Capítulo 12

15 2 0
                                    

CAPÍTULO 12

Cierro los ojos y disfruto de la brisa fresca que sopla por el prado. Mi espalda reposa sobre el tronco de un roble y mi cabeza sobre el hombro de Nate. Él me coge la mano, un escalofrío me recorre, la química. Abro los ojos para mirarle. Él me muestra su maravillosa y perfecta sonrisa y se acerca a mí. Sus labios rozando los míos y me besa suavemente con dulzura. La química se hace más fuerte. Enrosco mis manos en su pelo color chocolate mientras las suyas recorren mi espalda. El prado de hierba verde desaparece a mi alrededor y sólo le veo a él. Vuelve a besarme, esta vez con más pasión. Me quedo sin aliento.

̶            Cassie – susurra, y no puedo evitar estremecerme al escuchar mi nombre en sus labios.

Él se separa de mí y me enseña la palma de su mano, una estrella de cinco puntas con un ojo en el centro brilla en ella. Es la marca de lo que es. Él me enseña todo su poder y rayos de luz de un azul hielo, como el de sus ojos, me deslumbran. La luz brilla unos instantes más y desaparece, pero la estrella sigue ahí emitiendo tenues destellos azulados.

Sigo el contorno de la estrella con mi dedo índice.  La piel tiene el mismo tacto que la del resto de la mano. Nate me abraza.

̶            Te quiero – me dice, y no puedo evitar sonreír.

̶            Te quiero.

Unas manos fuertes me agarran y me separan de los brazos de Nate. Pataleo e intento resistirme, pero lo único que consigo es hacerme daño. Veo un soldado cargando a Nate inconsciente sobre su hombro e intento soltarme otra vez, no lo consigo.

Nos meten en un carro de prisioneros. Todos se alejan de nosotros. De alguna forma intuyen porqué nos llevan presos. Acaricio el rostro de Nate que respira con dificultad. Tiene el labio partido y le sangra. Corto un trozo limpio de su camisa  y le limpio la sangre. Él abre los ojos. Esos ojos del azul de los icebergs. Le sonrío. Él se incorpora y se sienta.

̶            Lo siento – me dice.

̶            No tienes que pedirme perdón – le digo.

̶            Por mi culpa te matarán o te torturarán o ambas cosas – el dolor que hay en sus ojos es tan profundo que me hace llorar.

̶            Sabes que no me importa.

Él me besa. Un beso que sabe a lágrimas y a despedida. El carro traquetea al llegar a la ciudad. Todo el mundo nos mira con cara de asco, algunos con miedo. Nos gritan cosas horribles. Los demás ocupantes del carro se alejan aún más de nosotros. Nate me coge la mano y la aprieto con fuerza.

El carro se para y nos conducen a una amplia sala llena de testigos, jueces y altos cargos. Se arma un gran revuelo cuando entramos en la sala. Todos murmuran, muchos llenos de sorpresa. La hija de un importante comerciante con un hereje, que procede de una buena familia también. El Inquisidor pide silencio y todo el mundo calla. Entonces la veo a ella, justo detrás del Inquisidor, sonriendo triunfante con la capucha de una capa de terciopelo roja calada hasta los ojos. Nadie podría reconocerla así, yo sí.

̶            Nathan Johnson, hijo de Frederick y Amy Johnson, se le acusa de herejía, más concretamente de brujería. Rendir culto a Satanás manchando el nombre de su respetada familia. Será condenado a arder en la hoguera.

Ella se ríe. La capucha le resbala hacia atrás dejando al descubierto su melena rizada del color del fuego en el que Nathan arderá. No puedo evitarlo, salgo corriendo y me lanzo hacia ella saltando por encima del estrado. Los guardias me paran a centímetros de ella y me cogen por los brazos levantándome del suelo. Consigo escupirle en la cara y asestarle una patada en el pecho antes de que me alejen de ella. Le pilla por sorpresa y la deja sin respiración unos instantes. Se limpia el escupitajo y me mira con una sonrisa perversa dibujada en los labios. Se acerca al Inquisidor y le susurra algo al oído. Él asiente.

̶            Cassandra Griffin, hija de Ryan y Meredith Griffin dueños del importante imperio comercial de la ciudad, se le acusa de cómplice de Nathan y de intento de agresión a una testigo. Si quiere decir algo en su defensa se la escuchará.

Miro a Nate y por una vez en la vida no me salen las palabras, pero sí los sentimientos. Me acerco a Nate bajo la atenta mirada de los guardias y le beso. Él me rodea la cintura y responde a mi beso con amor y ternura. El murmullo crece en la sala de forma incontrolable.

̶            Eres incorregible – me susurra.

El Inquisidor me mira lleno de horror y el asco se hace presente en sus ojos.

̶            Será condenada a la horca – es lo único que dice.

̶            Moriré con mucho gusto por el hombre que amo.

̶            Irás al infierno con él – señala a Nate –. Ni todo el dinero de tus padres podrá salvar tu alma.

Nos empujan fuera de la sala hasta la plaza de la ciudad que ya está abarrotada de gente. Suben a Nate a la plataforma donde está la hoguera lista para arder. Lo atan al poste que hay en el centro. Ella aparece y rodea la hoguera haciendo un círculo de sal. Llega hasta Nate y alza una copa, la vierte sobre él y salta fuera de la hoguera que inmediatamente empieza a arder.

Nate grita rodeado por las llamas que no producen humo, que no queman la madera, que son tan rojas como el mismo infierno. El Fuego Sagrado. Aparto la vista, no puedo verle así, pero ella llega a mi lado y me obliga a mirar. Sus manos huesudas me hacen daño.

̶            Mira como arde – me dice llena de diversión –. Este es tu castigo, verle morir.

La piel de Nate parece derretirse como si fuera de cera. Su pelo y sus ropas ya han desaparecido. Poco a poco se va convirtiendo en cenizas. Sufre hasta el último minuto. Lanza un grito de agonía y todo él estalla en cenizas. Grito y lloro mientras ella no para de reír y la gente aplaude y vitorea a la Inquisición. Mi corazón se ha roto en mil pedazos y el hilo de mi vida está empezando a romperse también. Todo se vuelve negro y el número 617 aparece grabado en mi retina con fuego.

AquelarresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora