Capítulo 22

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CAPÍTULO 22

Las calles están atestadas de gente. Lo único que puedo hacer es dejarme arrastrar por la multitud que se dirige a la plaza. Me pongo de puntillas y el corazón se me hace mil pedazos cuando veo a Amy ardiendo en la hoguera. Elektra está justo al lado, en otra pira que aún no ha empezado a arder.

Me abro paso a empujones intentando llegar hasta ella. Pero la gente a penas me deja espacio y cuando alcanzo el centro de la plaza Scarlett ya la ha mojado con el líquido de la copa.

Corro hasta Elektra y la abrazo muy fuerte. Enseguida la multitud empieza a agitarse y murmurar.

̶            Sé valiente – le digo a Elektra. Ella asiente mientras le enjugo las lágrimas.

Rápidamente el fuego nos envuelve. Ella no grita. No se mueve. Se mantiene muy digna con la cabeza firme y una mirada de desafío hasta que el fuego la consume y me encuentro sosteniendo cenizas. Aparto la mirada y veo las de Amy.

Entonces, con una determinación y una fuerza de las que no me creía capaz, le arrebato la copa a Scarlett y la empujo contra el poste de la pira de Elektra. Sus ojos marrones me miran con sorpresa y luego con enfado.

̶            No serás capaz – me dice. Sonrío. Sonrío con la sonrisa más perversa que puedo y le vierto todo el contenido encima. Me mira con horror y sus ojos muestran tanto miedo como los de un cervatillo en las garras de un depredador.

̶            Soy bastante capaz – meto el dedo en la copa y lo mojo con una de las últimas gotas –. Así arderemos las dos. Por si acaso se te ocurre alguna forma de no condenar tu alma.

El número 619 es lo último que veo.

Me despierto gritando y llena de sudor frío. Ella está intentando tomar el control de mi cuerpo. Parece que le ha afectado bastante que ardiéramos juntas en la hoguera. Qué gran ironía.

El dolor en el pecho es más fuerte que nunca pero lucho contra ella y me resisto.

̶            ¿Cómo te atreves? – me dice.

̶            Me he hartado de ti y de tus hogueras, bruja. Estate quieta, todavía te quedan 47 personas a las que matar.

Una ráfaga de viento sacude la habitación y tira todos los papeles de mi escritorio al suelo. Contengo el aliento. Siento una mano en mi pecho y todo se calma en mi interior.

***

Me estiro en la cama y todos y cada uno de mis músculos protestan por ello, parece que me han pegado una paliza. Me levanto y al poner los pies en el suelo piso un papel. Frunzo el ceño. ¿Qué hace un folio tirado en el suelo? La respuesta me llega a la memoria con más rapidez de la que me hubiera gustado. Amy y Elektra ardiendo. Scarlett. Y la mano invisible acompañada del viento que tiró todos mis folios del escritorio.

Una pequeña sonrisa se dibuja en mi rostro al darme cuenta de me preocupa más lo que Amy haya podido decirle a Nathan de mí que  que un extraño o extraña me haga visitas todos los días para vigilarme.  Simplemente sé que esa persona me está ayudando y seguramente sepa quién es pero lo haya olvidado por decisión propia. Sí, yo misma soy la causa de mis lagunas mentales. Yo elegí que borrasen mis recuerdos mientras Scarlett dormía en mi interior, así cuando despertara no podría saber donde estaba la copa que tanto amaba usar. La copa que puede condenar el alma de todos los brujos y brujas.

Dejo que mis pies me lleven hasta el baño y decido olvidar lo sucedido anoche. Es lo mejor que puedo hacer.

***

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