Capítulo 11

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Antes de que suene la alarma del móvil me despierto. Son las seis y media de la mañana. Apenas he dormido cuatro horas y me duelen todos los músculos de mi cuerpo, pero no me importa, me siento exultante. Hemos pasado nuestra primera noche juntos con un aprobado de sobresaliente. Víctor me tiene prisionera contra su pecho. Mmm, me quedaría así todo el día entero, entre sus brazos, pero el deber me llama.

No tengo tiempo de ir a casa para ducharme y cambiarme de ropa, así que entro en el cuarto de baño y me doy una ducha rápida. Cuando salgo, él sigue durmiendo como un tronco. Recojo mi ropa que sigue en el suelo y vuelvo a entrar en el baño para vestirme. Aún con el albornoz de mi portento puesto, tarareo bajito una canción mientras me seco el pelo con una toalla. No oigo abrirse la puerta porque estoy muy concentrada reviviendo en mi mente la noche anterior. Cuando me giro para colocar la toalla en la barra de metal, me encuentro a Víctor apoyado en el quicio de la puerta mirándome embobado. Con esa sonrisa típica suya, se me acerca y me besa.

—Buenos días, preciosa, parece que te has levantado contenta.

—Así es, cansada pero muy contenta.

—Me alegro, eso quiere decir que ayer no lo hice mal...—alardea.

—Eres un engreído, ¿lo sabías?

—¿En serio?—Me dice haciéndose el ofendido.

—Sí, pero para ser sincera, que esté así es gracias a ti, el merito es tuyo—le guiño un ojo.

—Eres una mujer increíble, Alejandra—me abraza por la cintura y aparta de mi cara el pelo mojado—, eres preciosa, inteligente, simpática... Tienes todo lo que un hombre podría desear, y ahora eres toda mía—. Me besa y me aprieta contra su cuerpo convencido de lo que está diciendo.

Sus dedos hábiles deshacen el nudo del albornoz y desliza sus manos por mi cuerpo— ¡Te deseo, Alex!

—Tengo que ir a trabajar, Víctor...—respondo contra sus labios.

—¿Comemos juntos?—Pregunta resignado.

—No puedo, he quedado con Carla.

—¿Y esta noche?

—Ya veremos, ¿vale?—Sonrío—. Ahora sé un niño bueno y deja que termine de vestirme y arreglarme para ir al trabajo—lo empujo hacia la puerta.

Sale arrastrando los pies y enfurruñado, si es que es como un niño, ¡mi niño! Cierro la puerta y me apoyo contra esta suspirando. ¡Le amo!, admito por fin. Y sin poder evitarlo me pregunto, ¿qué puede pasar? Decido no responder, prefiero esperar y que el tiempo me de la respuesta.

Vestida, con el pelo recogido en una cola y ligeramente maquillada, salgo del cuarto de baño. Mi portento está junto a la ventana hablando por teléfono, solo va vestido con un pantalón de pijama que le queda muy sexy, en cuanto me ve, pone la mano sobre el teléfono.

—¿Te da tiempo a desayunar?

—No, es tarde—asiente y vuelve a su llamada. Recojo la americana que ahora cuelga del respaldo de una silla y me la pongo. Víctor termina de hablar por teléfono y se me acerca.

—¿En serio no puedes quedarte a desayunar?

—En serio, no quiero llegar tarde.

—Es una pena, acabo de pedir tortitas con sirope de chocolate, zumo de naranja y café. ¿Seguro qué no quieres probar esas tortitas? Te aseguro que están deliciosas.

—Es tentador, pero no puedo. Las probaré en otra ocasión—me acerco para darle un beso.

—Esta bien. Luego hablamos.

No quería enamorarme y apareciste túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora