Capítulo 6

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—Me vuelves loco, Alejandra, en todos los sentidos...—Me mira.

—Y... ¿Eso es bueno, o malo?

—No lo sé...—Su voz suena apagada. Vaya... ¡Toma sinceridad Alejandra! No sé como debería tomarme eso.

—¿Cuántos años tienes, Víctor?—Se pone tenso.

—¿Saber mi edad es importante para ti?—Contesta.

—¡Sí!—Murmuro.

—Veintinueve, tengo veintinueve años—Me quedo quieta mirando el techo— ¿Eso te supone un problema?

—No, no lo creo. Pero es raro, deberías acostarte con chicas de tu edad.

—Resulta que tengo grabada en mi memoria la contestación que me diste en el baño de la discoteca cuando follamos por primera vez. ¿La recuerdas?

—No, refréscame la memoria—cegada por la pasión de aquel día, fui capaz de decir cualquier estupidez. A ver con que me sorprende ahora.

—Fue algo así como... «Oh cielo si follo contigo, serás tú el que no quiera hacerlo con nadie más», y resultó ser verdad, ¿sabes? No quiero hacerlo con nadie más.

¡Oh, sí que recuerdo aquella frase, no sé de que lugar de mi mente salió. Si él supiera que yo me quede más sorprendida que él en cuanto la solté!

—¡Solo quiero follarte a ti, Alejandra!—Me mira, evaluando mi cara por esa afirmación.

El corazón se me encoge, estamos hablando de follar, ni un puto sentimiento más, ¡solo follar!¿Puedo hacer eso? Por el momento sí, pero sé que saldré escaldada de todo esto, en mi fuero interno lo sé. Me incorporo mientras el me mira desde su posición, voy recogiendo mi ropa esparcida por el suelo y me visto con calma.

—¿No vas a decirme nada?—Pregunta.

—No creo que sea necesario, los hechos hablan por si solos. Follamos cada vez que nos vemos, ¿no?

—Y, ¿por qué parece que estás molesta?

—No lo estoy, lo que estoy es cansada, es tarde. Dejemos está conversación para otro momento, ¿quieres?

—¡Está bien, como desees!

Se levanta y se viste sin prisa, mirándome de tanto en tanto. Cuando estamos listos, Víctor, asoma la cabeza por la puerta para cerciorarse de que no hay moros en la costa. Salimos y cogidos de la mano me acompaña hasta la puerta. Nos paramos uno en frente al otro, sin hablar, sólo mirándonos. Su mirada es tan intensa... Con su mano en mi nuca, me acerca a su boca y me da un beso tierno. Nos despedimos, no quedamos ni en vernos, ni en llamarnos ni en nada. Acabaremos encontrándonos tarde o temprano.

Entro en casa con una sensación rara, con sentimientos encontrados. Por un lado me siento bien. Bien porque, por una vez en mi vida he hecho lo que quería, dejando atrás a mi otra yo, esa que le pone pegas a todo, esa que evalúa cada paso, la que busca sentirse segura y nunca se arriesga a nada, la que nunca hace nada por miedo a lo que los demás puedan pensar. Sí, por primera vez he dejado a esa yo encerrada en algún rincón y no me arrepiento. Y también me siento mal. Esta última conversación con mi portento me ha dejado pensativa. Sus palabras repiquetean en mi cabeza «Solo quiero follar contigo, Alejandra». Veamos... soy consciente que nosotros no tenemos una relación, es demasiado pronto, nos estamos conociendo, o eso creía yo. Y además es mucho más joven que yo. Con su edad es normal que no piense en una relación, y mucho menos con una mujer que casi le saca diez años. Ahora entiendo sus evasivas al hablarme de su vida privada y personal, si solo quiere de mi una relación física... ¿Para qué contarme nada? Sí, algunas piezas de este rompecabezas empiezan a encajar.

No quería enamorarme y apareciste túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora