Capítulo 2.

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Capítulo 2.

Una semana y siento que mi vida ha mejorado un poco. James se estaba mudando a la ciudad donde me encontraba. En cuanto a Melinda, se ha ido apegando mucho a mí, más de lo normal. No me quejo, bueno no del todo, pero necesito mi espacio.

Es viernes y se supone que James está por llegar a recogerme (ya qué, mi auto está en el mecánico) porque apenas salgo de clases.

James irá a supervisar el apartamento que está al lado de mío.

—Connor... —dijo Melinda a mi lado, mientras me dirigía a la salida.

—¿Qué sucede? —pregunté esbozando una pequeña sonrisa en mis labios.

—Necesito decirte algo... —susurró algo casi inaudito, pero logré escuchar un poco.

—Claro, dime —dije tranquilo mientras la miraba, la noté un poco nerviosa así que lo tomé normal ya que ella estaba así casi siempre.

—Es que... —una bocina interrumpió su diálogo, giré para encontrarme con la camioneta de James, una Sportage.

—¡Hey hermano! —la voz cantarina de mi amigo me hizo sonreír. Miré a Melinda.

—James —saludé dándole un puño, pero él tenía la mirada puesta en la chica que se encontraba a mi lado—. Te presento a Melinda, es mi única amiga desde que llegué —la miré y le sonrió tímida mientras estrechaba su mano.

—Oye, que linda —dijo James en un susurro, sonreí, él siempre coqueteando. Melinda se sonrojó.

—Vamos James Alejandro, se nos hace tarde —el chico asintió y le sonrió a Melinda, quien en su rostro se podía apreciar lo atontada que se encontraba.

Subí al auto y nos dirigimos a mi edificio.

El día pasó volando, James había conseguido su apartamento y yo a mi mejor amigo.

—Aquí es —exclamó el chico a mi lado.

—¿Seguro que aquí? —miré alrededor, no había nada, ni nadie solo un simple callejón con unos cuantos edificios abandonados.

—Claro que sí Connor —espetó con una sonrisa de lado, algo divertido.

—Llevas dos semanas aquí, como pude creerte, se supone que aún ni conoces la ciudad... —murmure un poco fuerte— esto me lo confirma —manifesté.

—Hey, hey, cálmate —rió— puedo tener dos semanas aquí hermano, pero eres mi mejor amigo y se supone que me conoces lo suficiente como para saber; que no pierdo tiempo para ir a una buena discoteca.

No sé que pensar, James logró tener el apartamento y dijo que tendríamos que festejar; que una disco no estaría mal. Ahora resulta que me encuentro en un callejón donde están a punto de robarnos.

—Mejor te lo demuestro —sonrió y se dispuso a tomar su teléfono, unas cuantas palabras extrañas y colgó—. Listo.

Iba a decir algo como; ¡Estás demente!, pero un sonido pesado hizo que callara mi enorme boca.

Unas Santas Marías se subieron provocando un estruendoso sonido. Miré a James quien sonreía victorioso.

El auto se adentró por la enorme entrada y nos guío a un estacionamiento, donde yacían varios carros modernos. Sin palabra alguna él se aparcó y enseguida nos bajamos, no había nadie.

—Antes que digas un reproche, sígueme —dijo en medio de risas.

Seguí a mi mejor amigo sin saber a dónde nos dirigíamos.

—No debí venir —susurré para mí.

—¿Qué dijiste? —cuestionó James.

—Nada.

Una puerta de metal se encontraba frente a nosotros, el chico movió una manilla y de inmediato se abrió.

La música retumbaba por todo el lugar, las personas se movían sin cesar, y... ¡Vaya si que eran muchas!, las luces de colores, con destellos y el humor azul y rosa le daban un toque fantástico, de alguna u otra manera.

—Genial, ¿no? —preguntó divertido mi mejor amigos. Asentí.

Hace mucho tiempo no salía, pero hoy que estoy aquí, quiero olvidar mis penas y tristezas.

Las primeras horas pasaron volando, sentía el alcohol por todo mi cuerpo, me movía al compás de la música. Una mano delgada se sujetó de mi hombro provocando que casi me tropezara.

—¡Disculpa! —gritó para casi caerse. La sostuve.

—¿Estás bien? —interrogué, mientras la veía, sus ojos eran color miel, su tez era de un moreno claro y el color de sus ojos era castaño—. Que linda eres —le sonreí coqueto, la chica cuyo nombre no sé, sonrió.

—Sí... solo se me rompió un tacón —dijo riendo y gritando, ya que, el sonido estaba muy fuerte— pero ya resolví —sonrió mostrando sus zapatos en las manos y los lanzó hacia algún lugar— ¿Quieres bailar?

—Sí está bien —sonreí y de inmediato se apegó a mí, su cuerpo rozaba con el mío, sus movimientos rápidos iba de acuerdo con la canción.

Pasaron unos quince minutos y tenía ganas de saciar un poco más de licor. Me disculpé y me dirigí al barman.

—El más fuerte, por favor —pedí. Un vaso con liquido naranja y Ciroc de color rojos lo adornaba, parecía fuego. Lo agarré y de un trago me lo bebí. Todo se tornó borroso y el sabor era tan fuerte que sentía como mi garganta se irritaba, miré alrededor para ver si encontraba a James, pero nada.

Una mirada punzante sentí recaída en mí, giré en varias direcciones y me encontré con una hermosa chica de ojos color aguamarina, esos ojos que conocía tanto, pero lo diferente era su cabello color negro, mi vista se nublaba, y odiaba ello porque quería contemplarla.

—¿April? —llamé y me dirigí de inmediato pero de pronto mis piernas empezaron a temblar y todo se volvió negro.

Sorprendemente Cambiaste El Destino. #ID2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora