Capítulo 12

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"La felicidad se consigue gracias a la progresiva realización de un propósito digno. Si tú haces lo que realmente amas hacer, estás destinado a sentir la máxima satisfacción..." (El monje que vendió su Ferrari)


Aún no oscurecía. Seguimos caminando con nuestra ropa nueva con los puestos de la feria. Si, tomados de la mano. Myungsoo me mostraba siempre puestos con comida o con gorritos decolores. Insistió tanto... que terminó comprándome uno de color turquesa, y otro color salmón. La verdad es que estaban muy lindos.
- ¡Señorita! ¿quiere que le leamos la suerte? ¡Usted podría correr peligro! – gritó un chamán de mi lado. Era un señor con acento extraño y ropa blanca que agitaba fuertemente su sonaja, excitado y a la vez angustiado.
- Ah... no gracias. No creo en esas cosas – jalé a Myung, quien me seguía torpemente.
- ¡Pero señorita! Es que usted no lo sabe, ¡usted corre peligro! – me detuve a mirarlo. Viejo loco.– Yo puedo decirle su futuro, yo puedo prevenirla – asentí sin creer ni media palabra – le prometo que no la defraudaré - .

 Miré a Myungsoo esperando que dijera algo. Pero él sólo se encogió de hombros. Tonto.

- Está bien señor, dígame mi futuro – el señor saltó de alegría. Luego comenzó a sacudirse como a quien se le exorciza. Que miedo.
- Usted corre peligro... – dijo tenebroso. Asentí. – La gente que más quiere podrá lastimarla, herirla. Le han mentido mujer – Myung me miró perplejo.
- ¡Mira Li, de seguro se refiere a tu "mejor amigo" Sungyeol! – soltó una carcajada. Y yo lo golpeé con el codo.
- Cállate. Ya te dije que Yeol no es así – Myungsoo se encogió de hombros – Por favor continúe – le dije al chamán.
- Usted señorita.... Busca algo, con mucha desesperación – en ese momento pensé en mi madre, a mi madre era a quien buscaba. – No se rinda, luche ¡luche! Porque algo parece ir mal... pero.... Tú tienes el poderrrrr – sonreí.
- ¿Usted cree? –
- Claro señorita. Por cierto, cuide bien de este muchacho, no encontrará nada mejor – Myungsoo se sonrojó – Ah, son 15000 wones – y seguía rojo, pero de coraje. El viejillo nos había sacado el dinero.

Después de pagar seguimos caminando por la feria, hasta llegar a un puesto de lentes y cosas de esas que a la gente le gusta ponerse en la cara. Myung soltó mi mano y corrió emocionado hasta allí. Yo lo seguí curiosa. La verdad es que nunca había visto uno de esos.

- Mira Li, este lunar te queda perfecto – dijo poniendo la piedrilla en mi frente. Era de color negro. Qué raro ¿no?
- Claro, puedes comprármelo si quieres –.
- ¿Enserio? –.
- Sí, pero no te prometo ponérmelo – Myung entrecerró los ojos y me miró unos instantes.
- Así tenga que amarrarte, un día lo llevarás en tu linda frente – dijo malicioso, sus ojos exploraban mi rostro travieso.
Que coqueto, pensé.

El niño siguió explorando el puesto. Cosa por cosa. Enserio. Veía cada objeto extraño, conocido y por conocer tratando de memorizar cada cosa, de cada uno, como si fueran reliquias.

- ¡Mira Li! – gritó entusiasmado. Me acerqué por detrás, pegando mi barbilla a su hombro. Él levantó su mano, dejándome ver una gran hoja, con muchas, muchísimas tonalidades para pupilentes – Escoge unos - lo miré de reojo. Este tipo no es normal.
Los miré todos, uno por uno, analizando formas, colores y sabores hasta encontrar la tonalidad perfecta para cada uno. Los míos eran tan verdes como las esmeraldas y los de Myung tan azules como el mar del este. Ya sabes lo que dicen... Dong...

El tipo del puesto nos colocó los lentes. Myungsoo pagó y el hombre le entregó los contenedores. Antes de irnos el hombre me lanzó un guiño, y Myung cerró sus puños con tanta fuerza que sus nudillos se volvieron blancos antes de volver a tomar mi mano.
¿Celos? No, que va. Ojalá Yeol hiciera alguna vez lo mismo...

Comenzaba a oscurecer, ya no podía distinguir el dulce color de sus ojos. Y por si tenían duda, no me volví a encontrar con Sungyeol y Yoon Nyu, gracias a Dios. Myungsoo aún no soltaba mi mano de su agarre, a pesar de que ya nos encontrábamos a miles de metros del señor de los pupilentes. Incluso ya habíamos comprado pulseras, aretes, broches, una cortina, y un gato de juguete que ronroneaba. En mi mente seguía la misma canción que escuchamos en el auto, Gotta be you, sólo que por mera casualidad únicamente recordaba las partes que cantó Myung, y con la voz de Myung. Hummm.... Qué raro.
Jamás se lo dije.

Volvimos a casa, casi en silencio. Ni siquiera traíamos música. Todo era incomodidad, luego Myungsoo se animó a romperla.
- ¿Quieres hacerme plática mientras conduzco? No sé, algo reflexivo – asentí, mientras en mi mente buscaba algo perfecto para decir en un momento como este.
- Hummm.... La felicidad se consigue gracias a la progresiva realización de un propósito digno. Si tú haces lo que realmente amas hacer, estás destinado a sentir la máxima satisfacción – dije finalmente. Myungsoo meditó unos segundos.
- Bien, se supone que debe ser un propósito digno... entonces, amar a alguien cuenta como eso ¿cierto? –.

Nunca supe qué clase de indirecta era esa.

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- Nunca había estado tan cansado en toda mi vida – dijo Myung al entrar a la casa, estirándose.
- Por Dios, ya no puedo más. – contesté tirándome en sus brazos.

El pobre no tuvo más remedio que subir las escaleras y llevarme a mi habitación. Allí me recostó en la cama, me quitó los zapatos, y me tapó hasta la barbilla.

- Buenas noches Li – dijo Myungsoo antes de besar mi frente. Luego caminó hacia afuera, apagó la luz y se dirigió a su cuarto. Poco a poco me fui quedando dormida.

Luego desperté en medio de la noche. Un dolor cegador provenía de mis ojos. Los froté en medio de la oscuridad de mi habitación, era un líquido caliente el que escurría de ellos. Los ojos ahora me ardían.
- ¡Myungsoo! – grité, tal como si algo me estuviera desgarrando. Y así era, algo me arrancaba los ojos.
Las lágrimas me impedían la vista, pero el sonido de las pisadas de mi niñero me indicaba su cercanía, mi vista se encontraba nublaba.

Cuando prendió la luz me di cuenta de que lo que mis ojos expulsaban no eran lágrimas, sino sangre.  

ANGEL - Kim Myung Soo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora