Capítulo 22. Regina García.

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Lo que es honesto para uno, puede ser mentira para otro.
Lo principal radica en vivir. Alentar la vida. Cuidarla. Plantar flores y, si no se pueden quitar las malas hierbas, por lo menos tratar de ocultarlas.

  — Belva Plain.

En mi cumpleaños número 20 ya era todo un hombre, no había dicha más grande que esa. Adquirí el valor para caminar por las calles con la frente en alto, podía sonreír sin miedo y el trémuloso problema que tenía al no poder encontrar las palabras correctas, poco a poco fue desapareciendo. La seguridad  que había obtenido fue el fruto de mi arduo esfuerzo.

Sin embargo, seguía sin encajar, seguía estando solo.  Después de un año sin ver a Melani y dos sin saber de Abel, el transcurso de mi vida estaba siendo completamente solitaria y pusilánime, no tenía el coraje suficiente para hacer amigos nuevos o buscarme una nueva novia, aún no había adquirido la maravillosa habilidad de ser sociable. No estaba listo para dar ese paso, aún.

Me había acostumbrado a la soledad, a tal punto, que buscar la compañía de alguien me daba miedo, miedo a ser lastimado, miedo a que me abandonaran de nuevo. No quería revivir momentos como aquellos jamás.

En ese periodo de tiempo, lo único que hacía era ir de la escuela a mi casa y de mi casa quizá a alguna librería; al encontrarme solo, había obtenido la manía de enredarme en nuevos mundos, simplemente para conseguir el placer de alejarme de este, y gracias a la lectura había descubierto lo fascinante y divertido que era aquello. Es decir, a veces huir no esta tan mal.

Pero no toda la vida puedes mantenerte escondido, no toda la vida puedes correr, llega un momento en el que topas con pared o simple mente te cansas.

Y eso fue precisamente lo que me ocurrió, me cansé. Sin embargo no fue decisión propia, todo fue culpa de una mujer. Y se lo agradezco, porque de no haber sido por ella, tal vez nunca halla salido de aquel triste lugar tan abandonado por el hombre.

Ese día, decidí ir a comprar un libro que quería desde hace mucho tiempo, sin embargo no había tenido la oportunidad de encontrarlo en ninguna maldita parte. Rebusque en todas las librerías y bibliotecas públicas que conocía sin éxito alguno, cansado de seguir con aquella búsqueda que no daba fruto alguno, al contrario había logrado cansarme en sobre manera, desistí por completo de obtenerlo. Me encontraba en el bus que se suponía me llevaría a casa, me removí en mi asiento y me coloque mis auriculares para poder olvidarme un poco de aquella frustración, estaba escuchando The Ramones e inconsciente mente comencé a cantar en voz baja la canción que sonaba en mi cabeza.

Hey ho, let's go! hey ho, let's go!
Hey ho, let's go! hey ho, let's go!
They're forming in straight line
They're going through a tight wind
The kids are losing their minds
The blitzkrieg bop

Incluso me atrevo a decir que movía mi cabeza al ritmo de la música sin prestarle atención a las miradas extrañadas de los demás pasajeros y justo cuando termino la canción escuche una sonora risa, gire mi cabeza y me encontré con una muchacha demasiado guapa para mi gusto, ojos color verdes y una nariz aguileña que hacía un contraste perfecto con sus labios gruesos ,carnosos y su hermosa tez moren; pómulos marcados y una sonrisa encantadora, eran el centro de atención en su rostro. Con cabello castaño un poco ondulado y un cuerpo que bien pudo haber sido la envidia de Cleopatra, tenía caderas anchas, piernas largas y muslos firmes, una cintura estrecha, pero no delgada y pechos pequeños, me hicieron morderme el labio, y decir que me comí literal mente a la chica con los ojos, hubiera sido un completo eufemismo, esa mujer resaltaba en aquel lugar como una monja en una convención de pornografía. Y perdón por mi estúpida comparación, pero de verdad que no hay otra, robaba las miradas de todos en aquel lugar, incluyéndome.

Víctor contra Victoria. |La historia de un tránsgenero|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora