Capítulo 8

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Había demasiada claridad, quiero decir, toda la claridad que puede percibir una persona con los ojos cerrados y la suficiente que llega a molestarte tanto como para obligarte a comenzar un día nuevo.

Despegué mi mejilla de una superficie plana y lisa que definitivamente no era mi almohada y me incorporé, entonces un dolor en el cuello y a lo largo de la columna me confirma que he pasado la noche tirada sobre la mesa de mi salón-comedor. Miré a mi alrededor para encontrarme con varias prendas de ropa esparcidas por la mesa y un pequeño baúl de costura.

Aahh, cierto. Parece ser que me dormí mientras arreglaba los bajos de los uniformes de los chicos.
Tras comprobar que estaban todos acabados y que no me había olvidado ningún alfiler por ahí que provocase un accidente, los doblé y guardé con cuidado en sus bolsas.

—Al fin... —suspiré— Menudo trabajo me habéis dado —me levanté de la silla desperezándome y me dirigía a la cocina a desayunar cuando recordé alarmada que no sabía en qué hora vivía y que seguramente llegaría tarde al trabajo.

Alcancé velozmente mi móvil para comprobar la hora... 10:53AMMIERDA. Corrí a la nevera, y estaba medio vacía... Las neveras no se suelen llenar solas, Anna. Gracias a Dios sí quedaba algo de leche en una botella colocada en la puerta del frigorífico.
Aún tenía el teléfono en mis manos y eso sumado a nervios por las prisas igual a desastre; me hizo derramar la mitad de la valiosa leche que disponía en la encimera.

Minutos después y antes de que sonase el pitido que indicaba que la taza había terminado de dar vueltas en el micro, yo pasaba enfurruñada un trapo por el banco de la cocina, limpiando el estropicio.

Pi-pii pi-pii pi-piiii

Chasqueo la lengua, pero le sumo a regañadientes el punto que ha conseguido hoy mi electrodoméstico. 6-2, gano yo. Soy de las que intentan parar el cacharro justo antes de que acabe su labor. Lo normal.
Reparo en que tengo un mensaje a primeras horas de la mañana de un número coreano desconocido y agarro otra vez el móvil.

«La señorita Youra me comunicado que ya que tienes que arreglar los uniformes de BTS y dispones del material necesario para ello, hoy puedes entrar al medio día sin problemas.
Yo te recomendaría hacerle caso... ¿Qué hiciste, Anna?»

Minah

Dejé caer el trapo en el banco junto con el móvil y mis prisas. Ojos en blanco y me di la vuelta para apoyarme. ¿Que qué hice? Miré al suelo pensativa reflexionando algunas cosas del día anterior; ser rápida en conseguir la información, productiva... Pero tenía que admitir que había desobedecido a una superior a sabiendas, y no a una cualquiera, una superior celosa y agresiva que me arrancaría los pelos y haría pelucas con ellos en el momento en el que me viese por "tocar" a su maknae. Que Youra lo supiese significaba o que nos espió o, lo más probable, que Jungkook le contase que yo ya lo hice cuando fue ella a tomarle las medidas.

Otro pitido esta vez proveniente del reloj de la cocina me sacó de mis pensamientos. Once en punto de la mañana, pero ya no me importaba demasiado la hora. Saqué la taza humeante y me preparé un café que quedó demasiado cargado para mi gusto.

Tras tomármelo tranquilamente y ya en el baño me quité la ropa que aún llevaba del día anterior y me pegué una ducha. Después, ya saben, esas cosas que hace la gente por la mañana. Me enfundé en unos vaqueros oscuros que junto con una blusa blanca y unas botas marrones sería lo que llevaría hoy.

Me quedaba tiempo y no, no me apetecía ir ya a la empresa para enfrentarme a Youra, y ni ella quería ver mi cara, como había adivinado —a no ser que fuese para arañármela o algo por el estilo—, así que aproveché para arreglarme las uñas y dejé sencillamente el tiempo correr en lo que se secaba el esmalte transparente que protegía otro blanco. Cuando estuvo listo, sonreí satisfecha.

BTS: Born To StyleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora