Inmarcesible

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Es agradable tener los pies hundidos en la arena. Observar cómo desaparecen cada vez más según las olas se suceden y te acarician los tobillos.

El sonido del océano también es agradable. Intento concentrarme en eso y así ignorar a los paseantes y los retazos de conversación que llegan a mis oídos, recordándome que no soy la única que disfruta de la vista que nos ofrece la caída del sol sobre el agua.

Al despegarme unos pelos de los labios, vuelven a revolotear salvajes junto al resto. Levanto la vista. El horizonte realmente parece una línea recta aunque no lo sea.

De reojo veo a alguien pararse a mi lado. No me hace falta mirarle para saber quién es. Suspira y se va, a lo que yo, extrañada, me giro hacia él. De alguna forma me alivia comprobar que solo había retrocedido para sentarse. Jungkook observa a las gaviotas picotear tranquilas en la orilla.

Me acerco algo insegura y me siento a su lado. Abrazo mis rodillas. Apoyo la cabeza en ellas.

Nos quedamos así, en silencio, disfrutando del sonido de las olas, hasta que el mar se tragó el sol. Entonces empezó a pasarse los dedos por el flequillo.

—¿Sabes? Realmente pasé mucho tiempo pensando qué podía haber ocurrido hasta que decidí ignorarlo, hace más bien poco. El por qué me habías mentido —me mira—. En la fiesta.

Vuelvo mi vista al agua.

—Lo sabías —me mordisqueo las mejillas. No era una pregunta porque la verdad es que no me sorprende tanto como creía; imaginaba que acabaríamos hablando de esto.

—Sí —responde—. Aunque esa noche me lo creí. Era tan absurdo que me lo creí.

Me pongo en pie y avanzo hacia la orilla. Hace algo de frío, así que junto los brazos bajo el pecho, abrazándome para guardar el calor.

—Lo siento.

—No te disculpes. —Escucho cómo se sacude el pantalón de la arena y se pone justo delante de mí. Me dedica una pequeña sonrisa y entonces lo suelta:— Jamás me habría perdonado que no entrases a estudiar allí por mi culpa.

De pronto siento que el mundo entero se ha parado a nuestro alrededor y se cae en mi dirección. No oigo ni los gritos de los niños, ni cómo rompen las olas. Todo me concede unos efímeros segundos que vivo en un pitido. Cuando el pitido cese habré asimilado lo que Jungkook acababa de decir.

—Oh, no —me llevo una mano a la boca. Habré asimilado lo que significa—. No, no, no, no...

—Anna —chasquea la lengua—. No, espera. Escúchame.

—Lo siento mucho... —digo mientras sigo negando, esta vez con mi cabeza. Jungkook mira de hito en hito lo rápido que se aguan mis ojos.

No puedo más. Suelto mi labio, sabe a sangre; y con la cara cubierta tras las palmas de mis manos, echo a andar por la playa. Lo sabe todo.

—¡Lo siento!

Lloro de impotencia,lloro de pena. Lloro hasta de rabia. Lloro porque lo necesito, con fuerza,descargando todo lo que había acumulado durante estos últimos meses.

—¿Dónde vas? —Jungkook corre hasta ponerse delante de nuevo tratando de frenarme, pero acabo obligándole a caminar de espaldas porque no me detengo— Anna... Para.

—Lo siento muchísimo, Jungkook. Si hubiese sabido... —quiero explicarme pero los sollozos no me dejan hablar— Y-yo... No debí hacerlo.

—¿Puedes escucharme un momento? —me detiene agarrándome por las muñecas cuando voy a hacer otro cambio de sentido y me baja las manos— Escucha. Necesito que te quede bien claro que no quiero que nunca, jamás, antepongas a nadie por encima de tus sueños, ¿vale? ¿Lo has entendido?

BTS: Born To StyleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora