Capítulo 38: Colegios

725 70 11
                                    

En cuanto oyó el sonido metálico del cerrojo que se cerraba, Aomine supo que las posibilidades de escabullirse de allí en muletas eran muy bajas, pero cuando se giró y vio la sonrisa pervertida de Akashi, quien sujetaba diferentes juguetes y materiales de índole sexual en sus manos, supo que no tenía escapatoria alguna. En el interior de Daiki se desarrollaba una batalla entre las emociones que la penetrante mirada del pelirrojo había despertado. Por una parte, estaba paralizado por el respeto y temor que le infundía la fuerte aura que le rodeaba; era una de las raras ocasiones en las que se veía incapaz de llevarle la contraria, de plantarle cara a Akashi para pararle los pies.

Por otra parte, estaba excitado precisamente por la misma razón, su libido estaba a punto de explotar al sentirse dominado por la intensa presencia de su pareja, pero pese a tener unas inmensas ganas de arrancarle la ropa y tirarlo a la cama, hizo lo posible e imposible para controlarse sacando fuerzas de donde pudo, con tal de esconderle a Sei lo que éste le provocaba, no quería darle la satisfacción de que averiguase cuánto le encendía verle de aquella manera tan imponente. Además, tampoco le apetecía demasiado convertirse en su cobaya y probar los productos para adultos de dudosa calidad que Akashi publicitó en Estados Unidos.

- Recuerda que el médico me ordenó no forzar la pierna – le recordó tratando de detenerle al ver cómo se acercaba lentamente hacia él.

- Lo sé, y por eso mismo es que me va a tocar hacer casi todo el trabajo a mí de nuevo. No sabes lo mucho que estoy deseando que no puedas usar más esa excusa y así empotrarte contra la pared y metértela como nunca nadie te la ha metido hasta ahora.

Todo el cuerpo de Aomine fue recorrido por un potente escalofrío al escucharle decir esas palabras, pero no estuvo seguro si fue de miedo, de excitación... o ambas cosas juntas.

- Estás dando por hecho que tengo ganas de sexo pero no es así – dijo Aomine sin moverse para no demostrar debilidad ante el pelirrojo, pese a que su mente le decía que huyera al presentar el peligro inminente.

- Ya lo creo que es así. Esto es una prueba fehaciente.

De un sólo tirón, Akashi bajó el pantalón deportivo que el moreno llevaba, dejándolo en evidencia al mostrar la enorme erección que tenía Aomine.

- Si hasta no te has puesto ropa interior – se burló Akashi ensanchando su sonrisa – mejor así, ahorramos tiempo y podemos ir directos al grano.

Aomine no tuvo ni tiempo para reaccionar, casi al segundo siguiente, se encontró tumbado en la cama con Akashi sentado a horcajadas sobre él. Quiso apartarlo pero no pudo, no sólo por miedo a hacerse daño en la rodilla, sino porque ver a Akashi desvestirse lentamente frente a él fue superior a su fuerza de voluntad. Con la mirada fija en el pelirrojo, se maldijo una y otra vez por caer en las zarpas de ese león. ¿Por qué tenía que ser tan sensual? ¿Por qué se tenía que desanudar la corbata de forma tan seductora?

Antes de que terminase de quitársela, Aomine tiró de aquel trozo de tela alrededor del cuello de Akashi y unió ambas bocas en un pasional beso. Tras la sorpresa inicial, Seijuuro sonrió sobre los labios de su novio al haber conseguido tentarlo, tanto que no pudo resistir más y dejó su cabezonería a un lado para dar rienda suelta a su lado salvaje, o todo lo salvaje que podía ser teniendo en cuenta las circunstancias.

Entre besos, mordiscos y caricias desesperadas, consiguieron desprenderse de toda la ropa que llevaban encima y quedarse como vinieron al mundo. Sin soltar los labios de Aomine, Akashi cogió el bote de lubricante que había abandonado temporalmente sobre el colchón, aunque tuvo que romper el beso para poder abrirlo.

Baloncesto callejero (Kuroko no Basuke, AkaAo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora