Capítulo 9

855 60 3
                                    


En silencio entramos en el cine. A los diez minutos de estar sentados en nuestras butacas, se levanta y me dice que se va a por palomitas y unas bebidas, asiento y mientras baja la escalera me quedo absorta mirando su trasero, ¡Dios, es que está para comérselo enterito! No creo que pueda prestar mucha atención a la película, Víctor resulta ser una poderosa distracción, sobre todo para mis sentidos. Intento concentrarme al máximo en las imágenes que se desarrollan en la pantalla, pero el constante roce de nuestros muslos hace que sea imposible. Cuando Víctor apoya una mano en mi rodilla, contengo la respiración y lo miro de reojo, luego miro a nuestro alrededor.

Hay demasiada gente, no creo que se atreva a pasar de ahí, si lo hiciera, estaría perdida y los dos seríamos portada de los periódicos al día siguiente por pervertidos. Su mano sube un poco más y sus dedos trazan círculos en mi muslo. Nos miramos. En sus ojos puedo ver claras sus intenciones, pero no puedo permitirle continuar. Le digo que no con la cabeza, lo que hace que mi portento se aproxime más a mí y pegue sus labios en mi oreja.

—¿No quieres jugar?—Me susurra.

—¡No!

—Eres una cobarde.

Su lengua juega con el lóbulo de mi oreja, pasa a mi cuello y desde allí, va dejando un reguero de besos hasta mi hombro. Gimo involuntariamente, cierro los ojos para no ver, sólo quiero sentir... Para mi frustración, mi conciencia se niega a dejarlo seguir. Muy a mi pesar me veo en la obligación de no dejar que continúe abrasándome con su lengua. Nunca me han detenido por exhibicionista y no quiero que esta sea la primera vez. Haciendo de tripas corazón, apoyo mi mano en su pecho y lo empujo un poco para que se aparte, él se detiene, mira a mis ojos y luego a mi boca.

—¡No, por favor Víctor... no sigas!

—Alejandra, lo estás deseando.

—¿Estás loco? ¡Ésto está lleno de gente!

—Claro qué estoy loco, pero por ti. La gente me da igual.

—Pero a mí no, Víctor. O lo dejas, o me largo—le digo convincente.

—¡Está bien, por esta vez tú ganas!

—Gracias.

—Todavía no me des las gracias, no puedo prometerte que no vuelva a intentarlo otra vez. ¡Eres una tentación muy grande, cariño...!—Me guiña un ojo y con una sonrisa en esos labios tan sensuales se gira y contempla la pantalla como si no hubiera pasado nada.

Los noventa minutos que dura la película, son los más largos de toda mi vida. Mi cuerpo me traiciona anhelando las caricias de Víctor. El muy cabrón lo sabe y no ha vuelto a ponerme un dedo encima. Suspiro. Cinco minutos más dejándolo hacer a sus anchas y no hubiera dudado ni un segundo en follármelo aquí mismo. La única satisfacción que me llevo, es no haberlo dejado salirse con la suya. Estoy más cachonda que nunca pero, ole por mí. Tengo la mente tan activa por el calentón que hasta me sofoco. Ni siquiera había reparado en la mirada escrutadora de mi portento.

—¿Estás bien?—Pregunta divertido.

—Perfectamente.

—¡¡JA!! Mentirosa.

—¡ Y tú gilipollas!

Me levanto con tanto brío, que se me engancha el pie en la chaqueta que tengo en el suelo, lo que provoca que me caiga de rodillas a los pies de Víctor. ¡Joder que patosa soy! ¡¡Qué vergüenza!!

—¿Tan ansiosa estás qué te postras a mis pies?

—¡¡Vete a la mierda!!—Le espeto furiosa.

No quería enamorarme y apareciste túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora