Capítulo 24. Ni lo piensen.

400 37 23
                                    

La emoción amorosa se le presentaba atormentadora, cruel; luego, dulcemente dolorosa, y al fin se cambiaba en un sentimiento que tenía mucho de aterrador, mucho, pero más, sin duda, de grato y delicioso; algo como un deseo de morir, vago, indeciso, semejante al indefinible, anhelo que se apodero de su alma, cuando, en venturoso día, oyó de labios de la huérfana la confesión ingenua y franca del oculto amor.

  — Rafael Delgado. 

Vasto con que me dijera algo así para tenerme por completo, me tomo de la mano y de repente sentí como todo mi cuerpo se estremeció y pensé que tal vez ella no estaba bajo el efecto Víctor, era yo el que había caído en su hechizo y estaba bajo el efecto Regina. Y hasta ahora sigo bajo aquel hechizo y le pido a Dios que no me saque de él nunca.

Entrelace nuestras manos con fuerza y seguimos caminando sin rumbo alguno por un tiempo indefinido, incluso sin importarnos que comenzará a llover de nuevo y nos empapáramos por completo, había veces que giraba para verme, suspiraba y sonreía, no decía nada y yo tampoco, pero en realidad no hizo falta, porque aquel silencio decía mucho, decía que me estaba enamorando de Regina y ella también de mí, decía que me arriesgara porque ella valía la pena y decía que la protegiera sobre todo y sobre de todos.

Entramos a varias librerías y como me lo había propuesto anterior mente, le regale un libro y compre uno para mí igual, así ambos con nuestras copias de Arráncame la vida, teníamos algo que nos unía y que sin importar cuanto tiempo pasará, nos recordaríamos cuando sin querer sacáramos el libro del estante y sin querer hurguemos entre las páginas. También  sonreiremos  sin querer y regresaremos a ese instante, como me pasa ahora y como me pasará siempre.

Miré mi reloj una vez más, ya eran más de las 11, la guié hasta mi auto y cuando por fin estuvimos adentro, tome una chaqueta de Aaron que había olvidado en el vehículo y se la dí a Regina para que pudiera mantenerse caliente por un rato, en lo que llegábamos a su casa.

Saque una cajetilla de cigarros y un encendedor de metal  de la  guantera,le ofrecí uno a ella y tome uno yo, ambos prendimos nuestro cigarrillo y soltamos el humo casi al mismo tiempo. Me recargue en el asiento y prendí la radió. Ambos reímos cuando comenzaron a sonar The ramones y comenzamos a cantar Blitzkreig Bop a todo pulmón sin importar que la gente que pasaba se nos quedará viendo como si fuéramos un par de lunáticos.  Le pregunté su dirección y me sorprendí cuando descubrí que vivía cerca de la casa de Ana.

Conduje hacía el lugar con mi cigarrillo en la boca y bailando en mi asiento al ritmo de la música, es que sería un pecado no moverse cuando está sonando Sex Pistols; Anarchy in  the Uk.

-¿Víctor? —Dijo Regina de repente, me gire para verla, saque el cigarrillo de mi boca y expulse el humo cerca de su cabeza.
-Lo siento, ya no podía retenerlo más. —Sonreí y ella me devolvió la sonrisa. Me detuve en un semáforo y fume del cigarro de nuevo. 
-Por favor explícame una vez más como es que antes fuiste mujer. Tengo una idea, pero quiero saber. Es que tus explicaciones fueron real mente ambiguas. — Me miró directamente a los ojos, trague saliva, pues real mente sabía que tenía que hablar del asunto sin dar más rodeos. En fin, lo peor ya había pasado o por lo menos eso creí.
-Soy tránsgenero. — Me limite a decir, el semáforo ya había cambiado, giré mi vista hacía el camino y comencé a conducir. —Llevo un año en terapia de remplazo hormonal, aún no termino, por lo que algo de mi anatomía de mujer se nota todavía.
-Pues yo no me di cuenta en lo absoluto, no tienes bubis. —Regina tocó mi pecho y presionó levemente el lugar en donde se supone que debían de estar mis bubis.

Reí ante el gesto y arroje la colilla del mi cigarrillo por la ventana, aún seguía lloviendo y algunas gotas de agua caían sobre mi cara. Cerré mi ventana y subí un poco el de Regina.

Víctor contra Victoria. |La historia de un tránsgenero|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora