Capítulo 21. Historia.

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Sentí que me sumergía en esa agua fresca y supe que el viaje a través del dolor terminaba en un vacío absoluto. Al diluirme tuve la revelación de que ese vacío esta lleno de todo lo que contiene el universo. Es nada y es todo a la vez. Luz sacramental y oscuridad insondable. Soy el vacío, soy todo lo que existe, estoy en cada hoja del bosque, en cada gota de rocío, en cada partícula de ceniza que el agua arrastra.

— Isabel Allende.

Mi familia había recibido un duro impacto económico a causa los grandes gastos que había generado mis transición de mujer a hombre. Sin embargo mis padres siempre habían hecho lo posible por no fallarnos s mi hermano y a mí, trabajaban el doble y aceptaban cualquier contrato.

Mi padre se comprometía con empresas que lo explotaban de manera muy contundente y no le pagaban lo que se merecía —A pesar del gran renombre del que se había apropiado a través de su trayectoria laboral. —Llegaba cansado a casa, incluso a veces pasaba semanas sin verlo.

Por su parte, mi madre, quien siempre fue una mujer liberal, que trabajaba a su horas, no tenía jefes y el único ser humano que ejercía presión sobre su persona era su editor, tuvo que aceptar diversas entrevistas y conferencias, en donde le prometían buen sueldo. Salía muy seguido del país, ya que llegó a hacer conferencias internacionales. Tanto así que muy pocas veces lográbamos verla en algún lugar que no fuera detrás de una pantalla. Mi hermano y yo lo aceptábamos a regañadientes y cuando propusimos la probabilidad de encontrar un empleo, ellos se negaron rotundamente. Nosotros no teníamos más responsabilidad más que la de estudiar. Así que se los retribuimos con buenas calificaciones y un excelente comportamiento.

Después de que Melani se fue de mi lado, dejé de salir de casa, salvo para ir a la escuela y a entrenar —Aunque eso de entrenar lo hacía cada vez menos, había llegado a un punto en el que estar en aquel lugar que me llenaba de recuerdos sobre Abel , me parecía una tortura. — Me dedique completamente a mi carrera y a mi familia. En mi vida ya no existía alguien a quien pudiera llamar "amigo", salvo Ana y Misra, aunque también las veía poco, ellas eran las únicas que me conocían lo suficiente como para poder entenderme. Sin embargo, nuestra relación no era tan maravillosa. No me gustaba salir con ellas, ambas eran mujeres y hablaban de cosas que no me venían en gana ni escuchar. Incluso Misra, quien era lesbiana, estaba completamente consciente del sexo que se le había asignado. Me incomodaban sus conversaciones triviales, aunque en veces disfrutaba de su pequeña compañía, siempre y cuando Aaron estuviera presente, así no me sentía tan extraño.

A tan sólo una semana de mi operación, mis padres decidieron que era momento de regresar a su rutina, habían logrado pagar cada centavo de la cara intervención quirúrgica y guardado unos cuantos ahorros para mi tratamiento hormonal, que según el Doctor Astor, constaría como mínimo de dos años y que después de que aquel periodo halla expirado el determinaría si era necesario seguir con el tratamiento, aminorar o incrementar la dosis.

Me presente junto con la Doctora Malone en el hospital en el que me operarían, para que me hicieran los estudios correspondientes y una vez que todo estuvo parcial mente en regla, me internaron para esperar el verdadero momento.

Ese día llame a Melani por última vez, pese a que prometimos no volvernos a buscar para no lastimarnos. Pero necesitaba más que cualquier otra cosas escuchar su voz para darme el valor del cual carecía.

-¿Y te sientes real mente listo? —Me pregunto y en su voz tal vez había una pizca de emoción por volverme a escuchar, después de las dos semanas que teníamos sin vernos. O quizá fue mi enamorado corazón quien imagino aquello.

-Estoy listo desde que nací ¿Cómo te va allá? —Pregunte con cierto nerviosismo, quería que me dijera que me extrañaba y que la vida era una mierda sin mi, pero la realidad no es tan buena.
-¡Excelente! Empezaré a ir a clases el siguiente periodo y al lado de mi departamento hay un chico que me trata muy bien, creo que seremos buenos amigos. —Se me secó la garganta y por una pequeña fracción de segundo la odie, aunque todo ese sentimiento se disipo al escuchar su voz de nuevo. —Oye... sólo es un amigo, además no estoy interesada en nadie más que en ti, aun.
-¿En serio?, eso esta bien, aunque tienes todo el derecho de volverte a enamorar. —¿Por qué los humanos siempre decimos cosas que no queremos decir? ¿Somos estúpidos? Bufe por lo bajo y puse los ojos en blanco, como estaba en bata de hospital y en una cama en donde apenas cabía mi trasero, me removí incomodo para acomodar el cable del antiguo teléfono que había en la habitación en su totalidad de color blanco. Estire la mano para alcanzar el control remoto que estaba en la orilla opuesta de la cama y apague el televisor que yacía empotrado en la pared. Seguía sin entender por que me habían internado un día antes de mi operación.
-Pero ahora mismo no tengo ganas de... ¿O tu si las tienes? —Escuche decir a Melanie, mientras dejaba salir un largo suspiro.
-No. —Conteste, pues aun amaba a Melani y a pesar de la distancia que nos separaba, la sentía a mi lado, tan presente y constante como siempre.
-Bien. Víctor, me tengo que ir, aún tengo cosas que desempacar aunque no lo creas. A partir de mañana comenzaras a ser un hombre, felicidades. —Melani rió, robándome una efímera sonrisa nostálgica que poco hacía para retener mi corazón roto. Tenía que volver a mi realidad sin ella, lo cual en su momento, fue muy duro.
-Bien, adiós. —Alcancé a decir, mientras que del otro lado se escuchaba aquel sonido que indicaba el fin de una llamada.

Víctor contra Victoria. |La historia de un tránsgenero|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora