Pecados.

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Era sábado a la mañana, once en punto, y Sirius aún no se había levantado de la cama. La noche anterior salió a cazar un gato que había por ahí y se durmió todo empapado... Ay, Sirius. Pobre y enfermo Sirius.

-Te dije que no salgas anoche...-Susurró mamá Remus, poniendo un paño frío en la frente del pelinegro.
-Era un gato, soy un perro. Se llama instinto, Remus.- Respondió un molesto Sirius.

Si nos poníamos a pensar, Remus era la madre que te cuida, te pregunta con quien sales y te dice que te abrigues cuando ni él lo hace. Y Sirius es el padre cuyo lema es "Haz lo que quieras, pero que no te atrapen."

-Por lo menos lograré que te pases todo el fin de semana conmigo, Remus. -Comentó Black con una sonrisa en sus labios. Tenía los ojos achinados por la cantidad de estornudos que estaba dando y las mejillas rojas e hinchadas por la fiebre.
-Sigo insistiendo en que es mejor que vayas con Ma'am Pomfrey.-
-Pero Ma'am Pomfrey no me va a cuidar tan bien como tú...- Le sacó mínimamente la lengua a Remus.
-Ay, Estrellita, la fiebre te esta afectando.-

El licántropo pasó a recostarse un poco en la cama, pasando el brazo por debajo de la nuca de Sirius.

-Remus...- Susurró el pelinegro. Se sentía bonito, a pesar de estar enfermo, se sentía mejor que nunca en toda su vida.- Vas a enfermarte si me sigues cuidando.
-No me importa en lo absoluto, ¿sabes? No te voy a dejar solo para que te levantes y vayas a volar en escoba o hacer alguna de tus locuras.- Sirius soltó una leve risa.
-Serías una madre estupenda.-Comentó aún entre risas. Lupin lo miró funciendo el ceño.
-Y tú el peor padre del mundo.- Ahora ambos estaban riendo, por suerte.

-Chicos...- Arthur Weasley tocó la puerta, Remus con rapidez se separó de Sirius, logrando una mirada de perro malo por parte de Black.
-¡Arthur! ¡Qué sorpresa! ¿Cómo esta Molly? -Dijo Remus, dándole la bienvenida al cuarto de los merodeadores.
-Bien, tan hermosa como siempre...- Le respondió el pelirrojo cortezmente, yendo al tema por el cual estaba allí.- James nos contó que Sirius esta muy enfermo y que no quiere ir con Pomfrey, así que preparamos esto... "Sopa de pollo" Los muggles la usan para...- Remus lo interrumpió.
-Gripes, resfriados, fiebres...- Tomó el pequeño cuenco con una sonrisa.
-Muchas gracias, Arthur. - Respondió Canuto desde su cama.
-No es nada, Sirius... nos vemos luego... -Se colocó su sombrero y se retiró de aquel cuarto.
-Qué dulce de su parte, ¿no lo crees?- Dijo un encantado Lupin mientras caminaba hacia la cama donde estaba el mayor.
-¿Por qué hiciste eso? -Cuestionó Sirius.
-¿Hacer qué? -Respondió Remus.
-Soltarme. -Dijo de manera cortante.- Dijiste que ya no ibas a esconderte, no aquí...-
-Sirius, esto es muy difícil y nuevo para mí...-El castaño se encogió de hombros, pasandole el cuenco con una cuchara al otro, quien comenzó a tomar la sopa.- No quiero arrastrarte a la discriminación ni a nada que te lastime, la gente puede ser muy mala...
-No me importa, quiero que todos sepan que eres solo mío.-
-Eres un perro celoso...-

Ambos suspiraron profundamente. Era maravilloso todo lo que habían pasado juntos, en ya casi un año de amor lobo-perruno. Nunca se habían puesto a pensar hace cuanto estaban juntos, es decir, nunca contaban meses o cosas así, solo sabían que fue en enero, y que ya estaban en octubre... Y joder, eran una pareja increíble.
Sirius como el mujeriego, bisexual a los cuatro vientos, que pasó de estar con todas a dedicar su corazón a uno de sus mejores amigos.
Y Remus, como el callado gay de clóset, que nunca había estado con nadie y que ahora estaba descubriendo qué era el amor.

-Remus...- Black olvió a llamarle la atención a Lupin.
-¿Sí, Sirius?
-Aquella vez... No me respondiste si tu también me amabas...
-No creo que haga falta...
-Si hace falta, quiero oírlo.
-Sí, Sirius, yo también te amo.

Un pequeño beso salió por parte de Sirius al escuchar esa confesión de su adorable novio. Beso que volvió a repetirse, eran como pequeños "piquitos" dignos de alumnos de primer año. Pero luego de unos cuantos, la cosa se alargó, y siguió así cada vez más, amaban tanto el contacto con los labios del otro que era inevitable volver a besarse.
Eran tan puros, como si tods sus pecados se hubiesen lavado al estar juntos...

-¿Recuerdas lo que nos contaste el otro día en el "Yo nunca, nunca"? -Susurró el mayor contra los labios del licántropo.
-Sí...- Respondió un dudoso Remus de labios algo hinchados.

Y como es claro que ninguna persona que realmente experimente el amor verdadero va a ir al cielo, estaban listos para pecar otra vez.

-Vamos a cambiar eso.-

Una mirada cómplice de ambos fue suficiente para saber que ambos pensaban en lo mismo, que ambos estaban en perfecta sincronía.

Volvieron a besarse, les importo un comino que Sirius estuviera enfermo. Estarían con una gripe horrible, pero los dos juntos.

Solo unos pocos segundos tomó para que la ropa pase de ser un abrigo a ser un pedazo de tela que solo estorbaba. Es que, con el calor de dos adolescentes amándose, ¿quién necesita abrigo?

Sirius logró que Remus se sentara sobre él, comenzando a acariciar los costados de su cuerpo, logrando que se le torne la piel de gallina. Bajó sus besos hacia su cuello, dejando marcas moradas que decían "Mío" por todos lados, bonita manera de asegurarse. Remus tomó su rostro y lo volvió a besar, dejándose llevar por los movimientos del otro.

Era claro que el licántropo no sabía qué hacer, nunca había tenido una experiencia de esas con nadie, así sus movimientos eran algo torpes, pero eso solo enamoraba más y más a Sirius. Es que por fin estaba él con su lobito, los dos siendo uno como siempre debieron ser.

Sirius movía las caderas de Remus contra las propias, soltando dulces gemidos y pasando sus manos por el pantalón del castaño, desabrochándolo con cuidado, y separándose a penas de él, lo suficiente como para poder quitárselo, junto con los calzoncillos.

-Bien...-Sirius tenía una sonrisa imborrable en el rostro, se inclinó a besar a su novio, quedándose muy pegado a él. Remus también le sonreía.- Quiero que... Si te duele algo, o quieres frenar o lo que sea, sólo...- Remus lo interrumpió con un beso, tomándolo de su nuca.
-Te diré cualquier cosa que ande mal, pero nada puede salir mal si es contigo...-

Eran dos idiotas enamorados, de eso no había duda. Estaban locos uno por el otro de una manera inexplicable.

Lentamente Remus volvió a estar sentado sobre Sirius, quien lentamente y con cuidado comenzó a entrar en él, mientras que al menor le salían unas pequeñas lágrimas de los ojos.
-¿Quieres que me detenga? -Dijo el pelinegro, secando las lágrimas con pequeños besos. Remus solo negó con la cabeza, ya iba a acostumbrarse poco a poco, por supuesto.

Luego de unos segundos comenzaron a moverse, lentamente las puntadas de dolor solo dejaron paso al placer y al sentimiento de realización.

Pasaron unos cuantos minutos llenos de besos, marcas moradas en cuello y pecho, movimientos lentos y suaves, y gemidos que se escapaban, tratando de no hacer mucho ruido, ya que la gente podía pasar por la puerta y no era la mejor idea del mundo el ser escuchado.

No fue un desenfreno de pasión y movimientos bruscos, pero Sirius no quería asustar a Remus en su primera vez.

Aunque también fue la primera vez de Sirius, la primera vez que hizo el amor y no solo folló. La primera vez que en serio quería tener cuidado y recordar todo mañana.

Ambos cayeron rendidos, uno al lado del otro. Sirius acurrucó a Remus en su pecho, acariciando su espalda con suavidad.

-Sirius...- El menor tenía los ojos cerrados, ya no poseía energías.
-¿Sí, Remus?- Susurró el mayor.
-Te amo...- Miró al castaño con ojos brillosos y besó su frente.
-Yo también te amo.

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Lo piden, lo tienen
All the love, Chiri.
xoxo

Mi luna y mi estrella.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora