Capítulo 22.

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23 minutos y 54 segundos, según mi reloj. Habían pasado desde que salí de aquel lugar.

—Calmate hermano —James se encontraba a mi lado— ya llegará.

—No quiero que le pase nada —dije sin más.

Un rugido de motor se escuchó. Levanté la mirada encontrándome con un hermoso Ferrari blanco.

April bajó de inmediato con una sonrisa, se veía cansada. Había sangre en su camisa, de inmediato me acerqué.

—¿Te pasó algo? —pregunté preocupado.

—Estoy bien, solo es la sangre de Marctom, no me iba a ir sin mi Ferrari —dijo tranquila.

—No me digas que lo mataste por un auto deportivo. —ella negó.

—Ya estaba en el piso cuando llegué, la banda de los Hábiles llegaron pidiendole un dinero que Marctom debía y bueno, aproveche de sacarles las llaves y aquí está. Además es mío, lo perdí hace poco cuando no sabía en la clase de trampa que había caído.

Asentí, ella miró mi hombro.

—Hay que curarte —asentí de nuevo—. Tenemos que irnos, todo está revuelto y la policía en 10 minutos va a inspeccionar el lugar. Tengo un buen sitio donde ir.

Cada uno se subió en su respectivo auto y James al igual que yo, seguimos a April.

Vi la hora, 12:43 A.M, la luna estaba llena hoy, por lo tanto iluminaba la carretera.

Conducimos por 45 minutos más, hasta llegar a un pequeño pueblo campestre, con cabañas. April se detuvo en el estacionamiento. Seguidamente James y yo.

—Aquí suelo quedarme a veces, es muy cómodo y no tan costoso —sonrió dirigiéndonos a una pequeña cabaña.

—¿Cómo vamos a entrar? —James habló, algo que no había hecho en todo el rato.

—Ya he hablado con Berta, la dueña, ella la alquila por noche —dijo tranquila— esperen aquí, ya vuelvo.

Pasaron 5 minutos y April apareció con las llaves, abriendo la cabaña.

Se dirigió a algún lugar y volvió con un botiquín, quitó mi camisa.

—Solo fue un roce —dijo calmada, sentí el algodón con alcohol, al tener contacto con mi piel, gruñi por el dolor, esa mierda quemaba.

—Quema —dije aguantando.

—Calmate.

Los minutos pasaron, lo cual para mí parecían horas y eternas.

April había limpiado la herida y había vendado para evitar que se infectara.

—Hay dos habitaciones —informó la chica.

—Yo me voy a una, adiós —James sonrió y se dirigió en busca de una de las habitaciones.

—Supongo que tendré que dormir en el sofá —dije un poco bajo.

—No seas tonto, vamos —tomó de mi mano y entramos a una habitación bastante acogedora.

La cama era matrimonial, sus sabanas eran blancas con detalles negros, haciendo una buena combinación de formas. Habían dos mesas de noche alrededor con una lampara cada una. Una alfombra negra cubría casi todo el piso, un armario, una cómoda, y un televisor.

—Linda —fue lo único que pude decir. Ella puso los ojos en blanco y corrió tirándose en el ancho colchón. Sonreí. Me dirigí hacia ella y me acosté a su lado, tumbándome a su lado.

Ella quito su peluca.

—Ya no mas de esto —dijo tirándola a algún lugar de la habitación.

—Ni de esos lentes de contactos —le recordé.

—¿Por que? —interrogó mientras me veía.

—Porque... amo tus ojos azules, son tan profundos y... hermosos —recibí una sonrisa cálida de su parte.

Se levantó y salió de la habitación.

Quité mis zapatos.

—Así estoy mejor —exclamó April entrando y dejándome ver con la poca iluminación sus ojos. Sonreí.

—Es hora de dormir, ya es tarde —asentí acostándome al igual que ella.

Estábamos a una distancia prudente. Pero yo no quería tenerla lejos, la quería abrazar.

Ni que fuera la primera vez.

Me acerqué a ella y la atraje con cuidado hacia mí.

—Esperaba que hicieras eso —dijo en un susurro acurrucandose en mi pecho.

—Lo sé —sonreí.

El silencio se hizo presente.

—April —la llamé.

—¿Sí? —respondió.

—Te quiero.

—Yo también te quiero Q.

Bajé la mirada para encontrarme con unos ojos azules mirándome, deposité un beso en su frente.

—Todo fue muy difícil para mí, no tenerte, no sentirte, no escucharte. Me estaba volviendo loco —dije confesándome.

—Para mí fue más difícil. Estaba sola, cada segundo cerraba los ojos y pedía tenerte allí, pero al no verte, me derrumbaba. Eso hizo que me volviera fuerte.

La miré, llevé mi mano izquierda libre y la puse en su mejilla acariciándola.

—No quiero que hablemos del pasado —dije.

—Yo tampoco. —sonreímos.

Es momento Connor.

—April... yo, ahm... cuanto pensé que habías... muerto me di cuenta de muchas cosas.

—¿Que cosas? —ahora tenía su atención fija en mí.

—Que no puedo estar sin ti, sin tus reclamos, regaños, me di cuenta de que te quiero, que te quiero de verdad... Quiero ser parte de tu vida, y sé que soy un asco diciendo todo esto... —sus labios hicieron que me callará.

Sus labios eran tan suaves, tan dulces, seguí su beso, ese beso lleno de pasión y... amor. Sus manos fueron directo hacia mi cuello. El beso era delicado, no tan apresurado.

En un ágil movimiento la atraje hacia mí teniéndola muy cerca de mí. Su cuerpo estaba suave y caliente. Y estaba seguro que el mío igual.

Se separó un momento para agarrar aire. Uní nuestros labios nuevamente, con cuidado la hice a un lado y posicionándome encima de ella con cuidado, apoyando mi peso con mis codos alrededor de cada lado.

El beso se había profundizado más, bajé a su cuello depositando suaves besos en este, y la punta de mi lengua, subí hacia su lóbulo y lo mordí con cuidado, sintiendo un liguero movimiento debajo de mí.

Sus manos fueron directo a mi espalda, acariciándola.

La miré y le di un corto beso en la frente para besar de nuevo sus labios. Mi mano fue bajando hasta su cintura, acariciándola, su cuerpo se arqueaba, poco a poco retiré su camisa.

Dejándome a la vista unos hermosos y redondos senos vestidos por un brasier negro.

La miré sonriendo y dándole un beso.

La noche pasaba y nuestros cuerpos habían sido despojados de la ropa, pasaba, y sin planearlo, nos volvimos uno.

Sorprendemente Cambiaste El Destino. #ID2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora