Capítulo 20

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He quedado en el aeropuerto a las nueve y media, el avión de Estela no sale hasta las once y media, pero hemos quedado temprano para despedirnos con tranquilidad. Los aeropuertos siempre son un caos y con todo el mundo corriendo de aquí para allá, tardo en encontrarlos. Cuando me ven, hacen una radiografía exhaustiva de mi aspecto y ponen mala cara. Sé por esas caras que se avecina una regañina. No me ha servido de nada maquillarme más de lo habitual para intentar disimular las ojeras ni ponerme ropa más holgada.

—¡Eh cielo! ¿Cómo estás?—Estela me abraza.

—Mejor...

—Pues nadie lo diría, estás muy delgada y tienes ojeras, lo que quiere decir que sigues sin comer ni dormir.

—Que observadora...—Fulmino a Carla con la mirada.

—Tranquila, Alex, ya sabes como es...

—No sé que mosca le ha picado, pero me tiene contenta.

—No habléis de mí como si yo no estuviera. Solo me preocupo por ti, Alex.

—Gracias—respondo irónicamente.

—Venga chicas por favor—dice Estela—, vamos a tomarnos un café, ¿vale?

Las tres junto con Jared nos dirigimos a la cafetería. Allí las aguas vuelven a su cauce y volvemos a ser las tres amigas de siempre. Cuando oímos por megafonía que el avión con destino a Los Ángeles despegará en cuarenta minutos, nos ponemos tristes. Llegó la hora de la despedida. Los acompañamos a la puerta de embarque y entre lágrimas les decimos adiós. Carla y yo, permanecemos allí hasta que el avión despega, luego cogidas del brazo salimos a la calle.

—¿Qué vas a hacer ahora?—Me pregunta Carla.

—Voy a casa a preparar el equipaje, el viernes me voy a Asturias.

—¿Ya te vas el viernes?

—Sí, es tontería esperar al lunes, quiero largarme cuanto antes.

—¿Qué les dirás a tus padres?

—No lo sé, supongo que la verdad—mi amiga asiente.

—Es lo mejor, Alex.

—Sí, yo también lo creo así.

—¿Te veré antes de que te vayas?

—No lo creo, en cuanto termine de preparar las cosas volverá a Benalmádena. Me iré desde allí.

—¿Sigues enfadada conmigo por lo que te dije?

—No, tranquila. Respeto tu opinión siempre y cuando tú respetes la mía.

—Lo hago, Alex.

—Te lo agradezco.

—¿Me llamarás?

—Por supuesto.

—Cuídate, ¿vale?

—Sí, lo haré.

—Prométeme que vas a comer.

—No te preocupes, es difícil no hacerlo estando en casa de mis padres. Seguro que mi madre me recibe con una buena fabada, y a ese manjar no podré decir que no—nos abrazamos.

—Esperaré impaciente tus llamadas.Te quiero, loca.

—Y yo a ti, cuerda—permanecemos abrazadas unos minutos más y luego cada una sigue su camino.

Cuando llego a la urbanización, veo alejarse la moto de Víctor. ¿Qué estaría haciendo él aquí? ¿Habrá venido a verme? Sigue llamándome cada día, dejándome mensajes de voz en el contestador y enviándome wuas, pero yo sigo en mis trece, no quiero saber nada de él. Así que ni contesto a sus llamadas, ni escucho sus mensajes, ni leo sus wuas. Al contrario, lo borro todo sin contemplaciones. Si sigue insistiendo de esta manera, no me quedará otra que cambiarme el número de teléfono. Tengo sus cosas en uno de los cuartos que no utilizo de mi casa, no me he atrevido a tirarlas a la basura. Tengo que pensar en hacérselas llegar de alguna forma.

No quería enamorarme y apareciste túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora