Capítulo 13

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El tiempo volaba, atrapado en la ocupada rutina que había adquirido mi vida y los días se sucedían, uno tras otro, entre el trabajo, la escuela, más trabajo, y unas pocas horas de descanso.

Así pues, tal y como deseaba mi ambición, fui admitida en la escuela JJANG.

Al principio fue difícil. Mis compañeros llevaban varias semanas de clase y tuve que ponerme las pilas para pillarles el ritmo y adelantar la materia. Además de que era duro en general descansar tan poco, pero traté de acostumbrarme cuanto antes.

Dada las circunstancias en las que entré en esa institución, inconscientemente no me permití disfrutar de las clases más de lo necesario. No podía.

Estaba ahí para aprender y bueno... ya me había ganado el título de la extranjera antisocial, aunque la chica alternativa del pelo verde me daba conversación entre horas y tenía su tranquila compañía a mi lado. Era bastante simpática.

Yo llegaba por las tardes y me apropiaba del escritorio pegado a la ventana, en primera fila, mientras que ella se colocaba a mi lado. Era mi sitio favorito. ¿Recordáis que las paredes eran prácticamente cristal? Pues cuando el sol se ponía fuera comenzaba el espectáculo de colores propio del anochecer.

Era la única hora de clase en la que estaba más distraída. Tonos naranja, rojos, rosas y violetas se interponían hasta que caía la noche, reflejándose también en las aguas del río y brillantes en la nieve que cubría la ciudad. Me inspiraba mucho observar el cielo en aquel momento.

En mi ciudad natal no nevaba. Yo pensaba que me gustaba la nieve, era todo un fenómeno para mí cuando caía del cielo aunque no recordase con cariño el día que nevó en Seúl por primera vez...

Pero al final acabé hasta las narices de ella. Era difícil moverse con rapidez por la ciudad y había mucho hielo en los escalones.

Los resbalones con posterior hematoma en el culo estaban a la orden del día.

Pero sí era divertido lanzarse bolas de nieve. Jamás se me borrará de la mente la expresión que puso Bea cuando una perfecta pelota blanca le impactó en la cara, desatando la guerra.

Estábamos en la entrada de la compañía, un helado jueves como cualquier otro.

—Espero —me dijo Bea pausadamente, mientras se pasaba la mano por los mofletes— que tengas un buen seguro médico, porque no vas a salir bien de esta.

La risa se ahogó en mi garganta cuando Bea consiguió a la velocidad del rayo una bola de nieve. Apenas pude retroceder un par de pasos cuando ya la tenía encima, pero mi contraataque no se hizo esperar. Me agaché para agarrar la mayor cantidad de nieve que pudiese y se la lancé tras hacer una forma redondeada.

Bea la esquivó y me dirigió una sonrisilla maliciosa.

—¡Mierda! —reí antes de correr a esconderme tras un furgón oscuro. Sentía la adrenalina recorrerme las venas.

Entre risas me quedé ahí agachada, con las manos sobre el estómago y después aproveché para recargar con dos bolas más. Escuché cómo alguien se acercaba mediante pisadas aceleradas hacia mi dirección. No tenía mucho tiempo así que salí de mi refugio y lancé las bolas de nieve todo lo fuerte que pude.

Una se deshizo en el aire y la segunda pelota pasó de largo su objetivo.

Para mi horror, le dio a una persona que no formaba parte del juego. Por su oscuro corto cabello e imponente figura pude adivinar que era un chico; caminaba junto a un grupo que iba a entrar al edificio.

BTS: Born To StyleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora