Capitulo 10. Miriam Malone.

574 67 13
                                    

"A fin de cuentas, solamente los propios niños son quienes deben de identificar quien y que es lo que son. A nosotros los investigadores nos corresponde escuchar y aprender. Las decisiones clínicas no deben estar basadas en predicciones anatómicas, ni en la "correcta" función sexual, tampoco es una cuestión de moral o de "congruencia" social, sino en aquel camino que sea el más apropiado para el probable desarrollo del patrón psicosexual del niño. En otras palabras, el órgano que se presenta como crítico para el desarrollo psicosexual y la adaptación, no son los genitales externos, es el cerebro."

   — William Reiner.

Miriam Malone era una mujer con una bondad increíble y aunque ya no esta entre nosotros, puedo asegurar que jamás podre pagarle lo mucho que hizo por mí. Fue como mi ángel guardián. Murió apenas el años pasado llevándose un pedazo de mi corazón con sigo.  

La conocí una semana después de haber hablado con mis padres. Miriam una sexológa originaria de Brasil muy reconocida en México. Era tan solicitada que intentamos contactar con ella durante siete días sin éxito alguno.

Mi madre se encontraba harta de tanta espera, habíamos conseguido una cita con la doctora con una mes de plazo y para serles franco no vengo de una familia que se caracterice por su paciencia. Aquel día falte a mi entrenamiento para esperar a la doctora afuera de su oficina.

Estábamos mi madre y yo sentadas afuera del concurrido local, ya pasaban de las diez de la noche, mi padre ya hacía mucho que había desistido y regreso a casa junto con mi hermano. 

-Algún día tendrá que salir. —Mi madre había comenzado a fumar un cigarrillo, miraba hacía el horizonte con la expresión perdida y sacando bocanadas grandes de humo frenéticamente. 

Suspire un poco ante la evidente desesperación de mi madre. Me encontraba cansado y puesto que habíamos estado ahí desde las 3 de la tarde era justificable mi cansancio. Y justo cuando estaba apunto de decirle a mi madre "Es suficiente, volvamos a casa". Una puerta se abrió, mostrando a la  ya madura doctora Malone.

Una mujer de edad madura (en ese entonces tenía 42 años de edad), alta y delgada con el cabello corto hasta la altura de los hombros, teñido color castaño,  unos ojos verdes, que parecían conocer a la perfección el mundo que la rodeaba. Caminaba erguida y segura de si misma. A primera vista parecía una mujer poderosa. Su mera presencia imponía respeto.  Nos miró con expresión indiferente y hasta un poco déspota, incluso llegue a creer que no era la persona correcta, pero siempre recuerda "no juzgues ningún libro por su portada."

Camino directo a su auto y antes de que entrará en el mi madre tiro la colilla de su cigarro al suelo y la tomo por el brazo. 

-Buenas noches Doctora, mi nombre es Monica Hernández y verá mi hijo. —Mi madre me señalo con la mano que tenía libre, ya que con la otra sostenía el ante brazo de la doctora. 

Miriam posó su vista en mí por un momento, sus imponentes ojos penetraron hasta lo más profundo de mi alma, me petrifique y de inmediato tome una posición firme en mi lugar. 

-Señora, si quiere hablar conmigo, consiga una cita. —Sentenció la doctora soltando bruscamente el agarre de mi madre. 

-La hemos conseguido, pero estamos desesperados, temo demasiado por la vida de mi hijo. —Dijo mi madre. Tal vez exagero un poco, pero ella es capaz de todo para obtener lo que quiere. 

-Yo lo veo bastante bien. —Malone recorrió mi cuerpo entero con la vista, inclinando sus anteojos un poco y torciendo leve mente la boca. 

-¡No! no esta bien, déjeme explicarle por favor. —Dijo mi madre en tono suplicante. 

Víctor contra Victoria. |La historia de un tránsgenero|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora