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Esa mañana Rick se había levantado con un humor bastante decente, diferente al de todas las mañanas.

Se sentía bien, como si algo bueno le fuera a pasar, pese a que le esperaban horas de viaje en coche para encontrar otro proveedor de confianza que suministrase víveres a su manada.

Sheran le había mandado a él, puesto que no quería separarse de su amada. Como él era el segundo a cargo no podía negarse, sobre todo porque no tenía una excusa decente.

Así que no le quedó más remedio que levantarse temprano, alistarse y salir rumbo a la ciudad más cercana.

Pasadas las horas llegó hasta una hermosa ciudad que, pese a ser la más cercana, jamás había ido allí.
Así que tardó muy poco en perderse.

-¿Ya te has perdido?- la voz cargada de burla fue lo primero en resonar cuando atendió la llamada- ¿Vas conduciendo?

-Sí, pero tengo puesto el manos libre- respondió Rick- Y sí, estoy perdido- murmuró entre dientes- Te odio.

-No tiene pérdida, sólo deb...- Rick dejó de escuchar a su hermano en cuanto tuvo que frenar el coche bruscamente si no quería atropellar a un niño que estaba recogiendo su pelota.

-Luego te llamo- comentó agitadamente y salió rápidamente del coche- ¿Estás bien?

-¡Dave!- una chica de unos veintidós años llegó corriendo hasta ellos- ¡Dave, por dios, no puedes hacer eso!- gritó histéricamente- ¡No vuelvas a pegarme un susto así!- abrazó al niño de forma sobreprotectora.

-Lo siento- murmuró el niño tristemente- Sólo quería coger mi pelota.

Rick carraspeó y fue así como la chica se dio cuenta de su presencia.

-Lo siento- murmuró apenada- ¿Usted está bien?

-Por favor, no me llames de usted que me haces sentir viejo-bromeó- Y no te preocupes, no ha pasado nada grave.

El lobo de Rick se removía inquieto en su interior. Ambos habían reconocido inmediatamente a su mate, y ahora Rick debía luchar contra los instintos de su lobo.

-Dave debemos irnos- murmuró poniéndose en pie- De nuevo lo siento.

-¿Los llevo?- preguntó Rick en un intento desesperado por no separarse de ella.

A Dave le brillaron los ojitos, y Rick supo que tenía al pequeño de su parte.

-¡Sí! ¡Vamos, mami!- chilló el pequeño dando saltitos de alegría.

Gisela miró a su hijo y después posó su vista en el desconocido. No le sorprendió en lo absoluto la reacción de éste, quien ahora se encontraba más pálido de lo normal y se removía incómodamente en su lugar.

"Ahora sólo falta que se eche a correr"
Pensó Gisela.

-Cariño ya hablamos sobre montarse en coches de desconocidos- murmuró Gisela disimuladamente hacia Dave.

Además, ahora que sabía que tenía un hijo, seguramente sólo quería desaparecer de allí cuanto antes.
Siempre lo mismo.

A veces había tenido alguna que otra cita con chicos, y todo iba muy bien hasta que decía que tenía un hijo. Después de eso, sólo debía cronometrar el tiempo que tardarían en dar una excusa y salir de allí casi corriendo.

-Puede que sea un desconocido- comentó Rick amablemente saliendo de su pequeño estado de shock- Pero soy de fiar, lo juro.

Gisela se sorprendió al escuchar su voz, y más todavía el hecho de que no se había ido todavía.

-Se lo agradezco, pero iremos andando-

Al final Rick consiguió su propósito gracias a Dave, y acabó llevándolos a su destino, que resultó ser nada más y nada menos que el hospital.
No quiso ser maleducado y prefirió no preguntar.

Durante el trayecto sólo consiguió que se presentaran correctamente y hablar con Dave de deportes.

Supo al instante que debía visitar más veces la ciudad y que tendría que averiguar cosas de su mate, y del pequeño para poder acercarse sin asustarlos.

Iba a marcharse para hacer su recado, pero observó que Dave se había quedado el balón en el coche.

Al instante sonrió, y le agradeció mentalmente por dejarle una excusa perfecta para poder hablar con ellos nuevamente.

Decidido, aparcó el coche y se adentró en el hospital.

-Hola- saludó cordialmente a la recepcionista- Busco a una mujer bajita, con el pelo liso, acompañado de un niño de unos tres años.

-¿Gisela y Dave?- preguntó ésta.

-Sí.

-Planta 7-

-Gracias-

Cuando Rick alcanzó su destino, observó al pequeño sentado en una de las sillas de la sala de espera.

Era sorprendente el cambio tan drástico que había dado. Ahora se encontraba sentado con su pequeño cuerpo encorvado y la mirada gacha.

-Eh, Dave- dijo llegando rápidamente hacia él- Te dejaste el balón en el coche.

-Gracias- murmuró el niño cogiendo torpemente el balón.

-¿Qué te pasa, pequeño?

-No me gusta venir al hospital, mi mamá se pone muy triste y llora- murmuró con sus ojitos llorosos.

-¿Y eso por qué?- curioseó Rick sin poder evitarlo.

-Las enfermeras dicen que voy a morirme- murmuró con un hilito de voz.

Crystal #2 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora