Capítulo 26

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CAPÍTULO 26

Apoyando la espalada en la puerta de entrada me dejo caer hasta suelo. ¿Qué demonios acabo de hacer? Soy una imbécil. Una estúpida. Y encima salgo corriendo como una niña asustada. ¿Qué va a pensar ahora de mí el padre de Nathan? ¿Para qué he estado esforzándome antes en demostrarle que soy una simple humana que no cree en magia? Arghhh.

Temblando de rabia me saco el móvil del bolsillo y llamo a Nate. Tengo que contarle lo que he hecho antes de que llegue a casa y se encuentre con su padre —si es que no se ha ido ya de la casa—. El pitido del teléfono suena un par de veces antes de que conteste.

—¿Cass?

—Nate. Yo… Acabo de decirle a tu padre que… Dios.

¿Por qué mierda me cuesta tanto decirlo?

—Tranquila, Cassie.

—Acabo de dejarle claro que… ¡Qué sé lo que sois!

Silencio. Mierda. Nate di algo por favor.

—¿Qué ha pasado exactamente? —pregunta. Aunque más bien es una orden porque su voz sale en forma de susurro inquisitivo.

Dejando el tartamudeo y las tonterías aparte —también olvidando contarle por qué estaba en su casa— le explico lo que ha ocurrido.

—Cassandra Griffin. ¿Qué has hecho?

—Lo siento mucho. Supongo que quería demostrarle que soy tu mejor amiga —Nate suelta  una risita.

—Eres mucho más que eso. Eres mi estúpida y suicida novia.

Nate cuelga.

Supongo que soy todas esas cosas, estúpida y suicida. Porque si Frederick y su segundo al mando sospechaban de mí, de quien soy, puede que ahora no les quepa ninguna duda. Las cartas, el hecho de que sepa que son brujos… Tampoco es que sean muchas pruebas en mi contra pero si se fijan en los pequeños detalles todo apunta hacia Scarlett.

No sé cuántas veces me he preguntado por qué me ha tocado esto a mí, que cosa tan mala hice en mi otra vida como para tener que llevar esta carga tan grande. No voy a volver a hacerlo, sin embargo. Llega un momento en el que te cansas de autocompadecerte,  además, ¿de qué sirve llorar? ¿De qué sirve hacerse la víctima? Es algo que me produce náuseas llegados a este punto. No obstante lo más fácil para mí sería abandonarme a todas esas asquerosas emociones y dejarme hundir en la miseria. Ya he estado en ese pozo oscuro muchas veces. He mirado hacia arriba intentando encontrar una salida, una luz que me guíe hacia el exterior. Pero no es hasta el momento en el que estás a punto de volver a caer en el que te das cuenta de que ya has salido y no tienes ni idea de cuando ni como fue. Supongo que un día me harté de llorar. Supongo que un día decidí darme una oportunidad a mí misma para ser feliz. De lo contrario probablemente ya estaría muerta.

Una carcajada histérica se escapa de mis labios. Entierro la cara entre mis rodillas y trato de tranquilizarme.

El aire se agita a mi alrededor provocando ondulaciones. Ni siquiera me molesto en levantar la cabeza; mi visitante diario ha llegado.

—¿Qué pasará cuando esto acabe, si es que alguna vez acaba? —le pregunto, aun sabiendo que no voy a obtener respuesta—. Ya no tendré una meta ni seré la misma persona, supongo. Las historias nunca te cuentan que hacen los héroes tras sus hazañas. ¿Cómo pueden vivir una vida normal después de todas las cosas que les pasan?

Femme fatale, tu est folle.

Mis ojos se abren de par en par. Lentamente levanto la cabeza para encontrarme con la mirada helada de Nathan llena de diversión. Mierda, creí que era mi visitante. Me tiende la mano y me ayuda a levantarme del suelo.

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