6- La Celebración

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El atardecer terminó y los vikingos iniciaron el festejo de la llegada de Alodia en el Gran Salón, donde todos bailaban y se divertían, excepto una persona.

Hipo decidió ir a buscar a Alodia preocupado de que algo malo le hubiera pasado o hecho, hasta que logró encontrarla. Ella estaba parada en la orilla de la Isla, mirando hacia abajo mientras se encontraba en silencio.

El pelicastaño quedó devastado por verla de esa forma y decidió acercarse a ella lentamente, hasta quedar a un lado suyo sin mencionar nada.

Pasaron los segundos mientras continuaban en ese silencio, hasta que...

—No puedo creerlo— dijo Alodia rompiendo el silencio— Aún no puedo creer que papá esté muerto-.

Hipo la observó.

—Al escuchar cómo sacrificó su vida para salvarte... Y todo esto fue por mi culpa... Si tan solo hubiera encontrado la Isla lo más pronto posible y así agradecerle a mi papá por el amor que me dio en los primer días de mi vida... Lo único que sé es que... Ya es muy tarde para hacerlo... Pareciera como si hubiese perdido algo muy valioso en mi vida-.

—Alodia, esto no es tu culpa— interrumpió Hipo— Lo que hizo papá para salvarme fue algo muy valiente de su parte... Y sé que él me amaba, al igual que a tí... Pero eso no tiene nada que ver contigo... Todavía nos tienes a mí, a mamá, a Astrid, Veldrath y a muchas personas que están a tu alrededor decididos a ayudarte siempre-.

Las lágrimas aparecieron nuevamente en los ojos de Alodia.

—Sabes... Estoy seguro de que papá estaría muy orgulloso de tí... Por ser una persona valiente, amorosa, alegre y segura de sí misma... Aunque no supiera de tu existencia, eres y serás siempre mi persona favorita— continuó-.

—¿En serio?— dijo Alodia segundos después mirándolo a los ojos-.

—Claro que sí— respondió con una sonrisa— Lo único que quiero es seguir adelante contigo y con las personas que amo sin importar lo que pase-.

Una sonrisa apareció en el rostro de la pelicastaña, la cual abrazó fuertemente e inesperadamente a Hipo, y al cabo de poco tiempo, él correspondió al abrazo.

—Gracias Hipo... Tú y mamá son lo mejor que me pudieron pasar en la vida— le susurró-.

Éste sonrió.

—Lo mismo digo, Alodia— le devolvió el susurro-.

Poco después, se separaron del abrazo y Alodia continuó secando algunas lágrimas de sus ojos con una sonrisa.

—Bueno... Me imagino que las personas aún continúan festejando mi llegada— cambió de tema la pelicastaña-.

—Así es. Todos están en el Gran Salón. ¿Te gustaría ir?— preguntó el pelicastaño-.

—Claro— respondió-.

Ambos se dirigieron al Gran Salón, donde en efecto, muchos vikingos se encontraban festejando y bailando por la melodía de la música.

Varios minutos pasaron y Alodia se encontraba en el fondo disfrutando de la música, hasta que Astrid llamó su atención tocando su hombro.

—Hola, ¿puedes venir conmigo?— preguntó la pelirubia-.

—Sí claro— respondió Alodia-.

Ambas salieron del Gran Salón y caminaron a unos metros lejos de la entrada.

—¿Qué sucede?— añadió la pelicastaña-.

—Bueno... Hay algo muy importante que debo decirte, pero debes prometerme que no le dirás nada a Hipo— dijo Astrid-.

—Lo prometo. ¿Qué es?— preguntó extrañada-.

—Verás... Hace unas semanas me sentía muy diferente... Y no le dije nada a Hipo ya que no quería preocuparlo... Pero la verdad es que...— decía nerviosa-.

—Astrid, puedes decirme lo que quieras. Cuenta conmigo— la tomó de los hombros-.

La pelirubia miró hacia abajo y nuevamente miró los ojos verdes esmeraldas de la pelicastaña.

—Voy a tener un bebé— confesó Astrid-.

Alodia quedó paralizada, pero su mirada a los pocos segundos expresió felicidad y entusiasmo al mismo tiempo.

—¡No puedo creerlo! Eso es increíble Astrid— abrazó fuertemente a su cuñada-.

Así quedaron durante algunos segundos y luego se separaron.

—Lo sé, pero aún no sé cómo decírselo a Hipo— dijo Astrid preocupada-.

—Tranquila, él lo tomará muy bien. Además ustedes están casados durante... Ah... ¿Hace cuánto tiempo llevan casados?— preguntó Alodia colocando sus manos sobre su cintura-.

—9 meses— respondió fingiendo una sonrisa-.

—¡9 meses! Ok... Entiendo... Es muy pronto... No quiero saber cómo lo hicieron... Pero no tienes de qué preocuparte, sé que Hipo no sería capaz de abandonarte— dijo la pelicastaña-.

—¿Lo crees?— cuestionó cabizbaja-.

—Lo creo Astrid— contestó su cuñada con una gran sonrisa, la cual ésta devolvió-.

—Gracias Alodia— dijo Astrid— En fin, creo que hay que volver. No quiero que Hipo se preocupe por nosotras-.

—¡Oh! Es verdad, vamos— dijo Alodia-.

Ambas regresaron al salón e Hipo se acercó con rapidez a su esposa.

—Hola Mi Lady, ¿dónde estabas?— preguntó para después darle un corto beso en los labios-.

—Oh, ya sabes. Hablando con Alodia... Sobre algo no tan importante— respondió observándola-.

—Es cierto— asintió Alodia-.

—¡Muy bien, atención todos!— exclamó Eret desde arriba del escenario y eso llamó la atención de todos los presentes-.

Dos Almas de DragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora