a tu hogar. Volvés a la felicidad.
Y ahí, justo ahí, deseo intensamente que te despiertes. Deseo que acabe esta maldad.

Quiero confesar que me he sorprendido bastante al enterarme de que tú, después de todo, no eras siempre tan alegre, abierta y cálida como yo te veía.
Aunque ahora te encuentres en una situación muy fea, tu debilidad y fragilidad actual te hacen reflejar la parte positiva de ti, la que me mostrabas.
Y eso, de alguna manera, refleja que hay por lo menos una pequeña parte positiva en esta enfermedad.
Con ella presente, no demostrás más árboles bañados de nieve, pero sí árboles floreados.
Tu invierno se ha quedado en el pasado, y ni siquiera se ha guardado en tu memoria. Mas la primavera está más presente que nunca, y las flores, por más perdidas que estén, dominan tus pocos recuerdos, y también abrazan a los momentos de ahora.

Es como una máquina del tiempo, y el tuyo está retrocediendo luego de un gran salto. Tus sentimientos positivos, alegres y afectivos de humana, dominan tu ciega mente, tus mudas palabras y tus sordas acciones, tal como un bebé en sus primeros años.
Mirás al mundo como si todo fuera nuevo. Vivís dentro de una burbuja, la cual te aleja de tus seres queridos por más que estos se acerquen.
No comprendés a la vida ni la cuestionás, pues tu voz está trancada, y tu poder de actuar en el mundo está clausurado.
Tu mundo interior se está desvaneciendo ahí dentro, pero tus recuerdos, tu vida, la está archivando, de a poquito, el cielo.

(2015)

Gotas de mi almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora